Puede haber más de un motivo por el que la mayoría de los 10.500 miembros de la Academia de Hollywood habilitados para votar anoche hayan elegido a Anora, de Sean Baker, como la mejor película de 2024. Y le dieron no uno, sino cinco premios: mejor película, dirección actriz protagónica, edición y guion original.
Tiene corazón. Su protagonista, una bailarina erótica y prostituta tan valiente como ingenua, se enamora y enamora al hijo caprichoso de un magnate y oligarca ruso y se casa con él en Las Vegas. Y allí, Anora, que ya había ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes el año pasado, se transforma. Crece. No es otra película, sino que sabe incluir a la anterior, incrementa su interés y termina ganándonos toda la empatía.
Su protagonista (Mickey Madison, una de los Ghostface en la Scream de 2022, una víctima del personaje de Brad Pitt en Había una vez… en Hollywood) es querible y uno está siempre de su lado. En eso no se diferencia demasiado del arquitecto que encarna Adrien Brody en El brutalista, o del cardenal de Ralph Fiennes en Cónclave. La película si algo destila es pasión, energía, vida.
¿Es drama? Es drama. ¿Es comedia? También es comedia.

¿Una versión de «Cenicienta», o de «Mujer bonita»?
Algunos ven en Anora la historia de Cenicienta, pero mucho más jugada y, no hay que spoilear, pero las películas de Baker no suelen tener un happy end.
Se parece más a Mujer bonita, en la que Vivian, la prostituta que encarnaba Julia Roberts, se enamoraba de otro tipo que nada en dinero (Edward, que interpretaba Richard Gere). Pasaron 35 años, y el sueño americano de Vivian y de Anora tal vez sea el mismo, pero la realidad actual y la de los ’90 no son simétricas.
Para nada.

Pero Baker, un especialista en retratar el white trash estadounidense, de Tangerine a Proyecto Florida, no encorseta ni pinta a ninguno de los personajes como villano -aunque a más de uno darían ganas de asesinarlo-. Todos están movidos por el poder el dinero. Todos, menos uno. Igor (sí, como el ayudante del doctor Frankenstein), que interpreta un injusto perdedor del Oscar anoche, Yura Borisov, y que integra el séquito de rusos que debe cuidar al malcriado Vanya (Mark Eydelshteyn).
Hollywood rendido a sus pies
La Academia de Hollywood se rindió a los pies de Sean Baker, que subió al escenario del Dolby Theatre no una, ni dos, ni tres, sino cuatro veces: como fue productor del filme, se llevó la estatuilla a mejor película, y también ganó mejor dirección, guion original y edición.
Ni Orson Welles logró tanto.

Será una cuestión de mera casualidad, o tal vez, todo lo contrario, pero Anora, la ganadora del Oscar a la mejor película, era -es- la única de las diez que competían que no transcurría en el pasado, sino en el tiempo presente, en la sociedad actual y con elementos que se parecen mucho al mundo en el que vivimos.
Tal vez, por eso la premiaron. O tal vez El brutalista les resultó demasiado excesiva -en todo-, o no se creyeron alguno de los giros finales de Cónclave. Pero prefiero creer que Anora ganó por méritos propios. Nunca sabremos por cuántos votos se impuso, pero el mío lo hubiera tenido.