Tatiana, vecina de una localidad de Lleida, tiene 56 años y cobra una exigua pensión de 448 euros “después de haber trabajado toda la vida”. El año pasado le dijeron que tenía leucemia y que tendría que trasladarse a Barcelona para un trasplante de médula ósea. Cuando recibiera el alta tendría que quedarse cerca del hospital para seguir el tratamiento médico, a más de 160 kilómetros de su municipio.
En ese momento Tatiana no estaba preocupada por su salud, sino por otra cuestión más material: “¿Qué haré cuando salga del hospital? ¿Me iré a dormir a un portal?”. Por fortuna, no tuvo que hacerlo: vivió cuatro meses en el piso de una fundación, como las familias de otros 838 pacientes (incluidos niños) que se beneficiaron de estos recursos solidarios. Pero otras 185 solicitudes no pudieron cubrirse, un 16% más que en el 2023.
Luz verde a 838 solicitudes y roja a 185: no había lugar donde alojar a las familias
Esas 185 solicitudes desatendidas pesan como una losa. “La capital catalana es cara. Alquilar un piso (no digamos uno turístico) está por las nubes. Y, aunque tuvieras el dinero, no te lo alquilan si no sabes cuánto tiempo lo vas a necesitar. El precio medio de una noche de hotel es de 190 euros. ¿Quién puede permitirse tal gasto, y más para estancias largas?”. Formulan esta cuestión siete entidades sociales que alojan de forma altruista a desplazados como Tatiana y sus familiares.
Son la Fundación de Oncología Infantil Enriqueta Villavecchia, la Fundación Josep Carreras contra la Leucemia, la Fundación Inés Arnaiz (centrada en la atención a la infancia), la Fundación Hospitalidad Mare de Déu de Lourdes (que fomenta la autonomía de personas con discapacidad), la Asociación de Trasplantados Hepáticos de Catalunya y la Asociación de Familiares y Amigos de Niños Oncológicos de Catalunya.

Beneficiarias y representantes de entidades altruistas
Pau Venteo / Shooting
A estas seis instituciones hay que sumar una séptima, la Fundación Jubert Figueras, dedicada específicamente a ayudar y mejorar las condiciones de vida de familiares que cuidan a enfermos lejos de su casa. Las otras seis comparten este mismo objetivo, aunque también tienen otros relacionados con la investigación médica, la lucha contra las desigualdades y la defensa de los derechos de las personas con discapacidad.
Las siete entidades coinciden en un deseo: “Ojalá no tuviéramos que existir”. En Francia, explican, “cada nuevo proyecto de construcción de un hospital incluye un hotel para los pacientes y sus familias”. La falta de respuestas estatales deja aquí la solución en manos de fundaciones como estas, que hacen lo que pueden con sus fondos, ayudas, donaciones y subvenciones. Y no llegan todo lo lejos que querrían.
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Las entidades han creado un grupo de trabajo para atender de forma unificada las peticiones que les llegan a través de las trabajadoras sociales de los hospitales de referencia. Disponen de 41 alojamientos y 115 habitaciones (hay pisos que pueden ser compartidos) en el área metropolitana de Barcelona. No solo atienden a personas del resto de Catalunya y de España, sino también de otros países.
Una de estas trabajadoras sociales, Eunice Blanco, del hospital Vall d’Hebron, aunque hablaba en nombre de todas sus compañeras del resto de centros de la sanidad pública catalana, elogió esta labor altruista: “No ofrecéis una habitación. Ofrecéis un hogar”. En situaciones de cáncer pediátrico es habitual que los dos padres dejen de trabajar para acompañar a su hijo. La bajada de los ingresos familiares puede llegar al 60%…

Uno de los pisos de la Fundación Villavecchia
FV
Y los gastos se disparan si además deben desplazarse para seguir los controles o un tratamiento médico a un centro sanitario de Barcelona, l’Hospitalet, Badalona o Sabadell, entre otras ciudades. La falta de alojamiento añade todavía más angustia a las persona que han de buscar por su cuenta lugares donde pernoctar, un gasto que en muchos casos resulta inasumible, incluso para familias de clase media.
“En casa hay dos sueldos y si nos pasara a nosotros, no podríamos costear una larga estancia a 40, 50 o 100 kilómetros de nuestra vivienda habitual”, dijo una portavoz. Las asociaciones temen que pacientes y familias de ese colectivo de 185 solicitantes excluidos tuvieran que recurrir “a soluciones de emergencia, como dormir en el coche”. O, peor aún, al saco de dormir y el portal del que hablaba Tatiana.
Los retos
Un grave problema que irá a más
Las siete fundaciones que dieron la cara este miércoles para lanzar un SOS se felicitaron por el hecho de que Barcelona se consolide como un polo de la innovación científica y los avances médicos. “Enfermedades que antes eran incurables hoy tienen respuesta”. Pero esta tendencia plantea nuevos retos. Cada vez serán más las familias que pidan ayuda mientras dura el tratamiento de los suyos.
Los recursos de las entidades altruistas no aumentan en la misma proporción que la demanda (Vall d’Hebron, Clínic y Sant Pau son los hospitales que cursan más solicitudes de alojamiento) . “La carestía de la vivienda, la imposibilidad de alquilar durante periodos inciertos y la creciente precariedad social hacen que la acogida solidaria sea más necesaria que nunca”.