Los ríos de Esquel, Trevelin, El Bolsón, Río Pico, Corcovado y El Maitén están siendo invadidos por desechos plásticos. Un reciente estudio del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica (CIEMEP, CONICET – UNPSJB) identificó macro, meso y microplásticos en sus aguas. La presencia de botellas, bolsas, envoltorios y fragmentos degradados amenaza no solo la biodiversidad local, sino también la salud de las comunidades que dependen de estos cuerpos de agua.
La investigación comparó tramos urbanos y sitios prístinos como referencia. Los resultados mostraron que la contaminación es mayor cerca de zonas urbanizadas, aunque los fragmentos más livianos alcanzan también áreas remotas. Esto sugiere un transporte continuo de residuos aguas abajo, alimentado por la actividad humana y la falta de una adecuada gestión de residuos.
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Sebastián Andrade, becario doctoral del CIEMEP, explicó que los residuos provienen principalmente de actividades recreativas cercanas a los ríos. Se encontraron acumulaciones en las orillas, en los sedimentos y hasta en los estómagos de los peces locales. Esta situación no solo representa una amenaza ambiental, sino también sanitaria.
Cecilia Di Prinzio, investigadora del equipo, alertó sobre el impacto a lo largo de toda la cadena alimentaria. “Estos plásticos afectan desde microorganismos hasta aves y humanos, mucho más allá de lo visual”, remarcó. Las partículas plásticas, aunque imperceptibles, ingresan a los ecosistemas y terminan afectando la salud de todos los organismos involucrados.
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El problema, según los investigadores, no puede abordarse únicamente desde el ámbito científico. Se requiere una respuesta social que genere conciencia en la comunidad y promueva cambios de comportamiento. Sin medidas concretas, los plásticos seguirán multiplicándose y degradándose en estas aguas.
María Laura Miserendino, también del CIEMEP, enfatizó el peso económico que implica esta contaminación para los municipios. “Este estudio es pionero en la región y puede servir como base para estrategias de gestión más efectivas”, explicó. Las ciudades afectadas enfrentan crecientes costos para limpiar sus ríos y mantener la calidad del agua.
El plástico, aun en su forma más diminuta, no desaparece. Se fragmenta y se dispersa, transformándose en una amenaza persistente que atraviesa generaciones. Detectar su presencia y entender su impacto resulta esencial para proteger no solo a los ríos, sino a las comunidades enteras.
Fuente: Red 43