Hincha! Ritual show es la nueva puesta (y apuesta) del director artístico Pichón Baldinu, un reconocido pionero en la utilización del espacio aéreo para espectáculos teatrales nada convencionales. Con su estreno pautado para este 25 de abril en el Polo Cultural y Deportivo Saldías (Salguero y San Pedro de Jujuy, CABA) que a los efectos del show será convertido en cancha, las funciones se realizarán de jueves a domingo.
Superman es un fanfarrón. Tanta bambolla porque sabe volar. Claro, con súper poderes cualquiera puede volar. Pero sin ir más lejos hay un porteño nacido en Floresta hace 58 años que voló más y mejor. Y que encima llevó a volar a muchísima gente. Y no lo anda gritando a los cuatro vientos. Responde al nombre de Pichón Baldinu y en esto de volar le mojó la oreja a más de un súper héroe.
Bueno, es que su apodo ya lo vaticinaba. ¿Qué hacen los pichones si no es aprender a volar?
Primero hay que decir que ha sido el responsable de exitosos espectáculos y de grupos de trabajo multi disciplinarios (La Organización Negra, De La Guarda y Ojalá) que conjugan destreza aérea, impensados malabares y desafíos a la ley de gravedad, de esos que ponen los pelos de punta. ¿Les suena Período Villa-Villa o Doma? Pichón Baldinu. ¿Recuerdan la Tirolesa en el Obelisco, con un pelotón de atrevidos caminando en altura por las paredes del monumento porteño? Pichón Baldinu. ¿Y El Hombre Vertiente? Si, Pichón Baldinu.
Pero ahora, hoy, es el momento de Hincha! Ritual show. Un proyecto puntual que pone el foco en un personaje muy central dentro del folclore del fútbol. Pero también de la vida social en casi todo el mundo.
Porque esta hinchada quiere… volar

-¿Por qué elegiste al hincha para este espectáculo?
-El hincha está en el aire, porque conecta con esa parte del hombre que pierde los límites, pierde los registros de quién es como persona, entra en otra dimensión, es como que está tomado por otro ser. Un ser que cuando él sale de ese ser, lo mira y dice, «Ese no soy yo.»
-¿Una especie de Doctor Jekyll y Mister Hyde, decís?
-Sí, tranquilamente. El hincha se entrega a esa experiencia. Dice, «Hoy no estoy, no estoy para ser el que soy siempre. Hoy estoy para ser éste». Y todo ese día que va a la cancha está dedicado a eso. A encontrarse con otra gente que no son sus amigos.
-¿Vos sos o fuiste hincha de fútbol?
-Yo no me considero un hincha. Me gusta el fútbol, pero me convierto en hincha sólo cuando juega la Selección argentina. El fútbol es un deporte que me convoca cuando me acerco, pero no vivo ahí. El hincha en cambio vive ahí, y no puede salir de ahí. Está pendiente de su equipo.
-Entonces supongo que tuviste que investigar a este «animal» tan particular
-Hablé mucho con hinchas. Sí, hice mucha investigación, tuve muchas charlas, fui a canchas, fui a hablar con barrabravas. Tuve la sensación de estar hablando con gente que está en una marginalidad, que vive en una marginalidad sólo por el hecho de ser hincha.
-¿Y que es para vos un hincha?
-El hincha sería el hombre no social, el hombre que se puede liberar de sus ataduras sociales aunque sea por un día. El hincha es un tipo que no va a claudicar nada por estar ahí con su equipo, con su tribu, con su club.
Yo diría que un hincha es alguien que ama a su club, fundamentalmente. Y amar al club significa pagar la cuota social siempre. No importa que estés con hambre, no importa que estés sin laburo. Pagar la cuota social es tan importante como llevar el pan a casa. Me lo definió un hincha de Boca. Me dijo: «Para mí un hincha es el que no dejó nunca de pagar la cuota social.»

