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lunes, febrero 24, 2025

Premios Oscar 2025: ¿Y si Walter Salles da el batacazo y le gana a Emilia Pérez?

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Es tan afable como inteligente, atento, erudito y talentoso. Walter Salles siempre ha manejado un perfil bajo, aunque dos de sus películas hayan sido candidatas al Oscar a la mejor producción extranjera o internacional, haya ganado dos premios BAFTA haya competido en varias oportunidades por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Nacido en Río de Janeiro, Walter conoce bien la Argentina, tanto como Sudamérica: viajó por varios países de Latinoamérica para preparar y luego rodar Diarios de motocicleta, sobre los viajes del Che y Alberto Granado, por eso no extraña que cuente entre las películas que lo marcaron El secreto de sus ojos, La historia oficial y Argentina, 1985.

Formado en la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California, en sus películas el tema del exilio y de la búsqueda de la identidad de sus protagonistas es casi como un sello, una marca de fábrica.

Junto con Glauber Rocha, Carlos Diegues y Nelson Pereira dos Santos es uno de los cuatro directores brasileños que tuvieron tres de sus películas seleccionadas para la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes.

Walter Salles y la actriz Fernanda Torres, todos candidatos al Oscar. Fotos UIP
Walter Salles y la actriz Fernanda Torres, todos candidatos al Oscar. Fotos UIP

Salles ha dirigido dos actuaciones nominadas al Oscar: las de Fernanda Montenegro y Fernanda Torres, madre e hija, respectivamente, la primera por Estación Central, la segunda por Aún estoy aquí, la película que estrena este jueves en la Argentina y que tiene tres nominaciones al Premio de la Academia: es una de las 10 candidatas a mejor película, suma la nominación de Montenegro, y la de mejor película internacional, que es posible dé el batacazo y deje a Emilia Pérez sin esa estatuilla.

Fanático de las carreras de automovilismo -ha competido en el campeonato brasileño GT3-, habla un casi perfecto castellano, y responde pausado y extenso, por lo que entrevistarlo es siempre una situación placentera.

-Te tomaste 12 años para filmar otra película de ficción. ¿Algún motivo en especial?

Fernanda Torres ganó ya un Globo de Oro y es la competencia más fuerte que tendría la favorita, Demi Moore, en el Oscar.Fernanda Torres ganó ya un Globo de Oro y es la competencia más fuerte que tendría la favorita, Demi Moore, en el Oscar.

-Por dos razones. Primero, porque un libro tan inspirador como Aún estoy aquí, de Marcelo Rubens Paiva, no aparece todos los años. Fueron necesarios siete años para adaptarlo. Segundo, porque los dos guiones originales en los que trabajé durante ese tiempo, que presentaban una mirada sobre el país como en Central do Brasil, no alcanzaron un nivel de madurez satisfactorio.

Tal vez porque la realidad brasileña estaba cambiando demasiado rápido y volviéndose cada vez más distópica, haciendo que algunos de los temas que quería abordar se volvieran obsoletos. La identidad de un país está siempre en movimiento, y para estar sincronizado con la realidad, un guion tiene que ser un acto de anticipación.

-¿Conociste a la familia Paiva, ibas de chico a esa casa que retratás en la película?

Salles con Fernanda Montenegro, a quien dirigió en Salles con Fernanda Montenegro, a quien dirigió en «Estación Central», en el set de «Aún estoy aquí».

-Sí, fui y sigo siendo amigo de Nalu Paiva, la hermana del medio de esa familia de cinco hijos que había llegado de São Paulo y alquilado una casa en Río de Janeiro. Me sentí invitado a ser parte de esa familia, a esa casa donde las discusiones políticas eran fascinantes, donde entendí la importancia de la Tropicália y me enamoré de Caetano Veloso, Gal Costa, Erasmo Carlos, Mutantes y Tom Zé.

