Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Acallar conciencias, no resolver problemas.
Cada invierno, el Estado lanza su “Plan Invierno” como si con eso alcanzara. Ofrece camas por unas horas, una comida caliente, y un techo precario a quienes viven en la calle. Pero esto es solo una forma de aliviar conciencias, no de resolver el problema de fondo.
Las personas en situación de calle no son todas iguales.
Algunos sufren adicciones. Otros tienen enfermedades mentales sin tratar. Muchos perdieron su hogar, su trabajo, su familia. Viven en condiciones de abandono, desconfianza y violencia cotidiana.
Rechazan los refugios muchas veces con razón: son lugares peligrosos, mal gestionados, sin respeto por la dignidad humana.
No se trata de ofrecer. Se trata de actuar.
El objetivo debe ser claro: cero personas en situación de calle. Todo lo que no apunte a eso es resignación institucional.
Soluciones posibles y urgentes:
1- Granja de recuperación integral.
Centros rurales, no punitivos, donde las personas sean atendidas por un equipo multidisciplinario (médicos, psicólogos, asistentes sociales). Espacios donde puedan volver a tener hábitos, proyectos y esperanza.
2- Diagnóstico social obligatorio por caso.
El Estado debe abordar cada situación con la seriedad que merece. No alcanza con ofrecer: hay que ir a buscar, intervenir, cuidar.
3- Política nacional de “cero calle”.
Inspirados en modelos como Housing First, adaptados a Uruguay: pequeñas viviendas modulares, acompañamiento humano, y foco en reinserción social.
4- Programas de empleo y rehabilitación.
Crear circuitos de producción (huertas, carpinterías, mantenimiento) para reincorporar progresivamente a los recuperados. Con tutoría, no con lástima.
5- Reforma profunda del sistema de refugios.
Auditorías, evaluación permanente, y cierre de aquellos que revictimizan a los más vulnerables.
Puede ser difícil…
Pero no es imposible dar una solución real al problema.
Entonces, ¿por qué no se hace?
Porque a veces es más útil para algunos usar a esa población como moneda política, como símbolo de sensibilidad o como excusa para aumentar el gasto sin resolver nada.
Pero las personas en situación de calle no son una estadística, ni una herramienta para discursos progresistas.
Son vidas que claman por respeto, por dignidad, y por una segunda oportunidad.
La política que no actúa sobre eso, no sirve.