El hombre en el nido
-Tu nombre de pila es Alejandro, pero ¿de dónde te viene el mote de Pichón?
-Eso ocurrió cuando entré al Conservatorio de Arte Dramático. Yo era un pibe que no había vivido lo que se había vivido en esos años. El colegio secundario de curas al que iba me hizo una burbuja, Me quedó un nido, si querés para explicarlo mejor. Entonces empezaron a decirme Pichón. Pichón esto, Pichón aquello. Y quedó Pichón, y a mí me gustó porque era cariñoso.
-O sea que nadie te dice Alejandro.
Sí, yo me encuentro con mis compañeros del primario y me dicen, «Ale, Ale». Solo los de esa época me llaman así. A mi vieja le costó bastante cambiar el Ale por Pichón. Me dijo “te puse un nombre recopado y resulta que sos Pichón, ¡es un desastre lo tuyo!”
-Un poco de razón tenía, pobre mamá. ¿Cómo fue tu infancia?
-Yo nací en Floresta, pero mi infancia transcurrió en Villa Urquiza. A mi me fascinaba el cine, me encantaban las películas de acción Y sobre todo lo que fuese ciencia ficción o los superhéroes. Vivíamos en Villa City (así le decíamos a Urquiza), y yo iba al cine 25 de mayo, a ver tres películas distintas. Y los superhéroes eran Sandokán, Trinity y Bambino, ponele. Después empezaron a pintar personajes más tradicionales como Batman. Todo ese mundo alimentó en mi una fantasía. Y eso empezó a tomar una forma más real cuando entré en el Conservatorio de Arte Dramático con la idea de ser un actor de cine.
El papá de Pichón era bombista. No tocaba en ningún conjunto folklórico sino que arreglaba bombas. De esas de succión, y en el barrio de Chacarita. Había venido de Cerdeña, Italia. Y la madre era argentina, maestra. También de ascendencia italiana, de Lucca en la región de la Toscana. Tanos laburadores. ¡Y el nene que quiere ser actor de cine!
-El viejo me dijo: «Mirá, únicamente podés hacer teatro si vas a estudiar a una escuela”. Porque en esa época ser actor era lo más cercano a ser un vago o un desviado.
-¿Desviado?
-Desviado, no porque mis viejos tuvieran esa paranoia, pero en el colegio de curas donde yo iba, antes de terminar el estudio tenías que buscar cuál era tu vocación y hacían esos test vocacionales. El hecho que yo dijera que quería ser actor me convertía en un posible desviado porque la fantasía era “vas a ser puto”. ¿Entendés? Ser actor venía apenas por debajo de bailarín, en la escala de cierta fantasía homosexual, en aquella época.
-¿Tuviste compañeros que luego fueron reconocidos?
-Sí, por ejemplo el Puma Goity, o Jorge Suárez. No eran exactamente compañeros míos, porque yo entraba en primer año y ellos estaban terminando,

Toda la vida tiene música (y Charly García)
-La música tiene un lugar importante en tus trabajos. ¿Qué lugar ocupaba en tu vida?
-Por el año 1984 empecé a curtir el under, que yo no sabía qué era. Y recuerdo haber ido a un subsuelo en Cochabamba y Defensa. Cuando entro veo un grupo de chicas muy voluptuosas arriba del escenario bailando, me quedé loco.
Y digo, «Qué fuerte que están estas minas.» Y me dicen, «Sí, son Los Besos de Neón.» Bueno, esa noche conocí a Batato Barea. Y tocaban Los Redonditos de Ricota. Enrique Syms hacía hacía los monólogos, y rifaba una chica con talonario en mano. Era parte de ese teatro under que había paralelo a una banda.
-Pasado el tiempo empezaste a trabajar con gente del rock. ¿Cómo fue trabajar con Charly García?
-Sí, eso fue en el Concierto Subacuático (estadio de Vélez, en octubre de 2009). Y, es como trabajar con un mega ídolo. Nos habíamos cruzado muchas veces en lugares como Prix D’Ami, siempre existía la posibilidad de hacer algo con él. Pero nunca había llegado esa oportunidad. Esa es la época en que Charly vuelve a surgir de las cenizas, porque había tenido el primer golpe físico a su locura de vida. Parecía que no iba a tocar más, no iba a cantar más, no iba a hacer más nada. O eso era lo que decían los médicos.
Fue un poco por intermedio de El Zorrito von Quintiero que le dijo, «Che, estaría bueno que hagas algo con Pichón”. Y ahí arranqué. Era un Charly que se estaba reinventando y estaba por hacer un Vélez. La idea era que Charly volaba. Digo, volaba porque se sentaba en una viga que volaba por la ciudad de Buenos Aires, era una proyección a través de una animación. Y bueno, lo hicimos volar de alguna manera, ¿no?
-Decí la verdad, ¿no le tuviste un poco de envidia cuando salió volando de un noveno piso?
-Eso sucedió antes de Vélez. Esa noche, yo estaba tratando de contener a toda la técnica para ver qué era lo que podíamos hacer o no, porque se venía una fuerte tormenta. La producción decía «¿qué vamos a hacer con Charly? ¿Lo colgamos, no lo colgamos?”. Yo quería ver cómo evolucionaba el clima, Y había todo un toletole si lo colgamos o no colgamos y qué sé yo y sale Charly y dice: «Estos están cagados por si me cuelgo o no me cuelgo. ¡Yo me tiré de un noveno piso sin ninguna cuerdita!».

La puerta que abrió Leonardo DiCaprio
-Durante estos más de treinta años gestando, produciendo y dirigiendo este tipo de espectáculos te cruzaste con mega estrellas del rock internacional y también del cine.
-Sí, por ejemplo, Leonardo DiCaprio fue muy importante para De la Guarda en Nueva York. Porque hasta que DiCaprio no vino al show, no estábamos logrando tener una audiencia permanente y a los productores se les había hecho muy cuesta arriba mantener el show abierto porque el público no respondía. No entendían la propuesta. La gente decía «¿dónde está mi butaca?». DiCaprio vino con un grupo de amigos que le habían dicho «tenés que venir a ver esto.» Y eso nos abrió una puerta enorme.
-Y lo hiciste volar a Di Caprio. ¡Qué responsabilidad!
-Nosotros habíamos trabajado muy bien toda la seguridad del show. Y los riesgos eran, no sé, golpear a un espectador cuando bajaba alguien volando. Entonces estábamos muy cancheros con eso. Con cómo movernos en el espacio, cómo cuidar al espectador, elegir un espectador que realmente está en la duda de subir, pero le dan ganas.. No le vas a hacer pasar un mal momento.
-Michael Jackson también fue, pero no voló ¿o sí?
-No, no voló, estaba con un sequito de guardias de seguridad, su famosa guardia pretoriana. Pero estaba muy copado.