También había un afecto, una humanidad en esa familia, que resuena en mí hasta el día de hoy. Para ellos, vivir con esa intensidad era una forma de resistencia contra el régimen militar instaurado en Brasil. De alguna manera, la casa de la familia Paiva representaba un otro país para todos nosotros que la frecuentábamos.

-Retratás a Eunice, la esposa y madre de la familia, como la heroína casi silenciosa de la historia…

Montenegro y Salles habían trabajado juntos en una de las primeras películas del realizador carioca, Montenegro y Salles habían trabajado juntos en una de las primeras películas del realizador carioca, «Terra Estrangeira», «una película de juventud».

-En realidad, ésa es una sensibilidad que proviene de la mirada de Marcelo Rubens Paiva. Lo que movió su gesto como escritor fue la percepción de que su madre, entonces con 80 años, comenzaba a perder la memoria debido al Alzheimer, justo en el mismo momento en que el país parecía estar perdiendo su memoria colectiva. A medida que Marcelo reconstruye la memoria de su familia, también ofrece el reflejo de la memoria perdida bajo la dictadura militar.

Fue esa superposición entre lo personal y lo colectivo lo que despertó en mí el deseo de hacer la película. En la construcción del libro, Marcelo entiende que su madre había sido la heroína silenciosa de la historia de la familia. Eunice es una mujer que nunca buscó protagonismo, una mujer que, frente a un acto de violencia cometido por el Estado, se ve obligada a desarrollar nuevas estrategias de resistencia para proteger a sus hijos, a su familia. Es un personaje extraordinario, de quien conservo recuerdos personales hasta hoy.

Conocimientos de primera mano

-Vos tenías 14 años cuando transcurren las principales acciones de la película, en 1971. ¿Vos y tu familia sufrieron en carne propia la dictadura militar, al margen de lo que le sucedía al ciudadano común? Dame, por favor, un ejemplo.

La película retrata la odisea de una familia cuando el padre es desaparecido en el Brasil de los años '70.La película retrata la odisea de una familia cuando el padre es desaparecido en el Brasil de los años ’70.

-No había manera de no percibir el clima asfixiante de los años de plomo, y aún más entre 1970 y 1971, cuando la violencia de la dictadura se intensificó. La primera imagen de la película, de hecho, contiene el filme entero. Una mujer se baña en el mar, pero esa imagen no es edénica: un helicóptero militar vuela demasiado bajo. Eunice lo sigue con la mirada durante largos segundos, preocupada. Es una imagen oracular, que podría pertenecer a una tragedia griega. Ese estado de inestabilidad se sentía en cada esquina.

Recuerdo, por ejemplo, que al ir al colegio, el autobús escolar o el coche en el que estábamos eran detenidos con frecuencia en bloqueos militares para control de documentos. Marcelo Paiva tenía 11 años cuando vio a su padre ser llevado de casa. Una forma de ver la película es entenderla como un relato sobre el fin de la inocencia. Si aún nos quedaba algo de ella, se perdió el 20 de enero de 1971, cuando Rubens Paiva fue sacado de su casa sin orden judicial, por militares vestidos de civil. Ese hecho marcó un antes y un después en la vida de cada persona que estuvo en esa casa.

-¿Cuál es la importancia de reconstruir el pasado?

Parte de la familia Paiva, con la playa de fondo. Parte de la familia Paiva, con la playa de fondo. «Una forma de ver la película es entenderla como un relato sobre el fin de la inocencia», dice Salles a Clarín.

-En primer lugar, la reconstrucción del pasado, de nuestra memoria colectiva, es lo que nos permite comprender mejor el presente. Es, por lo tanto, fundamental para no repetir los errores del pasado. Es algo que tanto la literatura como el cine argentino han hecho de manera ejemplar. Algunos ejemplos que me marcaron particularmente son La historia oficial, de Luis Puenzo, El secreto de sus ojos, de Juan Campanella, y Argentina, 1985, de Santiago Mitre. Podría citar muchos otros filmes argentinos que permitieron dar textura al pasado de este continente, y entender mejor lo que había ocurrido en él desde el inicio de la Operación Cóndor. También la obra extraordinaria de Patricio Guzmán sobre la memoria de la dictadura chilena.

