La guerra es la expresión más brutal de un sistema en descomposición. En este marco, este artículo intenta reflexionar sobre el rol que jugamos les jóvenes en la lucha contra la maquinaria de guerra imperialista, y cómo nuestra organización y movilización pueden abrir camino a otro mundo posible.
La juventud atraviesa una crisis estructural que impacta todos los aspectos de su vida. La precariedad laboral, la desocupación y las dificultades para acceder a una vivienda digna y servicios de salud configuran nuestro presente. Además, la masificación educativa ha generado una sobreoferta de trabajadores calificados que el sistema no reconoce ni absorbe, dejando a muchas y muchos estudiantes universitarios sin perspectivas claras de futuro. No es casual que en numerosas universidades hayan surgido movilizaciones, que exploraremos más adelante, como expresión de rechazo y resistencia ante esta realidad.
Frente a este panorama, que suma la amenaza de una crisis climática inminente y la probabilidad de una crisis económica vinculada a la guerra, se vuelve urgente pensar en cómo construir una alternativa real. Esta alternativa debe estar en nuestras manos, rompiendo profundamente con el capitalismo y organizándonos junto a la clase trabajadora, no supeditados a los intereses imperialistas y los grandes empresarios.
En esta perspectiva, es alentador que la juventud esté forjando un nuevo y poderoso movimiento global contra las guerras imperialistas. Lo vemos en las masivas movilizaciones contra el rearme en Alemania, en la resistencia al alistamiento obligatorio, y sobre todo en las crecientes protestas internacionales contra el genocidio en Gaza. Esta lucha, que apunta al sionismo colonialista y sus cómplices como responsables de la barbarie, es la gran bandera que une a la juventud internacional hoy.
A lo largo de este artículo, buscaremos profundizar en estos ejemplos contemporáneos, convencides de que la movilización actual recoge la herencia de luchas históricas como el movimiento contra la guerra de Vietnam, la Revolución Cubana, el Cordobazo y el Mayo Francés, y tiene el potencial de impulsar transformaciones profundas hacia otro mundo posible.
Irán, Israel y EEUU: una nueva fase de la agresión imperialista
Las últimas semanas marcan un salto cualitativo en la agresión imperialista. El reciente bombardeo estadounidense a instalaciones nucleares en Irán, en línea con la ofensiva israelí sobreGaza, aceleró las tendencias a la guerra, con injerencia directa en Medio Oriente. Esta ofensiva busca rediseñar el mapa regional al servicio de los intereses del imperialismo norteamericano y el sionismo colonialista. El genocidio en Gaza, con al menos 59.000 muertes, según estimaciones conservadoras, es el telón de fondo de esta profundización bélica.
La participación directa de EE. UU., el rol de la OTAN en Ucrania y el alineamiento de gobiernos como el de Javier Milei en Argentina, quien celebra cada bombardeo y actúa como embajador de Trump, consolidan un eje global reaccionario con claras tendencias guerreristas.
Esta escalada ocurre en el marco de una profunda crisis de hegemonía estadounidense. Aunque Trump asumió prometiendo frenar los conflictos, desde su llegada las guerras no han hecho más que intensificarse. La ofensiva colonial de Israel sobre Palestina se profundiza, la guerra entre Rusia y Ucrania continúa, y el reciente anuncio de “fin de la guerra de los 12 días”, un alto al fuego frágil y forzado, expone la impotencia de EE.UU. para contener a Netanyahu, que volvió a bombardear pocas horas después. La política de Trump de negociar desde la amenaza, como ya lo había hecho con los aranceles, muestra claros signos de fracaso: no logra imponer límites reales a ningún actor, y esta vez no tiene margen para retroceder fácilmente.
¿Cómo lograrán Trump y sus aliados que millones de jóvenes acepten su agenda bélica? Por ahora no enfrentan una guerra con reclutamiento obligatorio, como en el siglo XX. Las intervenciones actuales, como la de la OTAN en Ucrania o los ataques de EE. UU. a Irán, se basan en bombardeos, operaciones especiales y asistencia militar, sin desplegar tropas en masa.
