El sobrepeso y la obesidad son condiciones cada vez más observables en la niñez de muchos países. Las cifras se han duplicado en dos décadas y podrían superar pronto la problemática de la desnutrición, la forma más prevalente de malnutrición, según el informe Cómo los entornos alimentarios ponen en peligro el bienestar de la infancia, desarrollado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Katherine Silva, jefa del Programa de Salud y Nutrición de Unicef en Guatemala, señala que América Latina está entre las regiones más afectadas, y que entre los niños y adolescentes guatemaltecos el panorama no es alentador, por lo que deben adoptarse acciones que generen entornos alimentarios más saludables.
¿En Guatemala, la desnutrición es un problema que lleva décadas sin resolverse. Debemos, ahora, preocuparnos también por el sobrepeso y la obesidad en los niños y adolescentes?
El nuevo informe de Unicef revela que el número de niños y adolescentes que viven con obesidad se ha duplicado entre el 2000 y el 2022. Hoy, uno de cada cinco niños en el mundo vive con sobrepeso, y uno de cada 20 tiene obesidad. Por primera vez en la historia, la obesidad ha superado ya a la desnutrición como la causa número uno de malnutrición en la niñez. América Latina se encuentra justamente dentro de las regiones con mayor índice de sobrepeso y obesidad en niños de 0 a 19 años.
En Guatemala, el panorama es más complejo, porque se observa la malnutrición en sus dos vertientes: la desnutrición crónica infantil, que afecta a uno de cada dos niños, y el sobrepeso y la obesidad, que afectan a tres de cada 10 escolares y adolescentes. Más complejo aún, porque presentan dualidades: puedo tener un niño con desnutrición crónica y, al mismo tiempo, con sobrepeso y obesidad, o tener sobrepeso y obesidad y, además, deficiencia de algún micronutriente.
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¿Cuán preocupante es esta situación?
Es preocupante. Y no es que dejes uno para que emerja el otro. Guatemala tiene estos dos problemas importantes de salud pública. La obesidad es cada vez más alarmante, tiene un incremento muy acelerado y puede tener consecuencias negativas para la salud de los niños, que van desde resistencia a la insulina, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares o ciertos tipos de cáncer. Últimamente se ha visto que está relacionada con problemas de autoestima, ansiedad y depresión en la infancia y la adolescencia.
El informe señala que este comportamiento se está viendo con más fuerza en los países de ingresos medios y bajos. ¿A qué se debe esto?
Partamos de una definición importante: los ultraprocesados, que son productos que poco tienen que ver con un alimento natural. Están hechos con ingredientes artificiales, con mucha azúcar, sal, grasa y aditivos para que sepan rico, para que duren más y sean más atractivos.
¿Qué pasa con este tipo de alimentos? Son baratos y están en todas partes, porque duran mucho tiempo, pero no tienen nutrientes y sí daño para la salud de los niños.
Esto no es solamente una decisión personal. No es que los niños elijan: ellos están creciendo en entornos donde lo más accesible y lo más visible son estos productos ultraprocesados, que están en las tiendas, en las escuelas. La publicidad se les aparece todo el tiempo: en la calle, en los celulares, en la televisión. Todo esto desplaza a lo que sí necesitan, como las frutas, las verduras, las proteínas, los alimentos frescos y naturales.
En resumen, millones de niños y adolescentes están sobreexpuestos a un bombardeo de comida poco saludable, que prácticamente se ha normalizado. En vez de crecer en un entorno que los proteja, están creciendo en uno que los enferma.
En Guatemala, la desnutrición crónica afecta a uno de cada dos niños, y la obesidad, a tres de cada 10. ¿En algún momento estas cifras pueden llegar a igualarse?
Eso hay que irlo midiendo. Es importante que el país cuente con información del problema, y con medidas orientadas a los primeros mil días (de los niños), con acciones integrales enfocadas en mejorar la salud y nutrición materno-infantil. Así se puede reducir la desnutrición. Hemos visto casos exitosos en Perú y Ecuador.