De hecho, es común que el cine argentino sea citado en los debates que hemos tenido al final de las proyecciones de la película en festivales alrededor del mundo. Los filmes que mencioné anteriormente son una referencia en todas las latitudes, y es un honor para mí sentir que los espectadores y críticos establecen una conexión por la importancia que esos filmes tuvieron para mí. Creo que una película no existe por sí sola, está impregnada de una cinematografía. En mi caso, no es solo la de un país, sino también la de un continente. Esa percepción se volvió aún más clara para mí después de haber realizado Diarios de motocicleta.

Cine en el cine

-¿Qué opinás de la experiencia de ver cine en el cine? ¿Por qué creés que se ha retraído la afluencia de los espectadores a las salas, y cómo revertir este retroceso?

Walter Salles y Fernanda Torres, el fin de semana pasado, en la ceremonia de los premios BAFTA. Foto ReutersWalter Salles y Fernanda Torres, el fin de semana pasado, en la ceremonia de los premios BAFTA. Foto Reuters

-Desde la concepción del proyecto, Aún estoy aquí fue pensada como una película para ser compartida colectivamente, en una sala de cine. Por eso, rechazamos la posibilidad de hacerla para plataformas de streaming, ya que habría imposibilitado el diálogo de la película con una audiencia amplia. Para nosotros, no tenía sentido realizar una película sobre la memoria que no tuviera alguna oportunidad de crear, justamente, una memoria colectiva, de generar un debate amplio. Por suerte, esta sintonía ocurrió. Desde el estreno, diversas generaciones de espectadores han ido al cine para reencontrarse no solo con esa familia, sino también con su propio pasado, con su propia historia.

-Igual, tu película batió algunos récords en Brasil…

-Sí, la película llegó a 4 millones de espectadores hoy, convirtiéndose en la película brasilera más vista desde la pandemia. Pero más importante que la cantidad de público, me parece que es la diversidad de voces en el debate. En Brasil, sufrimos una doble pandemia: la del Covid y también el desastre de los años de Bolsonaro. Como el gobierno se negó a comprar vacunas, las salas de cine fueron aún más afectadas en Brasil que en la mayoría de otros países. Por eso, es un alivio sentir el regreso del público a las salas.

El director brasileño Walter Salles recoge el Goya a la mejor película iberoamericana por El director brasileño Walter Salles recoge el Goya a la mejor película iberoamericana por «Aún estoy aquí». Foto EFE

-¿Cuál es el papel del cine en la era de la Inteligencia Artificial y las redes sociales?

-Estamos en medio de una transformación radical en la forma en que nos comunicamos, al mismo tiempo que vivimos un momento de fragilidad extrema de la democracia en gran parte del mundo. Estos fenómenos no están desconectados. Esta es una realidad en movimiento, que solo podemos captar parcialmente. Pienso que es precisamente en momentos como éste, en que es posible percibir un intento de borrar la memoria colectiva, que la literatura, la música, las artes visuales y el cine se vuelven aún más importantes. Son un antídoto contra el olvido.

Madre e hija, candidatas al Oscar

-¿Por qué llamaste a Fernanda Torres, hija de Fernanda Montenegro, tu actriz protagónica de «Estación Central”?

«En momentos como éste, que se intenta borrar la memoria colectiva, la literatura, la música, las artes visuales y el cine son importantes. Son un antídoto contra el olvido.»

-Tuve la suerte de trabajar con Fernanda Torres en Terra Estrangeira (1995), una película de juventud que me ayudó a entender cuál era el lugar que me interesaba en el cine, y que existe en la confluencia del cine de ficción y del cine documental. En esa película codirigida por Daniela Thomas que aborda distintas formas de exilio, el político, el social, el exilio afectivo, Fernanda Torres fue una verdadera coautora del proyecto.