Pero eso no significa que no haya una disputa política. Para sostener este rumbo guerrerista, los gobiernos necesitan construir consenso social, justificar el gasto militar y avanzar con presupuestos de guerra. Ese gasto se paga con recortes. El compromiso de la OTAN de destinar el 5 % del PBI al rearme implica más ajuste, deuda y precarización para la juventud y la clase trabajadora. Si los conflictos escalan y reaparece el reclutamiento obligatorio, como ya se discute en países como Alemania, el dilema de cómo movilizar pueblos enteros por intereses ajenos volverá con fuerza.
A esto se suman otras movilizaciones al hacia el interior de Estados Unidos. Las movilizaciones contra el bombardeo en Irán frente al Capitolio, y las protestas universitarias y callejeras, son una clara expresión del rechazo a ser arrastrados a conflictos imperialistas. Las acciones bajo la consigna «No King» de la que participaron entre 5 y 6 millones de personas, siendo las movilizaciones más masivas de la historia norteamericana reciente, evidenciaron la preocupación y la respuesta del movimiento de masas frente al creciente autoritarismo del gobierno.
Pero el real punto de partida ineludible es la profunda indignación y resistencia que provoca el genocidio en Gaza, especialmente entre sectores juveniles. La masacre televisada del pueblo palestino, llevada adelante por el Estado de Israel con el respaldo directo de Estados Unidos y otras potencias imperialistas, se ha convertido en un catalizador global de movilización. En miles de jóvenes, despertó no solo una solidaridad inmediata con Palestina, sino también una toma de conciencia más amplia sobre el carácter brutal del orden imperialista, el colonialismo y el saqueo capitalista. La causa palestina emerge así como una gran bandera internacional que expresa el rechazo a toda esta política y concentra el malestar de una generación que se niega a ser cómplice.
Las movilizaciones contra el bombardeo en Irán frente al Capitolio, y las protestas universitarias y callejeras, son una clara expresión del rechazo a ser arrastrados a conflictos imperialistas. Las acciones bajo la consigna «No King» de la que participaron entre 5 y 6 millones de personas, siendo las movilizaciones más masivas de la historia norteamericana reciente, evidenciaron la preocupación y la respuesta del movimiento de masas frente al creciente autoritarismo del gobierno.
Desde la Red de Agrupaciones En Clave Roja denunciamos que, mientras las potencias imperialistas escalan la guerra, intentan presentarla como una respuesta “defensiva” o “humanitaria”, apelando a la amenaza nuclear o a la “seguridad internacional” para justificar sus ataques. Pero no se puede pensar la guerra actual sin denunciar su carácter profundamente imperialista. Estados Unidos, Israel y sus aliados, desde la ultraderecha internacional hasta el establishment liberal europeo, buscan imponer una narrativa en la que Irán representa una amenaza global, cuando es el Estado de Israel quien posee arsenal nuclear y lleva adelante un genocidio televisado. No apoyamos políticamente al régimen reaccionario iraní, pero defendemos su derecho a resistir los ataques imperialistas y nos pronunciamos por la derrota militar del Estado sionista y sus aliados.
Denunciar la guerra sin señalar quién la impulsa y con qué fines no solo es inútil: es funcional al imperialismo. Frente a la catástrofe que preparan las clases dominantes: rearme global, ajuste, hambre, destrucción ambiental y amenaza nuclear, es más urgente que nunca construir una perspectiva revolucionaria e internacionalista contra la guerra. No es la primera vez que los pueblos enfrentan este desafío.
En los años ‘60, el movimiento contra la guerra de Vietnam puso en cuestión no solo la política exterior de EE.UU., sino también el racismo, el patriarcado y las opresiones internas. La clave sigue siendo la misma: unir la lucha contra la explotación y la opresión con la solidaridad activa hacia los pueblos que resisten. Desde abajo y a la izquierda, con la juventud, la clase trabajadora y todos los sectores oprimidos, podemos construir una fuerza social capaz de enfrentar a los verdaderos responsables de este orden de guerra, saqueo y miseria.
La resistencia global de la juventud ante el genocidio y el militarismo
Lejos de ser una generación de derecha, la juventud es protagonista central en las luchas contra los gobiernos ultra reaccionarios que hoy gobiernan, desde el trumpismo y sus redes hasta Bolsonaro, Milei, Meloni, Le Pen y la AfD. Enfrenta una ofensiva global profundamente reaccionaria y responde desafiando la crisis capitalista y las narrativas que intentan encasillarla.
