La muerte del papa Francisco es una prueba más de que la Historia sigue los pasos de Cónclave y no al revés. La realidad se alinea tan alevosamente con la película que no es loco pensar que algún productor haya hecho un pacto con San Pedro.
Llegó a los cines en medio de la internación de Francisco, saltó a plataformas (Prime Video y Flow) poco antes de su muerte y ahora, como pasa en la trama, ya sellaron el cuarto donde fue hallado sin vida. ¿Qué sigue?
Tal cual se desarrolla en la película, en los próximos días será el cónclave, una serie de reuniones ultrasecretas y herméticas en las que cada cardenal vota por el sucesor del papa fallecido.
Y, si todo marcha según la sincronización divina, las sesiones deberían ser varias, intensas y muy cambiantes (para elegir a Francisco solo hicieron falta cinco). Así, el próximo líder católico podría ser un reformista, un ultraconservador, un tapado o, por primera vez en la historia, un papa negro.
Las realidad del film: ¿quién podría ser el próximo papa, según Cónclave?
En un contexto de agitación social, Cónclave empieza con la muerte del papa (un papa ficticio, como todo lo que pasa en la película). Ese es el primero de una serie de infortunios de los que el cardenal Lawrence de Ralph Fiennes deberá hacerse cargo. Hay un meme de Alberto Fernández con un subtítulo que reza: “¿Qué pasó ahora la p*ta madre?”. Ese chiste de internet es perfecto para que quien no haya visto Cónclave comprenda el estado en el que vive el protagonista en toda la película.
Por ser decano del Colegio Cardenalicio, Lawrence tiene que presidir en el Vaticano la serie de reuniones -el cónclave- en las que 120 cardenales se deberán poner de acuerdo para elegir al próximo sumo pontífice.
Todo indica que el Lawrence de la vida real sería el vicedecano Leonardo Sandri, ya que el decano, Giovanni Battista Re, está impedido por su avanzada edad (tiene más de 80 años). Mientras tanto, el camarlengo que se encarga de la gestión del Vaticano en la transición es el irlandés Kevin Farrell.
A partir de acá hay spoilers de la trama.
En Cónclave, los cardenales analizan seriamente como candidato a Joshua Adeyemi, de Nigeria.

Más allá del shock que causaría la elección de un papa negro en una Iglesia Católica que siempre priorizó a los caucásicos, esta figura es controversial por la famosa predicción de Nostradamus que lo vincula con el fin del mundo.
Ahora bien, algunos cardenales que podrían hacer historia en los próximos días son Fridolin Ambongo (Congo), Wilton Gregory (Estados Unidos), Peter Turkson (Ghana) y Robert Sarah (Guinea). Los tres primeros seguirían los pasos reformistas de Francisco, mientras que el último adoptaría una postura más conservadora.

El caso de Aldo Bellini –Stanley Tucci en la película- es el de un reformista que, traspolando la trama a la realidad, prolongaría las ideas de Francisco.

En el Vaticano, dos de los cardenales de visión progresista, de justicia social y mayor cercanía al pueblo con más posibilidades de convertirse en papas son Luis Antonio Tagle (Filipinas) y Jean-Marc Aveline (Francia).

Más moderado y alineado con el establishment es el cardenal Lawrence. En el film queda claro: Lawrence no quiere estar en la posición en la que lo colocan sus pares (aunque con el correr de los minutos le va encontrando el gusto).

Su postura la comparten, por ejemplo, los italianos Pietro Parolin y Matteo Zuppi, ambos de elevado poder en la actual Iglesia Católica.

En Cónclave, Tremblay y Tedesco representan al sector más conservador de la iglesia. El primero, más moderado; el segundo, radical. Los dos entienden que el Vaticano debe dar un vuelco de 180 grados y volver a las bases.

Como ellos, Raymond Leo Burke (Estados Unidos), Willem Jacobus Eijk (Países bajos) o Carlo Maria Polvani (Italia).

El último es el «tapado”, el cardenal Benítez. Fue nombrado in pectore (en secreto) por el Papa anterior e impacta con su llegada. Nadie sabe nada de él ni mucho menos de sus misiones en Afganistán. En él rápidamente se vislumbra una visión más reformista que conservadora.

Un gesto esencialmente similar al del papa ficticio de Cónclave tuvo Francisco antes de morir.
Jorge Bergoglio dejó un panorama muy favorable para prolongar sus ideas desde el cielo: el 80% de los 135 cardenales que votarán en las próximas sesiones fueron escogidos por él.
De los últimos tres papas Francisco fue el que, por lejos, nombró a la mayor cantidad de cardenales latinoamericanos, convirtiendo al continente en la segunda minoría detrás de Europa. Además aumentó el número de votantes y globalizó el Vaticano con la incorporación de representantes de países subdesarrollados.
Un enorme tapado podría ser, por ejemplo, el uruguayo Daniel Sturla, que votará por primera vez en la elección de un nuevo papa y será elegible.
Sturla dijo al diario El país que “sería muy difícil” que fuera electo porque “primero la Iglesia tiene que definir el perfil del nuevo papa y hay cardenales realmente con una preparación y con una trayectoria que creo que es lo que los otros cardenales miraremos para elegir».

Como pasa en las películas o series de intriga política, como Succession o House of Cards, en Cónclave cada candidato -a excepción de uno- es, por H o por B, volteado por el resto.
Una cosa es la vida, otra la película
El lado oscuro y benevolente del poder afloran como polos repelentes para motivar la trama.
En provecho de la triste efeméride, Mariana Enríquez le dedicó un posteo a Francisco en el que menciona la película. “Y ahora CÓNCLAVE: qué DÍAS por delante. Espero que sea mejor que esa película horrenda que le gustó a todo el mundo”, escribe la autora argentina de «Nuestra parte de noche». ¿A qué se refiere?

Enríquez entiende lo que viene y escribe la expresión “qué días por delante” por el efecto que le causó la película. A priori, una contradicción con su calificación «película horrenda«.
Ahora bien, ¿podría decirse que Cónclave es una “película horrenda”? En cierto punto sí: está llena de hipérboles, falta de sutilezas, estereotipos, eventos inverosímiles y no exenta de cierta pereza narrativa y resoluciones un poco forzadas. Nada que no le falte a un buen culebrón turco.
Que le haya gustado a “todo el mundo” es una virtud de la que muy pocas producciones de Hollywood pueden gozar hoy en día. Basta con mirar a Marvel y sus continuos e inútiles intentos por gustar.
Su renuncia a lo artesanal del cine la convierte automáticamente en lo que en cualquier charla de café se podría describir como una película de Hollywood. Una producción que le escapa al nicho. Hay que pensarla desde ahí. Eso implica, entre otras cosas, entregarse a sus códigos, a sus inverosimilitudes y al poder reclamar emociones fuertes. Y Cónclave cumple con todo.
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Video trailer de «Cónclave»
En las interpretaciones y el desarrollo de sus personajes, en la fotografía de Stéphane Fontaine, en la intriga política, en la sorpresa, en la denuncia de la corrupción. Aunque sus métodos no son de lo más refinados, sus armas son sólidas como el mármol blanco de Carrara que cubre al Vaticano. Es una negociación con lo “horrendo” para tomar o dejar.