En el caso del sobrepeso y la obesidad, las medidas que se tomen deben detener el incremento. Y no estamos hablando a nivel individual, sino a nivel de salud pública.
Tenemos ejemplos de muchos países que han logrado implementar políticas que detienen este aumento acelerado, como México, con políticas integrales y obligatorias: el etiquetado frontal (en los productos), el impuesto a las bebidas azucaradas, y la prohibición de la venta y la publicidad de ultraprocesados en las escuelas, para que sean espacios que protejan la salud de la niñez.
Otra de las vías es promover cambios sociales y de comportamiento, que empoderen a las familias y a las comunidades para que puedan exigir entornos saludables y reforzar los sistemas de protección social, para asegurar que las familias más vulnerables accedan a alimentos más nutritivos.

¿El sobrepeso y la obesidad en la niñez repercuten en la edad adulta?
Hay mucha evidencia de que el sobrepeso y la obesidad durante la niñez se mantienen en la edad adulta. Esto representa un problema importante de salud y una carga para el sistema de salud, sin hablar de toda la repercusión que tiene en la salud mental de los niños y adolescentes.
No solamente es la doble carga de la malnutrición —desnutrición crónica con sobrepeso u obesidad—; hay incluso una triple carga, pues también hay deficiencia de micronutrientes, como la anemia. Se pueden dar las tres cargas en un mismo individuo, y el punto de partida es no tener una alimentación adecuada.
¿Cómo romper con la creencia de que un niño robusto es un niño sano?
Lo mismo pasa con la desnutrición crónica. He escuchado que en Guatemala “la talla es baja”, pero no es así. Son esos ciclos los que se tienen que romper. La evidencia demuestra que, en el caso de la desnutrición crónica, un niño de Guatemala tiene exactamente las mismas condiciones de crecimiento y desarrollo que un niño en Norteamérica. Hay muchísima evidencia detrás.
Con el sobrepeso y la obesidad también hay que trabajar en romper esas creencias, lo cual implica cambios de comportamiento y cambios sociales. Podemos ver a un niño con un índice de masa corporal superior al esperado, pero esto no es saludable. Más bien, implica problemas de salud y posiblemente muchas deficiencias de nutrientes.
En el caso de Guatemala, ¿qué medidas se pueden implementar para evitar el sobrepeso y la obesidad infantil?
La buena noticia es que hay soluciones, y ya contamos con evidencia de lo que funciona: etiquetado de alimentos, restricciones a la publicidad dirigida a niños y adolescentes, sacar la comida chatarra de las escuelas y garantizar el acceso a comida nutritiva. Esto requiere políticas firmes.
Son decisiones políticas y compromisos sociales importantes para transformar estos entornos alimentarios.
¿Cómo influye el entorno escolar?
A los niños pequeños les llega publicidad todo el tiempo (de productos ultraprocesados), y estos están accesibles dentro y fuera de las escuelas. Estamos creando entornos que no favorecen a que puedan hacer elecciones saludables. Y, más aún, no se sabe qué se come, porque no hay etiquetado frontal.
Si los productos ultraprocesados son más económicos y accesibles que los alimentos sanos, ¿cómo tener una dieta saludable?
Justamente por eso existen impuestos que desincentivan lo que es perjudicial. También se pueden aplicar subsidios para abaratar lo que es sano: excepciones del IVA, transferencias condicionadas, compras públicas dentro de la alimentación escolar. Son ejemplos de cómo poner al alcance de las familias lo que necesitan para nutrir a sus niños.
Algunos países han eliminado, por ejemplo, el IVA para frutas, verduras y productos frescos, de modo que sean más baratos y competitivos frente al costo de los ultraprocesados.
Otra estrategia es apoyar directamente la producción y comercialización local, con subsidios o créditos blandos para productores de alimentos frescos, para reducir el costo hasta el consumidor final.