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martes, noviembre 4, 2025

«Nunca malvendí»: las claves de un productor ganadero de la Patagonia que lleva 20 años de cría y recría

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Ingeniero agrónomo y tercera generación de una familia de Viedma dedicada a la ganadería, Gonzalo Pazos lleva dos décadas sosteniendo y modernizando el legado que inició su abuelo en 1965, cuando fundó el establecimiento familiar en Guardia Mitre. En aquel entonces, el negocio era netamente de cría bovina sobre secano. Hoy, Gonzalo combina esa misma tradición con una chacra bajo riego en el Idevi (el Instituto de Desarrollo del Valle Inferior del río Negro) donde produce pasturas, maíz y realiza la recría. Su historia refleja la evolución de una generación que aprendió a adaptarse sin perder raíces. 

La de Pazos es una trayectoria marcada por la constancia y la planificación. Desde un primer momento, cuando hace 20 años entraba en el negocio, sostiene un sistema mixto de cría y recría entre el secano y el bajo riego, y pese a los vaivenes climáticos, nunca tuvo que malvender. En un contexto donde las sequías son cada vez más frecuentes, su modelo de producción diversificado se convirtió en una estrategia de resiliencia frente a la imprevisibilidad del clima.

Ganadería en Río Negro: un equilibrio que lo salvó de malvender 


La clave está en poder complementar el secano y el bajo riego”, explica Gonzalo mientras recorre la chacra que alquila desde hace dos décadas en el Idevi (Viedma), el mismo tiempo que lleva manejando el campo de cría. “Si solo tuviera el secano, muchas veces habría tenido que vender un ternero de 150 kilos para salvar la madre. Pero al tener la chacra bajo riego, puedo traerlos, defenderme acá, y nunca malvender”. Esa posibilidad de traslado (de los destetes chicos al riego, o de las vaquillonas preñadas de vuelta al campo) es lo que le permite sostener un sistema productivo estable y previsible, aun en medio de los extremos climáticos que golpean a la región.

Gonzalo Pasos recría bajo riego en Viedma. Foto: Juan Thomes.
Gonzalo Pazos recría bajo riego en Viedma. Foto: Juan Thomes.

Su campo de cría está en Guardia Mitre, sobre 8.000 hectáreas heredadas que pertenecieron a su abuelo. En ese mismo suelo, hoy realiza el ciclo completo de cría: las vaquillonas se preñan en la chacra, pasan al secano para gestación y parto, y los terneros vuelven al bajo riego para recriarse hasta los 270 kilos. “Hago cría en secano, y allá están las vacas; acá en la chacra hago pasto, recría y parte de la preñez. Siempre los dos sistemas juntos”, resume. 

Pero el gran desafío no es técnico, sino climático. “Aunque este año y el anterior vienen bien con las lluvias, los campos ya no responden como antes. Tenemos que acostumbrarnos a otra carga, porque no suele llover cuando tiene que llover”, advierte. En la última década atravesó varios años críticos de sequía, con destetes que llegaron a pesar apenas 80 kilos. “Cuando agarré el campo hubo cinco años seguidos de sequía. Y desde entonces, un año bueno y dos o tres malos. No es que llueve y te llenás de pasto, se estira la agonía”. Ante ese panorama, Gonzalo adapta su manejo cuando la meteorología obliga: destete precoz, reducción de carga en secano y más pastoreo bajo riego para compensar la pérdida de forraje natural

El 80% de la chacra en Idevi se destina a alfalfa. Foto: Juan Thomes.
El 80% de la chacra en Idevi se destina a alfalfa. Foto: Juan Thomes.

El Idevi se convirtió en su refugio productivo. En sus 60 hectáreas bajo riego, Pazos produce el alimento que sostiene al sistema completo. “Con cinco hectáreas de maíz hago un silobolsa; depende del año, hacés cinco o diez. Pero siempre tenés comida”, explica. Esa planificación le permitió no depender de la coyuntura ni del mercado.

Ganadería en Río Negro: manejo, infraestructura y eficiencia 


El esquema productivo de Pazos está basado en pasto, precisión y constancia. “Mi sistema es 100% pastoril. Todo a pastura, tanto en el secano como en el bajo riego”, señala. En la chacra organiza la recría con manejo intensivo: cercos eléctricos y cambio de parcelas cada día y medio. Los animales ganan entre 400 y 500 gramos por día hasta alcanzar los 270 kilos. En la chacra también preña las vaquillonas, logrando tasas de preñez cercanas al 100%. “Si no se preña acá, no se preña en ningún lado. En el secano depende de las lluvias, pero acá están todas las condiciones”, explica. 

La base forrajera combina alfalfa, pasturas consociadas y maíz para silo. Gonzalo define este año como uno de los mejores en términos climáticos para la alfalfa, lo que se reflejó en sus mejores rindes en estos 20 años: entre 3.700 y 3.800 kilos de materia seca por hectárea por corte. Además, logra de 45.000 a 47.000 kilos de materia verde de maíz picado por hectárea. “Es un año lindo para el Valle Inferior y las alfalfas respondieron bien y temprano”, destaca. Riega por manto, con cinco o seis riegos por temporada en alfalfa y hasta nueve en maíz. 

Entre 3.700 y 3.800 kilos de materia seca por hectárea por corte de alfalfa logró Gonzalo Pasos este año. Foto: Juan Thomes.
Entre 3.700 y 3.800 kilos de materia seca por hectárea por corte de alfalfa logró Gonzalo Pazos este año. Foto: Juan Thomes.

La infraestructura acompaña su manejo eficiente: molinos y bombas sumergibles en el secano y maquinaria propia en el bajo riego. “Para el maíz contrato la siembra y la cosecha, pero el resto lo hago yo. Tengo todo: cortadora, enrolladora, rastrillo, rastra, cincel”, detalla. Trabaja con dos empleados (uno en la chacra y otro en el campo) y mantiene el control directo de todas las operaciones. “Hay que estar arriba para mantener los números, no errarle al momento de regar o fertilizar”, dice. 

La eficiencia no se mide solo en kilos o rendimientos. En su caso, también está en la capacidad de sostener el sistema sin vender a pérdida. “Nunca malvendí. En veinte años, nunca”, resume.

“El campo no es matemática”


La filosofía de Pazos es la de quien aprendió haciendo. “Me di muchos golpes en el proceso, pero aprendí. El que hace, se equivoca. A veces te va bien, a veces te va mal. El campo no es matemática”, reflexiona. Con humildad, reconoce que gran parte de su aprendizaje vino de observar a otros productores. “Cuando veo a alguien que le va bien, voy y le pregunto. Empecé preguntando y sigo preguntando, porque me falta aprender un montón”.

Su forma de trabajar también se apoya en los vínculos: “Mis amigos son del campo, como yo. Nos tomamos un café, hacemos un asado y terminamos hablando de riego, de tractores, de pasturas. Es un CREA comiendo un asado”, dice entre risas. Esa red informal de intercambio y apoyo refleja una cultura productiva cada vez más usual en la Patagonia, basada en la cooperación y el esfuerzo cotidiano.

“Hay que levantarse y seguir. No te queda otra”, repite. Esa frase sintetiza su manera de entender el trabajo: constancia, responsabilidad y compromiso. Para Gonzalo Pazos, la ganadería no es solo una actividad económica, sino una forma de vida. Y en ese modo de vivir, la combinación entre secano y bajo riego no es solo una estrategia productiva, sino la herramienta que le permitió sostener una tradición familiar y ser exitoso.

Redacción

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