Una vida dedicada al arte. Este 8 de octubre, a los 70 años, falleció el gestor cultural, artista y político Pablo Canedo. Egresado del Colegio Nacional de Monserrat -cuya impronta humanista estaba muy presente en su hacer-, tuvo un paso por la facultad de derecho (como gran parte de los cordobeses) para luego obtener su título en pintura por la UNC.
Desde entonces nunca dejó de pintar y su obra ha tenido un reconocimiento significativo con más de 130 exposiciones, participación en bienales internacionales y ferias a lo ancho de todo el mundo. Su trabajo plástico recibió numerosas distinciones y muchos museos pueden listar obras de su autoría en sus colecciones. A su carrera de artista, le sumó la actividad docente en las técnicas que más disfrutaba: el dibujo y la pintura. La enseñanza fue otro terreno donde dejó un reconocimiento que perdura hasta estos días. Dice una amiga “¡fue mi profesor!” y luego alza la vista al cielo con tristeza.
Su trayectoria como gestor cultural fue el punto de mayor visibilidad pública. Inicialmente dirigió el Centro de Exposiciones José Malanca (ahora España Córdoba), el Museo de Arte Contemporáneo Chateau Carreras, para luego ser Presidente de la Agencia Córdoba Cultura de la Provincia, durante ocho años.
Justamente en este período, con el Gobernador José Manuel de La Sota, implementó una política cultural titánica que supuso un salto cualitativo y cuantitativo para todas las personas de esta provincia. La adopción del modelo de agencia con rango ministerial, junto con una gran cantidad de obras (el nuevo Museo Caraffa, el Museo Dionisi, Ciencias Naturales, Centro Cultural Córdoba además de la conformación de un gran entramado de instituciones culturales) y un enfoque desarrollista, caracterizaron una época que puso a la cultura de Córdoba en el centro de las miradas del país y la región.
Pero no sólo impulsó la gestión cultural en la administración pública: incansable, siempre entusiasta, seductor de públicos y privados, invirtió los últimos años de su vida en la creación y consolidación del MACU, el Museo de Unquillo. Esta institución, fundada junto a sus colegas José Utrera, Raúl Díaz y Ernesto Berra, es otro sueño de un loco vuelto realidad. Un espacio expositivo de primera categoría, ubicado en el nacimiento de las sierras, y construido con voluntad y gestión.
El peronismo: la realidad es la única verdad
Tal vez, una de las mayores conquistas de este intelectual fue transformar en una realidad para la gente, su ideología peronista. Dice la investigadora Natalia Albanese que Canedo pensaba -y realizaba- cimientos para una estructura posible del arte. Un lobo político que supo pensar, hacer la rosca y dejar un legado a la altura de sus sueños.
Pablo Canedo tenía una personalidad poderosa, una inteligencia elástica y mucha sensibilidad. Contundente, pero tan fino como sus dibujos, alguna vez ofreció cierta resistencia a la realización de un concierto popular en un teatro lírico, batalla que perdió. Cuando la prensa le preguntó cómo se iba a comer ese sapo, respondió “hasta los sapos, con aceite de oliva, son ricos”.
La madurez
Su presencia siempre produjo una energía fortísima, inclusive pasados los tiempos de altos cargos. Su barriguita, ya liberada de las camisas de funcionario, lucía mucho mejor con ropa relajada. De la misma manera, cada levantamiento de cejas -gafas de por medio-, significaba lúcida calidez para enmarcar su mirada inquieta y la búsqueda, permanente, de la palabra exacta, de alguna imagen para ilustrar, para pintar lo que decía.
Culto, cautivador, hechicero, sus labios prometían una sonrisa inminente mientras que sus palabras ponían cada cosa en su lugar.
Se comenta, aunque el autor no puede dar fe, que su arte se extendió a la cocina, donde recibió un reconocimiento ideal para un tiempo que le encontró distendido, mientras cosechaba el cariño de alumnos, artistas, y colaboradores de la gestión pública, en la huerta de su trayectoria.