Rico en licopeno, vitaminas y minerales, el tomate se destaca como aliado de la salud cardiovascular, ocular y de la piel. Con bajo aporte calórico y alto valor nutritivo, es clave en la dieta diaria.

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Redacción El País
El tomate, protagonista indiscutido de la dieta mediterránea y de infinidad de recetas alrededor del mundo, es mucho más que un ingrediente versátil en la cocina.
Su verdadero valor radica en la enorme cantidad de nutrientes que aporta al organismo y en los beneficios comprobados que ejerce sobre la salud.
La Fundación Española de la Nutrición (FEN), en colaboración con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, destaca que esta hortaliza está compuesta en gran parte por agua y apenas suma 22 calorías por cada 100 gramos.
Esto la convierte en un alimento ligero, ideal para dietas de control de peso, pero al mismo tiempo muy completo en términos nutricionales. Su composición incluye hidratos de carbono, fibra, proteínas vegetales, potasio, selenio y vitaminas fundamentales como la A, C, E y varias del grupo B, entre ellas el folato, todas necesarias para mantener el equilibrio del organismo.

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Entre los componentes más destacados del tomate se encuentra el licopeno, un carotenoide responsable de su color rojo característico. La concentración de este bioactivo depende de la variedad, el cultivo y el grado de maduración, pero en todos los casos aporta una acción antioxidante poderosa, capaz de proteger a las células frente al daño oxidativo. La literatura científica ha vinculado este compuesto con una reducción en la incidencia de enfermedades crónicas, así como con efectos favorables en la salud cardiovascular y ocular.
La Fundación Alimentación Saludable resalta que el tomate es la fuente alimentaria más importante de licopeno, lo que le otorga un papel clave en la prevención de ciertos tipos de cáncer, especialmente el de próstata. Además, el consumo frecuente de esta hortaliza puede contribuir a reducir los niveles de colesterol, mejorar la circulación sanguínea y mantener el corazón en buen estado.
Pero los beneficios del tomate no terminan allí. Gracias a su aporte de fibra, ayuda a regular el tránsito intestinal y prevenir el estreñimiento. Su contenido en potasio le confiere propiedades diuréticas, favoreciendo la eliminación de líquidos y el equilibrio de la presión arterial. En el plano dermatológico, se ha comprobado que el licopeno y las vitaminas antioxidantes protegen la piel frente al envejecimiento prematuro, los daños producidos por la exposición solar y la pérdida de elasticidad.
El tomate también juega un rol fundamental en la salud ocular. La vitamina A y los carotenoides presentes en esta fruta —porque botánicamente lo es, aunque se consuma como hortaliza— contribuyen a mantener una visión saludable y a reducir el riesgo de enfermedades degenerativas de la vista.

Todo esto hace que el tomate se considere un verdadero “superalimento”: bajo en calorías, rico en agua, con alta densidad de nutrientes y múltiples efectos positivos en el organismo. Consumido en ensaladas frescas, en salsas caseras, en jugos, sopas frías como el gazpacho o incluso cocinado —proceso que potencia la biodisponibilidad del licopeno—, se transforma en un aliado cotidiano de la salud.
Incluir tomate en la dieta de forma regular no solo enriquece el sabor de las comidas, sino que también representa una manera simple y accesible de fortalecer el corazón, cuidar la piel y proteger la vista. Con sus propiedades antioxidantes y nutritivas, este alimento reafirma su lugar como uno de los pilares de una alimentación equilibrada y de un estilo de vida saludable.
En base a El Tiempo/GDA
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