Dana, incendios, menores inmigrantes. No hay asunto de envergadura, da igual que sea sobrevenido en forma de catástrofe o previsible por repetitivo, que no acabe alimentando el discurso de que en la España política la prioridad, más que ayudar a sacar las castañas del fuego, consiste en sacarse cada uno sus propias pulgas de encima. Este es el dañino mensaje que se traslada al respetable y que acaba convertido en verdad a fuerza de insistir en él los mismos que deberían combatirlo. La conclusión a la que se invita a llegar al ciudadano desde la poblada orla de gobernantes es que, pase lo que pase, por grave que sea lo que acontezca, de lo que se trata únicamente es de acusarse mutuamente. Y mientras tanto, la casa sin barrer.
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