Luego del primer ciclo de ocupaciones universitarias en Estados Unidos y Europa, asistimos hoy a un nuevo momento del movimiento por Palestina. Frente al recrudecimiento del genocidio en Gaza, la solidaridad internacional no solo se sostuvo, se expandió y politizó. Lo que comenzó como una reacción ante una masacre, hoy se consolida como una gran causa humanitaria, pero también abiertamente antiimperialista y anticolonial, capaz de cuestionar las complicidades estatales, empresariales y académicas con el régimen sionista.
El movimiento global de campamentos universitarios en solidaridad con Gaza durante el 2024 es una de las respuestas más contundentes del estudiantado internacional contra el genocidio palestino y una fuerte contratendencia contra la profundizacion del militarismo.
Este fenómeno, que evoca las movilizaciones contra la guerra de Vietnam, puso en jaque a gobiernos y universidades al exponer sus vínculos con los intereses sionistas. En EE.UU., epicentro de estas protestas, cientos de universidades articularon a estudiantes, docentes y trabajadores con demandas como la ruptura de lazos con Israel y la desmilitarización de los campus. La brutal represión impulsada por el gobierno de Biden y ejecutada por decenas de universidades no logró frenar la resistencia, el pasado viernes fue liberado Mahmoud Khalil, activista detenido durante 104 días, en una victoria que celebramos todes quienes luchamos contra el genocidio.
Esta ola de solidaridad no se limitó a EE.UU. En Europa también hubo enormes movilizaciones. En Alemania, más de 300.000 jóvenes marcharon en enero contra la ultraderecha, en las protestas más masivas desde la guerra de Irak en 2003. Y solo la semana pasada, 50.000 personas se movilizaron en Berlín en apoyo al pueblo palestino, en una acción totalmente inédita en un país donde la solidaridad con Palestina ha sido históricamente criminalizada. En Francia, el Estado español y el Reino Unido, la juventud levantó campamentos universitarios, ocupó facultades y enfrentó desalojos y represión. En todos estos países, no solo se expresó el rechazo al genocidio en Gaza, sino también un creciente cuestionamiento a la complicidad de sus gobiernos y al giro belicista que representa el plan de la OTAN de destinar el 5 % del PBI a gastos militares hasta 2035.
La resistencia no se limita a los campus universitarios; también cuestiona el rol de los mega empresarios y sus ganancias. En Alemania, durante una jornada nacional convocada por IG Metall, el principal sindicato metalúrgico, para apoyar el rearme, algunos trabajadores rechazaron abiertamente el rearme y la intención de reconvertir la producción para armamento, distanciándose del sindicato. “Están locos en Berlín”, decía uno. Otro, recordando la historia de su país, advertía: “Ya vimos esto en los años 30. Hay que evitarlo”. No quieren volver a ver a Volkswagen fabricando armas ni al Estado hundiendo miles de millones en muerte, mientras aumentan el desempleo y se deteriora la vida.
En el mismo sentido, en el Reino Unido, miles de activistas protestaron frente a fábricas de armas que producen piezas para los F-35 vendidos al ejército israelí, denunciando el rol directo de la industria bélica británica en el genocidio en Gaza. Plantearon que esa producción podría reconvertirse para cubrir necesidades sociales, como trenes y transporte público, en lugar de sostener la guerra. El domingo pasado, en Chile, distintas organizaciones solidarias con Palestina realizaron una nueva jornada de funa al llamado “buque de la muerte” en el puerto de Valparaíso. El cargamento, con destino a Haifa, contenía químicos utilizados por el Estado de Israel para fabricar explosivos. Al grito de “¡No más armamento para los genocidas, los trabajadores estamos con Palestina!”, se expresó una fuerza que, aunque aún incipiente, nos muestra un camino clave.
Estas iniciativas anticipan la enorme potencialidad de una acción internacionalista si se generaliza la unidad entre la juventud y la clase trabajadora, tanto en los países imperialistas como en los oprimidos. No es una utopía: cuando EE.UU. entró en la Primera Guerra Mundial, una huelga de la IWW en la industria maderera del noroeste del país redujo la producción de abeto,clave para fabricar alas de avión, confirmando el poder que tienen los trabajadores para interrumpir las cadenas de suministro militar. Si esas experiencias se retoman en clave actual, podría ponerle darle batalla al genocidio en curso.
