Tiene un compuesto que ayuda a disminuir la inflamación, reducir el estrés oxidativo y regular el metabolismo de los lípidos, lo que podría tener efectos protectores en el hígado.

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Redacción El País
El hígado graso, muchas veces silencioso y sin síntomas, es una de las enfermedades más frecuentes en el mundo. Se estima que afecta a una de cada cuatro personas y, si no se detecta a tiempo, puede derivar en complicaciones graves como cirrosis, inflamación crónica o incluso cáncer de hígado.
Entre los factores que aumentan el riesgo se encuentran la obesidad, la diabetes tipo 2, el consumo de alcohol y algunos fármacos. En este contexto, un alimento tropical ha comenzado a captar la atención de los investigadores: la piña o ananá.
Un trabajo publicado en la revista Food & Function mostró que el consumo de piña puede derivar en menos acumulación de grasa en el hígado, niveles más bajos de triglicéridos y una mejor salud vascular. Los científicos explicaron que este beneficio podría deberse a la reducción de la actividad de enzimas como la HMGCR y la SREBP2, relacionadas con la producción de colesterol.

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De forma similar, un estudio citado por los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. (NIH) también encontró mejoras en casos de hígado graso y protección del endotelio vascular en situaciones de hipercolesterolemia inducida por la dieta.
La piña contiene bromelia, una enzima exclusiva de esta fruta con propiedades antiinflamatorias. Una revisión de 2025 mostró que este compuesto ayuda a disminuir la inflamación, reducir el estrés oxidativo y regular el metabolismo de los lípidos, lo que podría tener efectos protectores en el hígado. Además, la vitamina C y los flavonoides presentes en la piña aportan defensa antioxidante, protegiendo las células hepáticas frente a los radicales libres y favoreciendo también la salud vascular.
A pesar de los resultados alentadores, los nutricionistas recuerdan que no existe un superalimento capaz de revertir por sí solo el hígado graso. Patrones como la dieta mediterránea y la reducción de azúcares simples resultan mucho más efectivos que depender únicamente de una fruta. La clave, entonces, está en un abordaje integral: alimentación equilibrada, ejercicio regular y control del peso. El ananá puede ser un aliado dentro de este esquema, pero nunca la única respuesta.

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En base a El Tiempo/GDA
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