Psicóloga estudió este síndrome y consiguió que estudiantes universitarios aseguraran haberse involucrado en ciertos delitos, a pesar de que no era cierto.

Foto: Freepik.
El síndrome de la memoria falsa, también conocido como el síndrome del falso recuerdo, es la experiencia que tienen algunas personas al recordar eventos en los que jamás sucedieron. Julia Shaw, psicóloga del University College de Londres, realizó una investigación con la que consiguió que un grupo de estudiantes universitarios aseguraran haber estado involucrados en ciertos delitos, a pesar de que no era cierto.
Para este estudio, la profesional utilizó información proporcionada por los padres de los participantes, los cuales le ayudaron a sugerir detalles específicos de los escenarios irreales que ella les planteó a través del ejercicio de la imaginación.
Después de implementar el experimento, la especialista se percató de que el 70 % de los voluntarios tenían la capacidad de describir cada uno de los supuestos hechos que cometieron, pese a que no sucedieron. Tras obtener los resultados de sus análisis, demostró que no importa si la persona cuenta con una buena memoria: el cerebro tiene la habilidad de crear escenarios irreales y mantener los recuerdos falsos con facilidad.

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De acuerdo con un estudio publicado en la revista científica ‘Current Biology’, cuando el ser humano crea un recuerdo con poca información, el cerebro recrea una situación similar y actualiza los vacíos que hay. Bryce Vissel, coautor de la investigación, señaló que para que las memorias sean útiles, deben estar bien formadas con los detalles de un evento para que la cabeza no genere escenarios ficticios.
También mencionó que “en el mundo real es probable que muchos recuerdos sean inexactos”, esto principalmente porque muchas de las situaciones que componen la vida suelen ser breves o repentinas.
Vissel mencionó además que la sugestión suele ser la causa más común para este síndrome, por lo que las memorias pueden estar influenciadas por otras personas, información errónea e incluso factores psicológicos.
Stephany Guzmán Ayala, El Tiempo/GDA
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