A esto se suman iniciativas de coordinación internacional como la Flotilla de la Libertad y la Marcha Global por Gaza, que han desafiado directamente el bloqueo ilegal israelí. La Flotilla, que buscaba entregar ayuda humanitaria a Gaza, sufrió detenciones arbitrarias, deportaciones y el robo de la ayuda, incluyendo al barco Madleen, donde viajaban activistas como Greta Thunberg. Estas acciones permitieron visibilizar y denunciar no solo el cruel asedio a Gaza, sino también la impunidad del régimen sionista.
En paralelo, la Marcha Global hacia Gaza desde Egipto fue una fuerte expresión de solidaridad internacional. Participó una delegación argentina, con nuestros compañeros Luca Bonfante y Pato Del Corro, y buscaba llegar a Rafah para denunciar el genocidio en curso.
Como contaron en su crónica, el gobierno de Al Sisi respondió con represión, detenciones y deportaciones que afectaron a cientos de participantes, incluidos dos compañeros españoles deportados apenas llegaron. Pese a estas restricciones, la marcha global logró en parte su objetivo: romper el silencio, evidenciar la complicidad estatal en el bloqueo y poner la masacre en Gaza en el centro del debate mundial. Esta acción internacional se sincronizó con dos iniciativas clave: la caravana que venía del norte de África: el “Convoy de Resistencia del Magreb”,que fue detenida en la frontera, y la Flotilla de la Libertad que se dirigía por mar, encabezada por Greta Thunberg, un símbolo de esta nueva generación que se suma a la causa palestina.
En Egipto, a pesar de la censura y la represión, los activistas percibieron un fuerte apoyo popular: camioneros que tocaban bocina al pasar, gestos de simpatía y complicidad que contrastan con la actitud del gobierno, motivada por intereses económicos y geopolíticos como la explotación conjunta de yacimientos de gas en el mar de Gaza. La represión tiene un objetivo claro: evitar que la enorme simpatía de las poblaciones árabes por la causa palestina, y el rechazo visceral al Estado genocida de Israel, se transformen en movilización activa. Un temor que remite a la experiencia de las primaveras árabes, cuando millones salieron a las calles cuestionando no solo a las potencias imperialistas, sino también a sus propios regímenes autoritarios y cómplices.
También en América Latina, la solidaridad con Palestina resuena con fuerza. Miles se movilizaron en Santiago de Chile y otras ciudades.
En Brasil y Argentina, acciones masivas, como la marcha convocada por el Comité Argentino de Solidaridad con Palestina en Plaza de Mayo, repudiaron la ocupación. En las universidades, el compromiso es concreto: en México, una asamblea de cientos de estudiantes y docentes de la UNAM votó levantar un campamento frente a rectoría el 2 de mayo, en solidaridad con Palestina y contra la represión en EE.UU. y Francia. En Chile, más de 500 estudiantes ocuparon la Casa Central de la Universidad de Chile, declarando su voluntad de ser parte del movimiento internacional por la liberación palestina.
Estas luchas, lejos de ser episodios aislados, expresan un hilo común: una generación que empieza a conecta las injusticias propias con el sistema imperialista global, demostrando que la supuesta apatía es, en verdad, la búsqueda activa de una salida colectiva.
Un proyecto revolucionario es la única salida a la barbarie
La barbarie del imperialismo se manifiesta crudamente en ataques militares y genocidios, como los perpetrados por el Estado de Israel contra el pueblo palestino. Las fuerzas israelíes reciben órdenes de disparar a personas que buscan alimentos en Gaza, una muestra escalofriante de la deshumanización que acompaña el asedio. Frente a esta ofensiva, la única salida es un proyecto revolucionario internacionalista.
La juventud, lejos de ser apática, está reconstruyendo una vasta tradición de organización y lucha. Desde la red de agrupaciones estudiantiles En Clave Roja, nos reivindicamos como parte activa de esta generación que se coordina con la clase trabajadora para enfrentar a la ultraderecha y al sistema. Como parte del PTS en Argentina y la Fracción Trotskista (FT-CI) a nivel internacional, intervenimos directamente en estas batallas.