-¿Y qué otros famosos fueron a verlos?
Sting fue uno de los más copados. Había llevado unas bebidas. Y después fue el camarín a saludar. En Londres, vino Mick Jagger y también fue a saludar al camarín, y se sacó fotos con los chicos del equipo. También estuvo Madonna.
-¿Cuándo descubriste que a la gente le encantaba volar?
–Yo creo que volar es una de las fantasías, de los sueños que siempre el hombre tuvo, poder conquistar el aire. Vos ves cómo vuela un pájaro y decís «qué lindo sería estar ahí, dominar el aire». Entonces transmitís eso en un espectáculo donde vas a estar laburando ahí arriba. Y por otro lado, estás promoviendo una energía, transmitiendo esa energía de que vos no lo estás haciendo como un hecho de riesgo físico
-¿Y todo esto que venis haciendo tiene que ver con aquellas películas de superhéroes que veías de chico?. Nombraste a Batman.
-Batman…Yo era más de Spider-Man. Bueno, Spider-Man no volaba, igual que Batman. Y dependía de cuerdas. Puede ser.
-¿Cuánto hace que no volás en un espectáculo. ¿Extrañás volar?
-Supongo que la última vez habrá sido en Zaragoza, en España, en 2008. Sí, extraño en el sentido de que volar tiene que ver con un estado físico también. Con un estado mental. Tiene que ver con una interpretación, es un lugar de actuación, de expresión, es un acting. Volar tiene que ver con eso, no tiene que ver con la disciplina de volar, nada más.
-¿Podemos decir que ahora que ya no volas tenés más los pies en la tierra?
-Los pies en la tierra y la cabeza más volada, quizás. Busco que la cabeza siempre tenga nuevos desafíos. Hincha!, por ejemplo, es un gran desafío.
La clase magistral del líder de Kiss

-Decime uno de los momentos en tu carrera que más te rompió la cabeza.
-Sin dudas, que Gene Simmons, de los Kiss, viniera a ver nuestro show en Nueva York. Yo era fan total de Kiss. Alguien le había comentado de nosotros y el tipo avisó que iba a venir a ver el show. No lo encontré por ningún lado, dije «este pibe no vino.» En un momento veo a alguien como con un turbante en la cabeza escondido en un rincón, pero dije, «No, no, no debe ser él.» Y cuando salí del show me estaba bañando y me dicen, «Che, está Gene Simmons ahí afuera esperándolos». Entonces salí a hablar con él y me encontré ahí al Padrino.
-No entendías nada.
No, una bestia. Y lo loco fue la clase magistral que nos dio en 15 o 20 minutos. Él nos venía a ofrecer formar parte del tour de ellos. Vio el show y dijo, «La verdad que acá hay dos momentos que podrían formar parte del tour y nos gustaría que nos acompañen».
-Y ustedes ya se estaban maquillando la cara, me imagino.
-¡No, nosotros dijimos que no podíamos!
-¿Cómo que le dijiste que no podían?
-Y, no podíamos porque nosotros estábamos empezando en Nueva York. Hacíamos ocho shows por semana. Teníamos una criatura que le teníamos que dar de comer todos los días y aparte nos habíamos armado nuestro propio camino. Y fue una pena no haber participado de esa gira con Kiss, porque nos hubiese dado como otra mirada del mercado. Pero bueno, fue lindo haberlo tenido a Simmons hablando y dándonos consejos.
-¿Qué consejos les dio?
-Nos dijo: “Miren, ustedes acá terminan el show y el público los aplaude y ustedes aplauden con el público. Ustedes tienen que entender que los americanos no son así. A los americanos no les gusta Clark Kent, les gusta Superman. Así que ustedes tienen que ser Superman. No pueden aplaudir con el público. Ustedes tienen que dejar que el público los aplauda».
-Por último, ¿qué vamos a ver en Hincha!?
Hincha! quiere convocar al público, sea hincha o no, a vivir su propio ritual, a vivir su propia locura, a reflejarse en un lenguaje que es propio, no es el lenguaje real. No hay un equipo tradicional que va a formar parte del show. No vas a venir a ver a tu equipo, pero vas a ver un equipo y vas a ver su locura y la locura que genera. Y también la contradicción que tiene el hincha.
Porque el hincha no es un bendito, que porque es apasionado es luminoso. Es tan luminoso como oscuro y me gusta presentar esa dualidad que tiene el hincha, ese contradicción que tiene. Va a estar lleno de cosas extrañas y objetos. Un lenguaje que es muy visual, muy venal, físico, un lenguaje que busca insertarte en un mundo que es fantástico también.