Para Aún estoy aquí, era imprescindible trabajar con una actriz que supiera decir mucho con poco, que tuviera el deseo y la valentía de trabajar en la sustracción, en la economía de los gestos, en esa búsqueda de la esencia que nos movió a lo largo de todo el proceso. Era un equilibrio difícil de conseguir, un poco como el de una persona que camina sobre una cuerda floja entre dos edificios al final de Still Life, de Jia Zhangke.

Fernanda fue el primer violín de la película, y el registro de actuación que encontramos me permitió dirigir la orquesta en su totalidad. La película no hubiera sido simplemente posible sin ella o sin Fernanda Montenegro.

«La película llegó a 4 millones de espectadores en Brasil, convirtiéndose en la película brasilera más vista desde la pandemia», dice Salles.

-Y ahora se da el curioso caso de que Torres es candidata al Oscar, con una película tuya, como sucedió hace 25 años con su madre, con otra película tuya…

-Sí, fue justamente esa doble coincidencia la que hizo que el hecho de que ella haya recibido el Globo de Oro como mejor actriz haya sido particularmente conmovedor, porque esa coincidencia resonaba con lo que había sucedido con su madre en Central do Brasil en 1999.

-Fernanda Montenegro tiene 95 años… ¿Te fue difícil convencerla de volver a actuar?

-Fernanda Montenegro sigue no solo activa como actriz, sino también como pensadora, como la mujer de profunda inteligencia que es. Hace pocos meses, hizo un monólogo interpretando a Simone de Beauvoir para 15.000 personas. Su pasión por su oficio es lo que la mueve. El trabajo en la película fue una extensión de su forma de estar en el mundo. Fueron días de rodaje inolvidables con ella.

«No había manera de no percibir el clima asfixiante de los años de plomo, y aún más entre 1970 y 1971, cuando la violencia de la dictadura se intensificó.»

La campaña del Oscar

-¿Te sorprendieron las nominaciones al Oscar de tu película? Son tres candidaturas muy fuertes. ¿Cómo sigue la campaña por el Oscar, qué vas a hacer?

-No hicimos propiamente una “campaña”, sino una serie de proyecciones y debates en muchos festivales y países en torno a la película. La trayectoria de Aún estoy aquí por el mundo fue construida por una pequeña familia de personas, sin fiestas ni cenas, hablando solo de lo que importa: Cine.

Me gustaría decir que no habríamos tenido esas nominaciones sin el apoyo y generosidad de muchos cineastas, actores y productores que abrazaron Aún estoy aquí, como fue el caso de Alfonso Cuarón en Inglaterra, Sean Penn y Alexander Payne en los Estados Unidos, Valeria Golino en Italia, Olivier Assayas en Francia. En la Argentina se hizo una proyección organizada por Leticia Cristi, Matías Mosteirín y Agustina Llambi, con el apoyo fundamental de Santiago Mitre. Recibí con mucha emoción los testimonios y especialmente lo de Lita Stantic, que me conmovió profundamente, por la enorme admiración que tengo por ella.

Las nominaciones son para nosotros, sobre todo, el reconocimiento de Eunice Paiva como protagonista de la historia del país, algo que el público brasileño abrazó de inmediato. En cuanto a la campaña para el Oscar, vamos a seguir en la misma ruta, continuando ese trabajo orgánico y, en la medida de lo posible, tratando de desviarnos del ruido de las campañas negativas que desafortunadamente se volvieron predominantes desde que Harvey Weinstein las instauró con Miramax.

La casa original ya no existe, pero encontraron una similar, también frente al mar.La casa original ya no existe, pero encontraron una similar, también frente al mar.

-¿Cómo te acercaste a Marcelo Rubens Paiva? ¿Qué hablaste con él? Él era más pequeño que vos en 1971.

