Una mujer que vive cerca del centro de atención a toxicómanos Baluard de la avenida Drassanes dice con ironía que está pensando en vender por la calle sus lyricas. “Muchos venden todo el rato estas pastillas que les recetan para costearse sus adicciones y no pasa nada –añade, ahora con amargura-. Te los encuentras en la farmacia, pidiendo a la dependienta que le venda más, y ella respondiéndoles que aún no les toca, que sin otra receta no puede, y ellos insisten, y ella aguanta… A mí me las recetan por la fibromialgia”.
“Hace un par de años, cuando empezó esto de las pastillas –tercia otra vecina del sur del Raval–, no le dimos importancia. Parecía lo de menos. Aquí ves a la gente perder su humanidad, tirados la calle, entre desperdicios, con una jeringuilla colgando… y no te acostumbras”. El centro Baluard trata de mitigar los daños que comporta el consumo de drogas, y se dirige a una población con muchos problemas. Muchas de estas personas nunca se rehabilitarán. Aquí al menos reciben atención médica. “Vivimos en Zombiland. El alma se te cae al suelo cada dos por tres. Pero es que esas pastillas se las están vendiendo para pagarse sus dosis a los chavales que se dedican a dar tirones ¡así se envalentonan! y ya es están desatados. Ya no te atreves a pasear con un collar. Y de noche le dices al taxista que te deje en la puerta”.
El Ayuntamiento reconoce que ha de mitigar el impacto sobre el espacio público de este equipamiento
Es que estamos ante el centro de estas características con mayor demanda de España. Aquí ya hace tiempo que muchos vecinos prefieren que sus padres no vengan a visitarlos. “No sabes qué se encontrarán. A veces te da vergüenza”. En el parque ubicado frente al centro en cuestión apenas juegan críos. “Los pocos del barrio de toda la vida que aún quedan por aquí llevan a los suyos al barrio de Sant Antoni”. Varias furgonetas de la Guardia Urbana dan a entender que los momentos de tranquilidad son frágiles. “Las peleas son constantes. Pero últimamente la Guardia Urbana y los Mossos nos hacen caso”. A pesar de ello los trapicheos son constantes.
Los vecinos de la zona dicen que el alma se les cae a los pies cada dos por tres
Àlex Garcia
“Hace tiempo que no tenemos narcopisos. Ahora los traficantes envían a personas enganchadas de las que se aprovechan a vender heroína a los usuarios del Baluard, quienes compran sus dosis con lo que ganan con la venta de las pastillas que les recetan… Así que no han de irse muy lejos. Muchos acaban viviendo por aquí, de cualquier modo”. Al caer la noche todos los rincones se llenan de sombras, cartones, colchones, carritos atestados… “¿Por qué hemos de convivir con tanta miseria? –dicen estas mujeres–¿no podríamos repartir este peso? ¿somos lo únicos que hemos de ser solidarios?”. “Nuestros pisos deben ser los únicos que no se encarecen en toda Barcelona”. Así que montaron una plataforma, Raval abandonat.
“¿Hemos de convivir con tanta miseria? ¿no podemos compartir este peso con el resto de la ciudad?”
“Pedimos que los servicios de este centro queden integrados en el sistema hospitalario, algo que ya tenía Xavier Trias en mente cuando era alcalde, pero como luego perdió las elecciones… Los técnicos municipales nos dicen ahora que el Ayuntamiento estudia trasladar aquí el Centro de Reducción de Daños de la calle Robadors y juntar todos los servicios a drogodependientes aquí mismo, en un antiguo colegio. Que los lleven al hospital del Mar o a la Zona Franca, que pongan autobuses lanzadera especiales, pero que no nos hundan más, por favor”. Y así se lo hicieron saber en la última audiencia pública de Ciutat Vella a Albert Batlle, al teniente de alcalde de Seguridad y concejal responsable del distrito.
Lee también
“Aún no hay nada cerrado –repuso el edil–. Estos servicios se dan en todos los distritos. Pero el de Baluard está sobredimensionado. Es el centro de sus características con más usuarios de España. Hemos de incidir en esta demanda para que no pase lo que pasa. Estamos en conversaciones con la Generalitat para mitigar esta agresión sobre el espacio público. Pero hablamos de equipamientos de proximidad que no pueden trasladarse a cualquier sitio. El de Baluard no puede tener tanta demanda, pero tendremos que pagar nuestra cuota”.





