“Billy Elliot” el filme británico estrenado en el año 2000 con dirección de Stephen Daldry, narra la empatía entre un padre y un hijo muy diferentes entre sí. En una familia trabajadora de un pueblo minero, un chico siente una pasión única por la danza. Al principio, su hermano y su padre rechazan esa posibilidad por temor a que sea un ambiente gay. Luego, al comprobar el padre la felicidad del hijo menor al bailar, se da cuenta que lo debe ayudar y hace lo imposible para que vaya a una audición a Londres. La película termina cuando lo ven en escena en un teatro de la capital inglesa.
Y el gran Tim Burton dirigió en 2003 “El gran pez”, una película con elementos fantásticos que cincelan el, a veces difícil, vínculo padre-hijo. Edward es un hombre al que le gusta contar historias poco creíbles -hombres gigantes, brujas-. Su hijo Will se siente agobiado por tanta fantasía y pone distancia con él. Pero unos años después, con el padre ya enfermo, lo vuelve a visitar y cuando muere, en el funeral, aparecen muchos de esos personajes. Su padre había exagerado, sí, pero no mentía.
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