Contra quienes se creen dueños de la única moral, no hay otra opción que resistir.
10/08/2025, 02:00
Foto: Archivo
La moral de ellos es la verdadera moral. Ellos son los que dictan los enunciados, los que los imparten, los que los vociferan y en base a ellos se debe actuar. Amén. Quien se aparte de esa moral progresista, con pose popular y sensiblera será un tibio primero, un desleal luego, y un traidor con destino a la colina espartana con empujón asegurado. Kaput.
Es curioso como ellos creen que hacen el bien con su dogmatismo psicopático, viviendo de forma mental beligerante, considerando que todos deberían actuar como a ellos se les canta y funcionando con lógica extremista hacia el resto de los mortales que no comulgamos con sus visiones. Es que, en el fondo, estamos ante jacobinos que no respetan al otro y que se auto invisten de intérpretes totalitarios de la vida de todos. Viene arrogante la cosa.
¿No me diga el lector que no percibe esto en varios de “nuestres congraciades” autoridades? ¿No es irritante cuando desnudan su real credo y lo hacen con la obscenidad del guerrillero aspiracional que admira cómo su papi usaba su arma y cómo la aplicaba a su santificada misión? ¿Se entiende la metáfora no tan metáfora? ¿Se capta que es gente que -en algún momento deliró- salió al mundo a quemar lo que fuera y ahora sus adorados hijitos conducen la nave? Joder, y están allí metiendo panza. ¡Si seremos ineficaces los que creemos en la vida republicana y en el respeto por los demás! Mala nuestra.
No recrimino nada. Cada pueblo elige su destino por razones siempre propias, aunque no siempre compartibles. Los pueblos lloran sus pecados cuando ingresan en derivas morales; son las primeras derivas que irrumpen en escena, luego la economía y todas las otras pestes sobrevendrán, pero lo moral es el inicio de la fiesta intolerante. Luego, sigue la caza de brujas; ya viene.
Primero se reconocen entre ellos, entre los que son esencialmente de la tribu o de la barra. Los de segunda, sorry, chicos, ustedes solo hacen la limpieza de los baños, abren la puerta y replican consignas, pero nunca tendrán un rol estelar, los mercaderes del templo son de segunda. Los fundacionales y sus acólitos, esos adquieren los códigos, los santo y seña del grupo, ellos saben odiar —aunque una clave es no mostrarlo siempre o solo de forma sutil para no asustar— por eso el que desnuda la partida es objetado igual que el amigo que spoilea una película en una reunión de viernes.
La barra se agranda permanentemente, tiene brujos que la comandan, algunos no son reconocibles de entrada, cumplen funciones difíciles de decodificar para el que no cree en esa revolución mística en la posmodernidad: es siempre una revolución moral, de motorización de una supuesta sociedad igualitaria a como dé lugar y solo es cuestión de tiempo el ataque al poder real. Lo que pasa es que el poder real ya no es el Estado, lo fue, pero no lo es más. Ahora el poder real está en gentes acaudaladas (grandes emprendedores) que hay que cooptar o succionar. El Estado es el medio, el trampolín, por eso se enamoraron de él. Era obvio. Y ese es el juego en el que se está: sí, el tema es de poder. Y quien no se doblegue será un traidor moral. Ya no habrá paredón de fusilamiento, pero habrá ostracismo, desprecio y otras cositas. Este es el juego. Deberían saberlo mucho más los que creen que esto es solo “política” y no advierten que siempre es moral y peligroso el asunto. Y contra quien se considera dueño de la moral única hay que ponerlo todo. Hay que resistir. No hay otra opción.
¿Encontraste un error?
Reportar
