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domingo, junio 15, 2025

Pilar Rahola: Cristina era el obstáculo para que Argentina cambiara de paradigma

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La catalana Pilar Rahola sigue la realidad argentina con pasión y profundidad. Desde hace años, es fuente de consulta para medios de Buenos Aires, que buscan saber su opinión sobre la marcha del país.

De paso por Córdoba, Rahola, periodista, analista y exdirigente política, recibió la noticia de la confirmación de la condena contra Cristina Kirchner. “El tapón que debía salir”, afirmó.

–¿Qué impresión le causó la condena a Cristina? ¿Qué significa de acá en adelante?

–Cristina Kirchner era el tapón fundamental de Argentina, el obstáculo para que finalmente cambiara de paradigma toda la república. El país está en un proceso de mutación, de cambio profundo, que tiene que ver con cerrar el ciclo del kirchnerismo. En esa época, se vivieron los escándalos de corrupción más importantes de Latinoamérica. Y Cristina ha sido el símbolo de esa corrupción sistémica que llegó a cotas impensables. Era una corrupción en lo económico, en lo político y en lo institucional. Entonces, que no se resolviera el tema, que no se cerrara con una sentencia y con cárcel era un tapón permanente. Siempre estaba ese fantasma. Argentina necesitaba que ese tapón reventara y que fluyera otro tiempo. Incluso para los propios kirchneristas era un tapón, porque impedía una reformulación de todo su mundo. Además, hay algo muy importante desde el punto de vista de la sanidad democrática: volver a confiar en la Justicia, que es uno de los pilares de una democracia y tiene que funcionar con cierto criterio independiente. El problema que se vivió durante muchos años fue la sensación de que era un brazo armado de la política, del Ejecutivo; no un poder en sí mismo. Lo que ha hecho la Corte ahora es recordarles, incluso a jueces que habían sido puestos en la época del kirchnerismo, que antes que estar vinculados a un partido son jueces.

–Pero, ¿qué pasa con una parte importante de la población que sigue a Cristina Kirchner, que no cree en la independencia judicial y habla de lawfare?

–Eso forma parte del proceso de cambio. A mí me gusta decir que el problema de Argentina, a menudo, es que hubo mucho pueblo y pocos ciudadanos. Las sociedades de ciudadanos son las de personas con pensamiento crítico, que no siguen acríticamente a un líder, que no lo convierten en un mesías o salvador de la patria, sino que sencillamente eligen gestores públicos. El kirchnerismo, y muy especialmente Cristina, ha utilizado eso de “soy la salvadora del pueblo”. Un concepto de rebaño. A mí me gusta el ciudadano crítico que vota a un político porque es bueno y que después lo saca porque es malo. No concibo la política como una religión, sino como un concepto cívico. Hay una parte de la población que ha seguido al kirchnerismo con una lógica dogmática, casi como creyentes, no pensadores. Y Cristina ha jugado mucho con ese concepto mesiánico del “o yo o el abismo”. Cuando un político dice que es el pueblo, me pongo a temblar. ¿Qué pasará con toda esa gente ahora? Es un mundo acrítico, que ha decidido estar ciego, sordo y mudo ante una realidad cósmica: el enriquecimiento terrible y brutal de Cristina y su familia, los bolsos que iban y venían, el flujo de dinero con el eje bolivariano… todo lo que hemos visto, incluso desde afuera, como una corrupción estructural y sistémica. Si un votante de Cristina no lo ve es porque no quiere verlo. Puede que la sentencia y su encarcelamiento sean sanadores para ese mundo. Aunque quizá una parte de él siga inundando la calle, diciendo que los jueces están al servicio de la política.

–A partir de este “tapón” que se libera, ¿cree que dentro del peronismo hay quienes no están tan en desacuerdo con la condena?

–Como soy extranjera, me puedo permitir decir cualquier burrada. Y digo que (Axel) Kicillof está encantado. Porque era la persona más asustada de que Cristina le moviera el tablero y fuera candidata. Ella le rompía completamente el juego. Hoy hay dirigentes de ese mundo que quieren mutar hacia otras posiciones, liberarse del kirchnerismo, a pesar de haberlo representado en su peor versión. Desde mi punto de vista, Kicillof es un mal gobernante. Acumula acciones políticas totalmente discutibles y tiene un problema de seguridad. No lo valido políticamente porque tiene sus miserias. Pero si hablamos en términos estrictos de quién está contento, para él es una buena noticia. Le sacás de la ecuación a Cristina, que lo movía como un títere, que jugaba a demostrar que solo ella puede ganar. Lo libera. Y le permite tomar distancia de ese personaje. Pero es mi opinión, porque si estuviera aquí, Kicillof diría: “No, la amo…”.

