El entorno del Castillo de Buda, una joya arquitectónica europea en la que sobrevive la arquitectura de la Belle Époque y el trabajo de Alajos Hauszmann, corre el riesgo de convertirse en un recinto cerrado al público y dedicado al Gobierno. La zona, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987, forma parte del plan Hauszmann lanzado por el primer ministro húngaro Viktor Orbán, que ha presupuestado 600 millones de Europa en reformas que le han valido la advertencia de la Unesco por lo que supondría de daño para el patrimonio histórico.
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