“Si todo sale bien, puede pasar un año entero hasta que tengas los nietos que querías tener”. Los nietos no son nietos, realmente, sino plantas. Las plantas no son plantas, sino brotes que asoman en el laboratorio, luego de que sus «abuelos» sufrieran una modificación con las famosas «tijeras» de edición génica. El resultado, plantas (¡o hijos!) que darán lugar a «nietos» y que por el cambio genético hecho dos generaciones atrás serán resistentes a las olas de calor, sin ser ellos mismos un producto transgénico. Este es el logro de Gabriela Pagnussat, bióloga marplatense, investigadora del Conicet, que este martes recibió el premio local L’Oréal-UNESCO “Por las mujeres en la ciencia”.
Hay que imaginar a Pagnussat caminando por un tapete, pendiente arriba. Es un camino áspero y ella arrastra a los chicos de la mano. Tiene tres, que ahora rondan sus veintes, pero toda la historia comienza con ellos muy chiquitos, en un esforzado viaje familiar para que Pagnussat pueda hacer su posdoctorado en Estados Unidos.
“Pensaba quedame tres años y al final nos quedamos el doble. Ahí nació mi tercera hija, la menor”, compartió con Clarín. Volvió al país en 2009. En 2012 arrancó con el tema por el que este martes le entregaron la versión nacional del prestigioso galardón con el que L’Oréal-UNESCO, en colaboración con el Conicet, reconoce hace 19 años a las científicas del país.
Este año se premiaron proyectos vinculados a las llamadas Ciencias de la vida. Desde la burbuja urbana, lo que hace Pagnussat podría parecer lejano. No lo es, transmite la licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Ciencias de la Universidad Nacional de Mar del Plata, que no sólo trabaja en el Instituto de Investigaciones Biológicas Conicet-UNMP, sino que hace un tiempo es CEO de una start-up de base tecnológica que ella misma creó: ThermoReLeaf.
Pagnussat es investigadora Principal del Conicet e hizo su posdoctorado en los Estados Unidos.Con esa compañía -para la que viene remando en busca de apoyo financiero- está dando uno de los pasos más difíciles del ámbito científico: lograr que un proyecto sobreviva la metamorfosis desde la ciencia básica hasta una solución tecnológica. En este caso, con miras a resolver “las pérdidas económicas enormes que tiene la Argentina por las olas de calor, que representan de forma directa $ 60.000 millones por año; y no sólo redundan en que suban los precios de los alimentos sino en que muchas personas que trabajan en cosechas perdidas, pierdan también sus puestos de trabajo”.
Plantas que aguantan el verano argentino
“Estamos trabajando con arroz y soja”, contó Pagnussat. Fueron años de años experimentos -“100 por ciento de ciencia básica”- y, al final, lograron la meta buscada: “Ver cómo a plantas que viven a 22 grados, les metíamos 40 grados y sobrevivían.»
Aunque tienen modificado un gen que los hace resistentes al calor, los cultivos resultantes de este desarrollo de biología molecular no son transgénicos. Es un aspecto diferencial respecto de muchos de los vegetales que consumimos todos los días, explicó la científica.
Sintetizado al extremo, lo que Pagnussat y su equipo de trabajo hicieron fue tocar genéticamente una primera generación de plantas y “meterles” un gen que llevaba consigo las famosas “tijeras” de edición génica -herramienta de defensa de las bacterias, que les permite eliminar virus que las infectan, como si los podaran-, por las que las científicas Emmanuelle Charpientier y Jennifer Doudna ganaron el Premio Nobel de Química en 2020.
Pero, ¿qué y dónde cortar? El recorte genético se pudo definir luego de mucha investigación básica. Debían hacer foco en el problema del deterioro celular de los cultivos que causan las altas temperaturas.
Pagnussat explicó que partieron de un conocimiento que ya tenían por otras investigaciones, y es que las plantas son capaces de desarrollar una suerte de “memoria del estrés por calor”, que es lo que les permite soportar las temperaturas altas, como si el aprendizaje de ese estrés las ayudara a tolerar el calor y evitar el deterioro extremo, un proceso que se denomina ferroptosis.
El agregado de Pagnussat y su equipo fue lo más parecido a haberles inventado a los cultivos un recuerdo de algo que no vivenciaron. Así, la modificación genética impulsó que, en lugar de que la planta madure en la dirección usual, mantenga activado -como si ya hubiera ocurrido- el proceso de memoria del estrés por calor. El resultado: mayor resiliencia y un umbral más lejano de tolerancia a las altas temperaturas.