–Javier Milei tiene en España una porción importante de seguidores. ¿Qué se está viendo desde allí?

–En España, como en todas partes, genera pasiones encontradas. La derecha y la extrema derecha lo adoran como un nuevo símbolo, y todo el bloque de izquierda, especialmente el PSOE y Podemos, lo odian como ejemplo de lo peor.

–Es un personaje central.

–Absolutamente. Y también lo es en el mundo. Más allá de lo que podamos decir, ha hecho dos cosas importantes. Una es que ha situado a Argentina como un país con seguridad jurídica, algo que no tenía durante el kirchnerismo. Hoy, los inversores creen que pueden confiar e invertir aquí. Leía un balance sobre los países que más van a crecer económicamente, y Argentina estaba cuarta. Esto era impensable hace unos años. En lo geopolítico, ha puesto al país en el mapa mundial. Mientras que con el kirchnerismo, estaba en el eje bolivariano, que era lo peor… Era incomprensible que un país tan importante tuviera como aliados a los Maduro y Petro de turno, hoy está con las grandes democracias del mundo, como Israel y Estados Unidos. Ahora bien, si se mira el tema de sus seguidores, veo un agujero negro. Porque la misma pasión acrítica y mesiánica que tienen los seguidores de Kirchner, la tienen los de Milei. Si les hacés una crítica te expulsan del paraíso… el propio Milei lo hace. Puedo entender los argumentos para votar a Milei y valorar algunos aspectos de su gestión, pero eso no significa que pierda mi sentido crítico. Por ejemplo, su actuación con (el juez Ariel) Lijo fue horrible. El desprecio permanente hacia la oposición y las campañas tan agresivas me parecen inadmisibles en democracia. Eso no quita que piense que Argentina está mejor ahora que con el kirchnerismo. ¿Significa que siempre va a estar mejor? No lo sé. Hay elementos del fenómeno Milei que son atractivos y otros que pueden empeorar. Lo importante es que esta mutación que están viviendo hacia un paradigma más moderno y avanzado no termine en otro mesianismo.

–Se habla de la “avenida del medio”, donde muchos políticos quieren insertarse saliendo de los extremos. En la experiencia europea, ¿existe esa posibilidad?

–Vivimos en un mundo polarizado. Lo que pasa en Argentina, el “estás conmigo o contra mí”, también pasa en Europa y en Estados Unidos. La grieta es clarísima. Y las sociedades más estables y más interesantes son las que tienen un centro fuerte. Allí había extremos, pero no dominaban. Lo que está pasando ahora es al revés: los extremos dominan al centro, y el centro se está vaciando. El ejemplo más claro es Alemania, donde antes alternaban los demócratas cristianos y los socialdemócratas; y hoy lo que más crece es Alternativa para Alemania, que proviene de la extrema derecha, incluso con raíces nazis. ¿Y quién podía imaginar que Le Pen ganaría elecciones en Francia? En Italia está Georgia Meloni. En España la extrema derecha ha crecido muchísimo, y la extrema izquierda es un problemón. Con lo cual, los que nos situamos en posiciones más o menos liberales y de centro, también en términos políticos, no solo económicos, estamos huérfanos. Es un momento complejo. Por eso, lo que ocurre acá pasa en el mundo, la política del balanceo. Después de la locura kirchnerista, el foco se fue para el otro lado.

–¿Y con la misma fe podría regresar al otro extremo?

–Después de momentos muy bipolares, creo que el péndulo tiende a ir relajándose y a volver a centrarse. Pero vamos a tardar.

–Con todo ese balance, ¿es optimista con Argentina?

–Aún estoy en la fase optimista. Primero, porque veo en el Gobierno gente muy potente que hace bien las cosas. El caso de Patricia Bullrich me parece claro. Es una tipa importante, una mujer que le ha dado a Argentina algo que forma parte de lo más sensible: la seguridad, con una rotundidad en la defensa de los valores democráticos. Gente como ella o como el ministro de Economía me parece muy solvente. Puede que Milei vaya sentando sus posiciones más apasionadas y se vaya centrando. O puede que algunos líderes que aún no están conformados se vayan hacia posiciones de centro. No lo sé. Pero en cualquier caso, en estos momentos veo un recorrido para el optimismo en Argentina.

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Redacción

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