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▲Este 2025 es un año de obras. Solo hay que ver el mapa que hay en la web del Ayuntamiento de Barcelona, muy útil, donde se pueden consultar todas. Hay en todas partes, repartidas por toda la ciudad. Desde la Zona Norte, con la construcción de un campo de fútbol provisional en el barrio de Vallbona, hasta el mar, como las de los colectores que hay en los espigones, pasando por el Camp Nou, la Rambla y plaza Espanya. Más de un centenar en marcha, grandes y pequeñas, en superficie y en el profundo subsuelo. Eso quiere decir polvo, vallas y ruido, una ciudad en obras da la imagen de una ciudad dejada pero tiene también otra lectura. “Es una gran noticia”, decía contundentemente el exalcalde de Barcelona, Joan Clos, hace unos días en una entrevista a betevé, comentando todas las que hay ahora en Barcelona. “Son un sinónimo de transformación” porque la ciudad, añadía, es como un ser vivo que hace falta cuidar y mantener. Y tiene razón, las obras son la muestra de que están pasando cosas. Que aquello que un día se planificó sobre un papel, ahora se hace realidad y la verdad es que este año se han desencallado muchas.
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Tramo de Urgell cortado por las obras de la L8
Ana Jiménez
Eso significa que habrá nuevas infraestructuras, más metro y más estaciones de Ferrocarrils de la Generalitat, calles más amables, zonas infantiles renovadas, mercados nuevos y mejores sistemas para recoger las aguas y gestionar las lluvias torrenciales que tendremos. Un estadio del Barça nuevo, una Rambla y una Via Laietana más ordenada y una plaza de las Glòries con una nueva trama urbana que ya no tiene nada que ver con aquella chapuza viaria. Algunas de estas obras se acabarán este año y harán olvidar el infierno vivido, otras todavía se alargarán. Porque las obras también tienen otra cosa buena, obligan a una forzada generosidad entre gobiernos, porque habitualmente quien las planifica no es quien las acaba inaugurando.
DOWN
▼Pero por generosidad y paciencia, la de los vecinos. Podríamos encontrar muchos ejemplos, los más sufridos los de la Sagrera, pero hay otros que ahora empiezan a sufrirlas. En la calle Urgell con Consell de Cent unas enormes pantallas antirruido se enfilan hasta los balcones y ventanas de los primeros pisos, tapando la luz y dejando los locales comerciales de las plantas bajas prácticamente inaccesibles. Estas obras tienen que mejorar la movilidad, alargar la L8, de plaza Espanya a Gràcia, y hacer tres estaciones más en la ciudad. En algunos puntos se excavará a 82 metros de profundidad, en un terreno difícil. Los técnicos han sido claros, son complicadas y habrá mucho ruido y polvo. Los vecinos reclaman más apoyo, dicen que de los 400 millones que cuesta todo eso, uno se podría haber destinado a ayudas para mitigar las molestias, como podría ser poniendo doble cristal en las ventanas. Pues no parece una mala idea. Está claro que las obras se tienen que hacer, pero quizá se pueden planificar y mejorar las ayudas para todos aquellos que convivirán durante mucho tiempo y no dar tan por sentado que para lucir se tiene que sufrir, tanto.