En un contexto de alta inflación, devaluación y fuerte incertidumbre económica, los plazos fijos vuelven a colocarse en el centro de atención. Según un informe reciente, el Banco Nación tomó la delantera al elevar su tasa nominal anual (TNA) del 30% al 36%, marcando la suba más significativa entre las principales entidades financieras del país. La medida busca captar más depósitos en pesos en un escenario donde la fuga hacia el dólar continúa siendo una tentación para los ahorristas.
El aumento responde también al clima de expectativa generado tras el anuncio del nuevo acuerdo con el FMI y la reciente licitación de deuda del Tesoro, que obligó a recalibrar los rendimientos del sistema financiero. Si bien el 36% aún queda por debajo de la inflación proyectada anual, representa un leve alivio para quienes buscan preservar valor sin arriesgarse a la volatilidad del mercado cambiario o bursátil.
Sin embargo, esta medida no es homogénea: algunos bancos privados mantienen tasas más conservadoras, mientras otros evalúan aumentarlas en los próximos días. Para muchos economistas, la suba de tasas podría tener un efecto doble: por un lado, contener la presión cambiaria incentivando el ahorro en pesos; por otro, encarecer el crédito para consumo e inversión, lo que podría profundizar la recesión en curso.
Así, mientras el Banco Nación marca la cancha, la pulseada entre tasas, inflación y dólar sigue abierta. Y con ella, la incertidumbre de los pequeños ahorristas que buscan cuidar su dinero en un país donde nada parece estable.