Con reiteración venimos anunciando la tragedia que vive el país hace muchos años. La decadencia que ha ahondado la catástrofe este jueves en el Senado tuvo otro capítulo.
Los argentinos todos, tenemos una cuota de responsabilidad en el devenir penoso que atraviesa la sociedad en su conjunto. Por desazón, desinterés, necesidad de demagogia, falta de racionalidad, ignorancia y emotividad extrema e innecesaria, tenemos nuestra cuota de incumbencia.
Pero no somos los primeros actores responsables. Brilla fulgurante en el podiola dirigencia política.
Ausentes y reacios durante casi 100 años a considerar la política como un acto de servicio supremo hacia los ciudadanos que les otorgan el honor y la responsabilidad de conducirlos, la gran mayoría de los dirigentes han perdido el norte de su tarea y su condición de servidores públicos.
Han obviado el fundamento básico de su tarea en la democracia, la construcción de consensos. Mediante diálogo, inteligencia, vocación de acuerdo, cesión de posiciones extremas e interés en el bien común; los servidores públicos debían y deben llegar a la mejor solución para el interés colectivo y el bien común.
Todo lo contrario. Plenos de posiciones irreductibles, de ideologismo inamovible y de corrupción preponderante y desvergonzada, han cavado la inmensa grieta, que con acierto definiera Jorge Lanata, e insisten con tozudez e irresponsabilidad en ahondarla. En ese camino vale todo y hay que extremarlo.
La irrupción en tiempo récord de Javier Milei a la máxima autoridad nacional fue el detonante natural de tantos años de estropicio persistente. Acompañado preferentemente por jóvenes que avizoraban una alternativa a la derrota de sus mayores y de la realidad que vivían pese a su corta edad y también con el apoyo de “viejos meados” y “ñoños republicanos” maltratados por los mileístas fanáticos, Milei arrasó en la segunda vuelta.
image
De panelista enfervorizado y con sólo dos años de diputado a la presidencia de la Nación. Sin mentiras y con promesas de firmeza en la toma de medidas, para paliar el dolor fundamentalmente de una economía devastada a límites inconcebibles para un país de los recursos de Argentina, sin hesitación ni miramientos, puso manos a la obra.
Pero obvió algo básico; el diálogo en busca de acuerdos y la suma de apoyo lógico y racional, con inteligencia y buena voluntad de quienes lo acompañaron en la implementación de sus medidas de cambio profundo.
La prudencia política y el buen tino no eran necesario ser tenidos en cuenta, para el oficialismo. Con la correcta e indispensable búsqueda del equilibrio fiscal y la imperiosa baja de la inflación, más la desregulación de la maraña insoportable de normas y disposiciones paralizantes que atraviesan toda la administración nacional y también numerosas provinciales, puesta en marcha esa tarea y con algún éxito era suficiente.
En solitario y sin acompañamiento. Sin las virtudes de un accionar político necesario y responsable, todo lo que no fuera funcional a rajatabla, desechable y mucho más de aquellos que opinaban con alguna disidencia desde espacios similares, todo descartable, de malas modos y a no ser tenido en consideración. A pulverizarlos cuanto antes para cooptación total.
El periodismo no servil ni aplaudidor hasta la verguenza, pero democrático, republicano y crítico como corresponde a su esencia independiente, definido con salvajismo como “ensobrado” y numerosos calificativos más, varios degradantes.
En general, aquellos que sin ser libertarios ni adocenados, pero cercanos en ideas y democráticos y republicanos fueron maltratados con persistencia y saña, agregando grieta donde claramente era innecesario. Pareciendo obviar o minimizar la tragedia de tantos años.
Enfrente, populistas autoritarios corruptos, progresistas que atrasan, periodismo sesgado e ideologizado y también aquellos que sin voluntad ni intención de daño, pero con premura inexplicable analizan la realidad como si fuera posible salir de las profundidades del averno nacional, rápido y sin tránsito de dificultades, portaron sus armas con empeño y sin ningún interés colectivo y en el bien común, desde el otro extremo de la grieta. Los autoritarios populistas de siempre, fanáticos, acompañados por los apresurados indebidamente.
Unos y otros obviaron la catástrofe de tantos años, convertida en tragedia nacional y sufrida por millones de compatriotas.
Con la sesión de ayer en el Senado nacional, unidos populistas con políticos desdeñados y entre afirmaciones de traiciones, irregularidades formales y demás “delicias habituales inapropiadas”, se dio sanción a leyes que ponen en riesgo el equilibrio fiscal.
Nadie puede dudar del sufrimiento de los jubilados, maltratados por populistas que se llenan la boca con la palabra patria, por Juntos por el Cambio durante su gobierno y también por el gobierno libertario. Realidad incontrastable. Justamente este es un caso de diálogo responsable en busca de acuerdos.
En mayoría, se deben conseguir recursos para atemperar la inequidad sufrida permanentemente por los jubilados. Es necesario agudizar la inteligencia y la buena voluntad para no poner en peligro el equilibrio fiscal. Imposible para la dirigencia. Es más debemos prorrogar la moratoria jubilatoria. Continuar con la irresponsabilidad de jubilar a quienes no realizaron los aportes. Hay que fundir más a un sistema ya fundido.
Hay más aprobaciones que incrementan el gasto público, como también cambio en la distribución de los ATN y en el impuesto a los combustibles.
Hay cuestiones racionales y otras de irresponsabilidad populista. Todo teñido de impericia, intencionalidad y falta de responsabilidad. En esto es actor principal también, la parte intransigente del gobierno nacional.
Sin extremismos inconducentes, destrato a los afines y soberbia supina, más ausencia de diálogo por la gran mayoría de los actores políticos, sumado el kirchnerismo/massista en su máxima expresión, el resultado es obvio. Derrota de los argentinos.
Numerosos análisis periodísticos definen como derrota política del gobierno lo sucedido ayer en el Senado. Esa es la versión reducida de la derrota. Es la mirada de corto plazo y apresurada
Ayer la derrota la sufrió la política a los que los argentinos encomendaron su representación. Por ende los derrotados fuimos los argentinos y la nación entera.
Cuando van a entender que deben servir con acuerdos y consensos posibles a los ciudadanos Confiaron en ellos, para revertir la tragedia en la que está inmersa la patria. No es fácil ni rápido. Pero es necesario comenzar en el camino correcto.
No es la vía adecuada la de profundizar la grieta, insistir con el populismo, ignorar la corrupción agraviando la justicia, cuando ésta decide actuar, desechar el diálogo, maltratar y desdeñar a la mayoría de quienes no son fanáticos, ignorar gobiernos provinciales sin sentido y en las proximidades electorales tratar de imponer alianzas sin miramientos o salvar la ropa con la alusión permanente a la Patria, aquellos que la destrozaron con encomio.
De la tragedia no se ha salido. Debemos tomar conciencia; los ciudadanos votantes, los comunicadores independientes y esencialmente los políticos.