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lunes, octubre 6, 2025

ONU: necesidad de reinvención

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Hace 80 años, en San Francisco, California,nació la Organización de Naciones Unidas.

Fueron 14 los países que habían firmado en 1941 la Declaración del Palacio de St. James, donde Estados del Commonwealth y los gobiernos europeos en el exilio firmaron un compromiso de cooperación. Cimiento de la Carta del Atlántico de 1941 (acuerdo entre Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill) y la Declaración de las Naciones Unidas de 1942, en la que 26 países en guerra con el Eje (sumándose EE.UU., Reino Unido, China y la U.R.S.S.) comprometieron accionar conjunto, tanto en la guerra como en negociaciones de paz. En los meses siguientes se sumarán 21 Estados. En 1943, tras las Declaraciones de Moscú y Teherán, Washington, Londres, Moscú y Pekín iniciaron la redacción de un instrumento para una futura organización internacional.

Las conferencias de Dumbarton Oaks (Georgetown, Washington D.C.1944) y Yalta (Crimea, 1945) previeron un capítulo dedicado a una organización mundial, convocándose a una conferencia específica durante ese mismo año.

En Yalta se cortaron los trajes a medida, que el resto de las naciones debió adoptar, en particular el derecho de veto de los 5 miembros permanentes en el Consejo de Seguridad. Una estructura que reflejaba las relaciones de poder internacional en 1945; aunque obsoleta para el mundo actual, multipolar y complejo.

Volviendo a San Francisco -abril y junio de 1945-, deslumbraba en contraste con las reuniones en ciudades europeas apagadas y maltratadas por la guerra. Para entonces Hitler se había suicidado (a fines de abril). El Eje capituló pocos días después, mientras el Ejército Rojo ocupaba, presuroso, la ciudad de Berlín.

Fueron 51 los estados fundadores de la ONU. En la actualidad, son 193.

Claroscuros y desprestigio

En estas 8 décadas, la ONU atravesó cruciales momentos, marcados en dos grandes etapas por la tensión entre el idealismo multilateral versus la realidad determinada por la Guerra Fría y por la obligada ampliación de agenda impuesta tras la globalización y el multipolarismo. Entre tantos, señalamos la descolonización (Filipinas, India y Pakistán, Birmania, Indonesia, Vietnam, Laos, Camboya y casi 30 estados africanos, más una decena de países en el Caribe y el Pacífico, en muchos casos tras cuentas revoluciones). Las disputas geopolíticas y territoriales (Berlín, Corea, Congo, Cuba, Egipto, Israel, Afganistán, los Balcanes, Irán-Irak, Ruanda, Centroamérica, Siria, Sudán, Haití, Gaza, Rusia-Ucrania -para mencionar algunos-).

Asimismo, cabe referir profundas crisis globales: energéticas (como la del petróleo en 1973), ambientales o sanitarias (epidemias y pandemias como el Covid en 2020).

La ONU contó con 9 Secretarios Generales, de diferente perfil: diplomáticos (Trygve H. Lie, Die Hammarskjöld, Javier Pérez de Cuellar); técnicos (U Tant, Boutros Ghali, Ban Ki-Moon) y políticos (Antonio Guterres). Contando con un creciente y diverso enjambre deinstituciones.

En cuanto a su primer fin de mantener la paz y la seguridad internacional, la ONU perdió relevancia. Tras la Guerra Fría, el Consejo de Seguridad pudo mostrar determinación y acción, como ocurrió en Kuwait y la ex Yugoslavia. Pero luego del 11 de septiembre de 2001, predominó la ruptura y la parálisis, como fue evidente con la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003 y después de la intervención de 2011 en Libia.

Sin unidad entre los cinco miembros permanentes, el Consejo no actuó en Ucrania (ni siquiera fue convocado en los encuentros organizados por Donald Trump en agosto pasado, con Vladimir Putin por una parte y VolodomirZelenski más algunas potencias europeas por otro). Se mantiene al margen ante la gradual descomposición de Venezuela.

No se lo convoca en las gravísimas crisis de Medio Oriente (conflictos entre Israel-Hamás e Israel-Irán), con millones de muertos y desplazados. Su participación en Malí, Libia, Siria, Sudán, Sudán del Suro Yemen no ha reportado utilidad. Crece en cambio la actuación individual de sus miembros, como EE.UU., Rusia o China. Tampoco se ha mostrado como referente en ciberseguridad o terrorismo.

En cuanto a la seguridad humana (políticas de desarrollo y universalización de los derechos humanos), en un planeta que pasó de 2.300 millones de habitantes en 1945 a los actuales 8.000 millones, la ONU alude un problema de financiamiento. No debe eludirse la autocrítica: sus organismos especializados principales o accesorios y programas, prisioneros de su propia burocracia, acumulan deficiencias por mala administración.

Se propusieron modificaciones en 2005, 2015, 2023 y 2024. Pero su ineficacia confirma el desgaste del sistema, con acusaciones de explotación, acoso profesional y sexual, tráfico de influencias y corrupción (basta consultar, al respecto, un ilustrativo documental de BBC de 2022).

El Pacto para el Futuro aprobado por la Asamblea General en 2024 parece destinado a perderse en la actual confusión conceptual e instrumental. Se lo señala como un cambio para que nada cambie. Además, la organización ha lanzado la iniciativa ONU80, que prevé recortes en el presupuesto. Fuentes oficiales mencionan “reducciones significativas en la financiación y en los puestos de las entidades de la Secretaría, como consecuencia de las persistentes restricciones de tesorería relacionadas con el retraso y las contribuciones incompletas de los Estados miembros”. Es simple: con Washington retraído de la cooperación habitual (Trump es muy crítico de su funcionamiento) y Pekín reteniendo parte de sus pagos, a la ONU no le cierran las cuentas ni para mantener la ayuda humanitaria ni para continuar con la estructura actual.

Expertos como Araceli Mangas Martín sostienen que la ONU imprimió civilización a las relaciones internacionales, pero que su actual fragilidad institucional en un contexto de creciente desconfianza global, exigen renovación profunda. Tony Judtseñaló la necesidad de reconstruir los puentes entre los principios fundacionales de la organización y sus mecanismos de aplicación, erosionados por ineficiencias internas y presiones externas.

En cualquier caso, aquel edificio donado por Rockefeller y diseñado por Le Corbusier y Niemeyer-concebido como un emblema de la modernidad y la cooperación-, parece hoy estar cada vez más cerca de transformarse en un complejo de oficinas o departamentos de alta gama, que de consolidarse como la casa de la paz mundial que alguna vez aspiró ser.

Redacción

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