En Francia, nuestres compañeres de Révolution Permanente vienen dando un salto cualitativo en organización, con un marcado protagonismo de la juventud trabajadora y estudiantil. En las últimas elecciones universitarias, miles de estudiantes votaron por listas impulsadas por RP, expresando un creciente interés por la perspectiva que plantea la izquierda revolucionaria en las universidades frente al genocidio en Palestina, la represión y el avance reaccionario. Este crecimiento se consolidó con un acto multitudinario en París por el socialismo internacionalista, que reunió a más de 2.000 personas y mostró la fuerza de una nueva generación que se organiza con una perspectiva anticapitalista, antirracista y revolucionaria.
En ese marco, la movilización masiva ante el juicio político contra Anasse Kazib, referente ferroviario de RP, perseguido por denunciar el apoyo del Estado francés al genocidio en Gaza, fue una demostración concreta de resistencia desde abajo. Lejos de intimidarse, lograron transformar la audiencia judicial en una verdadera tribuna de denuncia contra el imperialismo y el régimen racista francés, rodeado de una enorme solidaridad obrera, juvenil e internacionalista.
Nuestres compañeres de la Organización Revolucionaria Internacionalista (RIO) en Alemania vienen jugando un papel clave en el impulso de una izquierda radical y combativa. Tras presentarse por primera vez a las elecciones en Berlín, donde se expresó una importante votación juvenil a la izquierda de Die Linke, están abriendo un debate conjunto con sectores de la juventud de ese partido sobre la necesidad de romper con los pactos imperialistas y reconstruir un programa verdaderamente revolucionario. Esto cobra aún más fuerza luego de que representantes de Die Linke en la Cámara Alta votaran a favor del presupuesto de guerra y el rearme militar, mostrando hasta dónde puede llegar la adaptación al régimen por parte de su dirección.
En Argentina, desde la red de agrupaciones En Clave Roja, no solo fuimos parte activa de las múltiples movilizaciones contra el gobierno ultraderechista de Milei, desde el 1F contra sus dichos homofóbicos en Davos, pasando por las tomas y marchas contra el desfinanciamiento educativo, hasta la presencia cada miércoles junto a les jubilades, sino que también levantamos con orgullo la bandera de la causa palestina a pesar de la persecusión y judicialización de quienes nos ubicamos en esta vereda, mientras un sector de la política local elige el silencio cómplice frente al genocidio del siglo XXI.
Desde un internacionalismo solidario y revolucionario, impulsamos múltiples acciones en las universidades por Gaza, como las realizadas en el marco del 76° aniversario de la Nakba, con intervenciones artísticas, actos y charlas en universidades de todo país. Además, fuimos parte de la delegación argentina que integró la brigada internacional en Egipto, llevando ayuda humanitaria y exigiendo el fin del genocidio en Gaza, en el marco de la Marcha hacia Palestina.
Entre quienes viajaron estuvo nuestro compañero Luca Bonfante, estudiante de Filosofía y Letras (UBA) y candidato del Frente de Izquierda, cuya participación en la brigada internacional de la Marcha hacia Palestina no solo fue un acto de solidaridad concreta, sino también una reafirmación del compromiso internacionalista de nuestra organización en la primera línea de las luchas globales, quien en el acto de Ferro expresó: «Yo sé que es difícil ser joven en esta época. Tenemos compañeros con problemas de ansiedad, que no saben cómo pagar el alquiler, que tienen laburos de mierda, que les quema la cabeza. Pero créanme, compañeros, no hay nada más lindo que sentir que uno está aportando a una causa colectiva».
La juventud tiene razones para no resignarse. No queremos ser carne de cañón de la guerra imperialista, no aceptamos la precariedad ni la opresión, no miraremos para otro lado ante genocidios. Queremos decidir sobre nuestras vidas. Nuestro futuro no puede estar en manos de Trump, Milei, Netanyahu ni de ninguna élite imperialista. Está en nuestras manos, organizados junto a la clase trabajadora. Por eso peleamos por una salida socialista, antiimperialista, antipatriarcal, anticapitalista y revolucionaria.
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