En líneas generales, desde que los bebés están en condiciones de comenzar a probar alimentos sólidos, se recomienda darles una alimentación variada (previamente aprobada por el pediatra). Introducir frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y proteínas de forma progresiva ayuda a que los bebés desarrollen una paleta de gustos diversos.
Ofreciéndoles diferentes sabores y texturas desde pequeños, siempre de forma gradual, repetida y sin forzarlos a comer, es una forma de asegurar que, ya de niños, estén dispuestos a probar diferentes tipos de comida.
Y si bien es normal que al principio rechacen algunos alimentos, con la exposición constante y sin presión, es probable que los vayan aceptando con el tiempo.
Sin embargo, puede pasar que, aun respetando estos pasos, algunos niños rechacen la comida y solo aceptan comer un grupo muy limitado de alimentos. Qué hacer en estos casos y cómo ayudarte a que amplíen sus horizontes alimenticios. Veamos.

El rechazo a la comida en algunos niños es una conducta habitual y responde a diversas razones que pueden ir desde lo evolutivo hasta lo emocional o físico.
En muchas ocasiones, se trata simplemente de una etapa normal del desarrollo, especialmente cuando el niño empieza a afirmar su autonomía y a expresar sus gustos. A medida que explora nuevos sabores y texturas, puede mostrarse reacio a probar ciertos alimentos, especialmente si le resultan desconocidos.

Esta neofobia alimentaria, es decir, el miedo a lo nuevo en la alimentación, es común durante la infancia y suele disminuir con el tiempo si se maneja con paciencia. También es frecuente que un niño rechace la comida si no tiene hambre, ya sea porque ha comido recientemente, ha ingerido muchos líquidos o ha tenido poca actividad física.
Por otro lado, si el ambiente durante las comidas está tenso o si se le presiona para comer, es posible que se desarrolle una actitud negativa hacia la alimentación como forma de resistencia o de expresar malestar.
Señales de qué puede haber algún otro tipo de problema
Ahora bien, cuando un niño solo acepta comer un grupo muy limitado de alimentos y rechaza sistemáticamente todo lo que está fuera de ese grupo, se está frente a lo que se conoce como una alimentación selectiva o restrictiva.
Esta situación puede generar preocupación en las familias, especialmente si se prolonga en el tiempo o si afecta la nutrición y el desarrollo del niño. Aunque es común que durante la infancia haya etapas de selectividad alimentaria, cuando esto se vuelve muy rígido o persistente, puede ser señal de que hay algo más que merece atención.
En muchos casos, esta conducta está relacionada con la necesidad del niño de sentir control sobre su entorno. Comer es una de las pocas áreas donde puede ejercer ese control y aferrarse a ciertos alimentos le da seguridad.

También puede estar vinculado a la sensibilidad sensorial: algunos niños son especialmente sensibles a las texturas, olores, colores o temperaturas y esto puede hacer que rechacen cualquier alimento que no se ajuste exactamente a lo que conocen. En estos casos, no se trata de capricho, sino de una respuesta real a estímulos que les resultan desagradables o incluso angustiantes.
Otra posible causa es la asociación negativa con experiencias pasadas. Si el niño ha tenido episodios de atragantamiento, malestar estomacal o ha sido forzado a comer, puede desarrollar una aversión fuerte a ciertos alimentos oa la comida en general.
Además, algunos niños con condiciones del neurodesarrollo, como el trastorno del espectro autista, pueden presentar patrones alimentarios muy selectivos como parte de sus características sensoriales o conductuales.
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Cuando esta selectividad alimentaria es extrema, afecta la variedad nutricional o interfiere con la vida familiar, es recomendable buscar apoyo profesional. Un equipo compuesto por pediatra, nutricionista infantil y, en algunos casos, terapeuta ocupacional o psicólogo, puede ayudar a identificar las causas y trabajar estrategias adecuadas.
El objetivo no es forzar al niño a comer, sino ampliar gradualmente su tolerancia a nuevos alimentos en un entorno de seguridad, respeto y paciencia.
Asimismo, desde el sitio verywellhealth advierten que: “En algunos casos, esta conducta puede estar relacionada con el Trastorno de Ingesta Alimentaria Evitativa/Restrictiva (ARFID, por sus siglas en inglés), una condición reconocida clínicamente que implica una restricción significativa en la variedad o cantidad de alimentos consumidos, sin que exista una preocupación por la imagen corporal”.
Ayudar a los niños que rechazan la comida requiere un enfoque paciente, respetuoso y estructurado. Lo más importante es entender que, en muchos casos, el rechazo no es un capricho, sino una forma de expresar incomodidad, ansiedad o hipersensibilidad sensorial.
Claves para alentar a los chicos a comer de todo
A continuación, detallamos algunas estrategias útiles que pueden aplicarse en casa para que los chicos coman bien y no rechacen la comida. Pero, en casos más complejos, lo correcto será buscar la intervención de un profesional.
- Mantenga la calma y evite la presión. Forzar al niño a comer, insistir demasiado o convertir la comida en una lucha de poder suele ser contraproducente. Es mejor ofrecer la comida sin expectativas rígidas, permitiendo que el niño explore su ritmo.
- Establecer rutinas. Tener horarios regulares para las comidas y evitar que el niño “pique” todo el día ayuda a que llegue a la mesa con hambre. Las rutinas también ofrecen seguridad y previsibilidad.
- Ofrecer variedad sin obligar. Es importante seguir presentando alimentos nuevos o rechazados anteriormente, pero sin presión. A veces, se necesitan más de 10 o 15 exposiciones antes de que un niño acepte un alimento.
- Involucrarlo en la preparación. Invitar al niño a participar en la compra o preparación de los alimentos puede aumentar su interés y disposición a probar lo que ayudó a cocinar. El simple hecho de tocar y oler los ingredientes ya es una forma de acercamiento positivo.
- Respetar sus señales de hambre y saciedad. Los niños sanos suelen regular su apetito. Si un día comen poco, lo compensarán en otros momentos. Respetar estas señales fortalece su relación saludable con la comida.
- Crear un entorno positivo y sin distracciones. La hora de comer debe ser tranquila, sin pantallas ni juguetes. Compartir la mesa en familia y dar el ejemplo con una alimentación variada y relajada es muy beneficiosa.
- Adaptar texturas y presentaciones. Si el niño muestra rechazo a ciertas texturas (por ejemplo, alimentos muy blandos o con grumos), se pueden ofrecer alternativas que mantengan el valor nutricional pero se adapten mejor a sus preferencias sensoriales.
- Evitar el uso de comida como castigo o recompensa. Usar frases como “si no comes, no hay postre” refuerza la idea de que ciertos alimentos son malos y otros deseables. Lo ideal es tratar todos los alimentos como parte natural de una alimentación equilibrada.
- Observar posibles causas médicas o emocionales. Si el rechazo es persistente, muy rígido o afecta el crecimiento, puede estar relacionado con trastornos como ARFID, alergias, problemas digestivos, autismo o ansiedad. En estos casos, es fundamental consultar con un pediatra, nutricionista o psicólogo especializado.
- Celebrar los pequeños avances. Si el niño toca un alimento que antes no toleraba, lo huele o lo prueba aunque no lo trague, esos son logros importantes. Validar estos avances sin exagerar refuerza la confianza del niño en su proceso.
La clave para ayudar a los niños que rechazan la comida está en la empatía, la constancia y la búsqueda de apoyo profesional si es necesario. Cada niño tiene su propio ritmo, y acompañarlo con paciencia puede marcar una gran diferencia en su relación con la comida.