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jueves, septiembre 4, 2025

‘Polarización y odio, la trampa de cara a las elecciones’ por Guillermo ‘Memo’ García

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&nbspLunes 01 de Septiembre de 2025

La política argentina vuelve a dar muestras de su costado más preocupante. La violencia como recurso para dirimir diferencias. Los enfrentamientos entre manifestantes en Junín, los incidentes posteriores en Lomas de Zamora y lo ocurrido más tarde en Corrientes no son hechos aislados, sino parte de una tendencia peligrosa que atraviesa de lleno la vida pública.

En una democracia sana, los conflictos deben procesarse en el terreno de las ideas, el debate y la persuasión. Sin embargo, lo que se multiplica en la arena política es la agresión verbal y física, alimentada por discursos incendiarios que alientan a la confrontación antes que al entendimiento.

La antesala del próximo domingo 7 de septiembre muestra un escenario en el que el peronismo, fragmentado en tres líneas internas, parece al borde de una implosión. La Libertad Avanza, con Javier Milei como protagonista, capitaliza la indignación de una sociedad empobrecida y descreída de sus dirigentes. Todo ello ocurre mientras el Gobierno enfrenta acusaciones de corrupción que erosionan aún más la confianza pública.

Pero lo más grave es que atacar a un dirigente, sea quien sea, constituye un atentado contra los principios fundamentales de la convivencia democrática. La polarización, convertida en norma, empuja a un juego perverso en el que el mileísmo y el kirchnerismo se retroalimentan y se necesitan mutuamente, dejando sin aire al espacio de centro, donde debería prosperar la moderación y el diálogo.

La intolerancia no solo hiere a la dirigencia política. También desalienta la participación ciudadana, justo en el momento en que la democracia requiere mayor compromiso y pluralidad. En este caldo de cultivo, la sociedad queda oprimida, como si la única opción posible fuera elegir entre extremos que se enfrentan con una violencia creciente.

La Argentina necesita, con urgencia, dos cosas. Por un lado, recuperar la estabilidad económica y generar empleo, motores de cualquier proyecto de futuro. Pero, al mismo tiempo, debe reencontrarse con la paz social, la concordia y el respeto en la vida política. Sin ello, todo intento de crecimiento será precario, porque ninguna Nación puede prosperar en medio del odio y la confrontación permanente.

El desafío de la democracia no es menor: abandonar la violencia y reconstruir un espacio común donde el debate sea posible, el disenso aceptado y la convivencia preservada. De lo contrario, seguiremos atrapados en un círculo vicioso que nos retrotrae al pasado y nos condena a repetir los mismos errores.

Redacción

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