De los peores males de época: especulación y cinismo. El domingo fueron las elecciones de medio término, las mediciones de las consultoras, reflexiones y análisis de cuánto tiempo le quedaba a la gestión libertaria quedaron vetustas. En eso consiste la especulación, un estado general de ansiedad de que es demasiado temprano para el futuro, pero demasiado tarde para pensar en el presente.
El lunes -antes de ayer- el tercio de la población que fue a votar cayó en cuenta que todo sigue igual. Fingir demencia ante el desasosiego. Cada día nos parecemos más a la escena del fundador de la corriente cínica, Diógenes, que ante la presencia de Alejandro Magno y su proclama de que pida lo que quiera y será cumplido, éste, de mal genio, contestó: córrete que me tapas el sol. “Yo mañana tengo que laburar igual”.
La efectividad del gobierno se basó en poner a dirigir la Argentina a un grupo de economistas especuladores. Las consultoras estuvieron erradas, de igual modo, las matemáticas podrán ser exactas, pero su eficacia se basa, justamente, en la especulación de lo tangible. Hoy, La Libertad Avanza se parece mucho un partido político del siglo XX -efectividad, pragmatismo y trabajo- pero estructurado bajo lógicas del siglo XXI -atomización, individualidad y exitismo-.
Los pueblos no se equivocan, las “dirigencias” sí. 80 años pasaron desde que el peronismo llegó al poder. Las reglas del juego cambiaron. Los códigos de la política del siglo pasado -principios, valores, justicia social-, ahora parecen cuento chino. El Estado actual es tan errático como las probabilidades de una consultora, le dan los números pero no la representatividad.

No es que “la gente” crea en las políticas de La Libertad Avanza, es que tampoco tienen demasiado margen para pensar en votar algo tan atractivo, como irrisorio, del lado opuesto. Se habló del voto castigo, del voto cuota, del voto antiperonista, de los convencidos nostálgicos de un lado, y los que no quieren más el “riesgo kuka”, del otro. De la Justicia Social a las Fuerzas del Cielo.
Asimismo, esas Fuerzas del Cielo lograron un tope del 40%. Un electorado fiel que no crece, se expande. La razón de su triunfo fueron también los 12 millones que no fueron a votar, uno de cada cuatro. El nuevo “voto en blanco”, es el no voto. Más que castigo, ausentismo.
Si con la democracia se educaba, se comía, se cuidaba, ahora se terminará de estatizar la precariedad. El de al lado puede pensar que “todos son chorros”, pero vota igual, sin saber para qué. Nadie lo sabe. Ni los periodistas, ni los analistas, ni las consultoras, ni la “dirigencia”.

El ‘NO’ como forma de hacer y sobrevivir en la política. Ni propuestas serias sobre resolver la vida del laburante, ni modelo económico alterno; mucho menos doctrina y Proyecto de Nación. Lo electoral sobre lo político, lo discursivo sobre lo palpable, la ficción sobre la realidad.
El malestar sobrante de la sociedad argentina es un pasamanos. Milei representa ese reflejo de ombliguismo político. Encarna el síntoma, más no es la enfermedad. Como presidente, excelente actor. Todos le demandamos algo, para eso está el presidente, pero también, para eso está la política partidaria: para representar algo más que los pecados capitales de esas Fuerzas del Cielo. Argentina baila, lo que Sodoma reprime.
De igual manera, no jugaron solos. Las legislativas se consagraron como las primeras elecciones con el protectorado yanqui oficiando. “Ganen o mueran”, fue el lema de Trump. La gente votó a Milei, es cierto, aunque una interpretación salvaje también podría haber sido que el miedo no es boludo.

La dirigencia política está cómoda con el trabajo de los analistas. Un recuerdo quizás avispe a los nostálgicos del símbolo: los mismos que apresaron a Perón, le pidieron que por favor salga a hablar para calmar a los “cabecitas negras” que habían tomado la plaza. Él, sereno, contemplaba las necesidades que después presidió, “la vio”, dirían los libertarios. ¿Quién contempla hoy, de éste lado, nuestra realidad? Por el momento, nadie la ve.
Fotografía de portada: Julio Pereyra