Una modificación genética no transgénica
Llamemos “abuelas” a esa primera generación de plantas. De esas nacieron más brotes o “hijos” -para seguir con la imagen comparativa-, algunos de cuales heredaron el gen con las tijeras. Otros, no. El equipo de Pagnussat hizo una cuidadosa selección: se quedaron con los individuos de estas especies que, si bien tenían modificada la función de “memoria” comentada arriba, no habían heredado el gen foráneo.
Así nacieron los “nietos” comentados en el comienzo de esta nota. Son mucho más tolerantes al calor, pero no califican como productos transgénicos.
La bióloga marplatense desarrolló una modificación genética no transgénica.Pagnussat ronda sus cincuentas. Es una mujer paciente, de las que saben apreciar las pequeñas cosas de la vida -“en Estados Unidos, necesitaba el mar. Precisaba volver a Mar del Plata y ver el límite de la costa”-, que además se entusiasma cuando imagina el futuro de este desarrollo: “Lo que tenemos como blanco es un proceso muy conservado; una herramienta que puede ayudar a que sea más sustentable el cultivo de especies, con menos desperdicio. Podés correr fronteras de tierras cultivables que hoy no pueden ser usadas. Es increíble que un descubrimiento así pueda tener un impacto en cualquier especie cultivable.»
Se siente sapo de otro pozo, pero también la seduce el aprendizaje empresarial de economía y finanzas que está teniendo que hacer. “Quiero que esto tenga un impacto, pero para eso tenemos que conseguir fondos. Tuvimos una propuesta de inversión, pero hasta ahora pusimos plata de nuestro bolsillo”, contó, luego de explicar que “la parte de ciencia básica había contado con fondos estatales, pero después se frenó todo”.
Pagnussat tiene un subsidio PICT, la principal línea de financiamiento que otorga la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, “frenado hace dos años”.
«Hubo algunos colegas que recibieron hace dos meses la segunda cuota de estas partidas. Por alguna razón, aunque tengo todos los papales en regla. Yo no entré en la lista. Llamé por teléfono, pero nadie atiende”, señaló.
Más científicas premiadas
“Este premio llega en un momento esencial para despertar la vocación científica en más mujeres que puedan elegir este tipo de carreras. Es importante apoyar a la ciencia porque es la manera que tenemos de avanzar. Si no seguimos corriendo la frontera del conocimiento, no vamos a avanzar nunca”, apuntó Pagnussat.
En esa misma línea se movieron otras cinco mujeres, también destacadas este martes, que ahora integran la lista de 72 científicas valoradas por este premio, en su versión nacional, una de las patas del premio internacional, que este año tuvo como figura destacada a la física argentina María Teresa Dova, distinguida en representación de América Latina y el Caribe.
María Teresa Dova, la física distinguida en representación de América Latina y el Caribe.En cuanto a las cinco galardonadas que se suman a Pagnussat, todas son investigadoras del Conicet, aunque en distintas categorías. La primera es Mehrnoosh Arrar: ganó en la categoría «Beca», por su trabajo en ciencias biológicas dedicado al «Diseño racional de antivirales para el dengue».
En la categoría «Premio» recibió una mención Eva Acosta Rodríguez; en este caso, centrada en las ciencias de la salud. El nombre de su investigación es “Hacia una inmunidad de precisión en artritis reumatoidea: caracterización de determinantes inmunológicos involucrados en la inmunorregulación, la respuesta terapéutica y sus efectos adversos.»
Como mencionada en la categoría “Premio” quedó Luciana Balboa, experta abocada a la medicina básica, que fue destacada por su “Diseño de una estrategia innovadora para el tratamiento de la tuberculosis pleural mediante la modulación del eje ALOX5/Resolvina D5/GPR32.»
Y en el rango “Beca” hubo dos menciones más, ambas de las ciencias biológicas. Una fue para Myriam Boivin, destacada por su investigación en la “Influencia de los cambios climáticos en la evolución de los roedores caviomorfos durante el Cenozoico»; y Sabrina Gavini, por su profundización en los «Patrones y mecanismos de la facilitación entre plantas directa e indirecta, y variación del éxito reproductivo en plantas de alta-montaña de Patagonia».
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