Se podría hacer un estudio sobre los manuales de instrucciones. En qué momento surgieron, en qué época la gente se acostumbró a utilizarlos y, a partir de qué momento empezaron a cachondearse de ellos, porque las funciones e interacciones estaban mal explicadas -o traducidas- y producían un efecto cómico. El manual de instrucciones nos proporciona la idea de un mundo reductible a unas cuantas reglas prácticas, un mundo de gadgets sencillos que representaba una mejora respecto al mundo natural. Pero al mismo tiempo, desde muy pronto, fue objeto de chufla. La gran novela de Gustave Flaubert Bouvard et Pécuchet (1881) es la apoteosis del manual de instrucciones: los protagonistas piensan que van a poder aplicar a la realidad lo que han leído sobre historia o agricultura como si se tratara de conocimientos prácticos y utilitarios. A cada capítulo, una disciplina, y todo acaba mal.

Un coyote y un correcaminos, al natural
REDACCIÓN / Terceros
Otra versión son las series de dibujos animados del coyote y el correcaminos, de la Warner Bros. Para cazar el pájaro que corre por el desierto, el coyote utiliza máquinas y dispositivos de la marca ACME, que le llegan con sus manuales de instrucciones con los que siempre se lía: no los entiende y monta mal las piezas. El tecnoptimismo del coyote choca con la realidad, de manera divertida, y acaba chamuscado, aplastado o hundido en un agujero en el suelo que tiene su forma. Una variante es Buster Keaton en Sherlock Jr . (1924). Intenta convertirse en detective con un manual de instrucciones y, claro, no va. Pero aplicando las ideas que ha entendido al revés resuelve el caso.
El coyote utiliza máquinas y dispositivos de la marca ACME, que le llegan con sus manuales
En la gran película Una mujer difamada (1936) de Jack Conway, el periodista Bill Chandler (William Powell) quiere ligar con una chica rica, se acerca al padre y le habla de pesca para que le invite a un fin de semana. El problema es que no sabe nada de pesca. Mientras se trata sólo de decir cuatro cosas teóricas, pase, pero cuando van a pescar a las montañas la única solución es el manual de instrucciones. La gracia de Chandler es que haciéndolo muy mal pesca una truca única, de una clase reservada a los grandes pescadores, un ejemplar de campeonato.
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Me lo ha recordado la polémica actual en Francia sobre la pesca de calle entre los partidarios de pescar como siempre se ha hecho, los que defienden la pesca sin muerte y los que dicen que la pesca sin muerte provoca dolor y estrés a los pobres peces. Frente el manual de instrucciones de aquel mundo sencillo y cómico de William Powell, el coyote y la marca ACME, tenemos un montón de normativas, leyes y protocolos, con centenares de pescadores y detractores implicados. Hemos pasado de la confianza en el aprendizaje rápido y utilitario, a un mundo complejo y polémico, aunque los hay que pretenden resolver las cosas a cañonazos.