-Una de las cosas más extraordinarias del libro de Marcelo Paiva es que la memoria de su familia se reconstruye a partir de los recuerdos de alguien que tenía solo 11 años cuando comenzó la historia. Al mismo tiempo, esto hizo imprescindible hablar con cada miembro de la familia, así como con todos aquellos que fueron testigos de los hechos, desde finales de los años ‘60 hasta 2014.

Esta extensa investigación explica los largos años de preparación del proyecto: siete en total. Retratar un país conlleva una gran responsabilidad, pues implica representar una cultura en un momento clave de su historia, y éramos plenamente conscientes de ello. Marcelo fue un compañero de viaje excepcional, un consultor artístico del proyecto que permaneció cercano durante todo el proceso.

Rodrigo de la Serna y Gael García Bernal en una escena de Rodrigo de la Serna y Gael García Bernal en una escena de «Diarios de motocicleta».

-La casa en la que filmaste “Aún estoy aquí”, ¿es una reconstrucción fiel de la casa original? Porque la casa fue demolida, ¿no? ¿Habrías rodado allí?

-Por suerte, aún quedan en Río de Janeiro casas de dos pisos construidas en los años ‘50, como la de la familia Paiva. Encontramos, en un barrio aún preservado, una casa frente al mar que era un retrato fiel de la casa original.

Mi amiga Nalu Paiva dibujó de memoria la distribución interna de los cuartos, recordó los objetos que había en cada una de las salas, y eso alimentó el trabajo de nuestro director de arte, (el argentino) Carlos Conti, con quien hice Diarios de motocicleta. El trabajo de Carlos es de una profunda belleza porque es prácticamente imperceptible, como si esos objetos y esa casa siempre hubieran sido de esa forma, como si estuviéramos registrando imágenes en un documental.

-¿Cuál es, para vos, la importancia de mostrar las fotografías de la familia real, en los créditos finales?

-Esa era la familia que conocí, un momento que pude ser testigo. Un poco como al final de Diarios de motocicleta, los créditos tienen una función narrativa, porque nos recuerdan que esos eventos realmente sucedieron, y no pueden ser borrados u olvidados. Ese gesto refleja lo que siento cuando veo las pinturas rupestres de Altamira o de las Cuevas de las manos: son la prueba de que, en un momento específico de nuestra historia, un grupo de personas singulares estuvo allí, y dejó una prueba de su existencia.

Los recuerdos de «Diarios de motocicleta»

-¿Qué recuerdos guardás de rodar «Diarios de motocicleta» en la Argentina?

En Cannes, por 2004. Los argentinos Rodrigo de la Serna y Mia Maestro, el mexicano Gael García Bernal y Walter Salles,  con En Cannes, por 2004. Los argentinos Rodrigo de la Serna y Mia Maestro, el mexicano Gael García Bernal y Walter Salles, con «Diarios de motocicleta».

-Los mejores posibles. Me acuerdo de los primeros seis meses en Buenos Aires, un momento en que todavía me sentía inseguro frente al desafío de la película. Hacer dos veces el viaje descrito en el libro de Ernesto Guevara antes de rodar la película fue trayendo, poco a poco, los elementos que crearon las condiciones previas para que el filme existiera. Fue allí donde me enamoré de la geografía humana del continente.

Y fue en la fuerza colectiva, en los encuentros con Gael, Rodrigo (de la Serna) y cada actor y cada miembro del equipo en Buenos Aires, en la preparación y en la proyección de películas y documentales que compartimos antes de rodar la película, que encontramos la fuerza colectiva para hacerla. Andréi Tarkovski decía que una película solo empieza a existir cuando todas las personas que están adelante y detrás de la cámara están en la misma arteria del filme. Están en sintonía. Eso fue lo que nos movió, gracias a la extremada generosidad de las personas que me apoyaron en ese momento. Muchas de ellas siguen siendo amigas cercanas.

-Por último, ¿cómo va el proyecto de rodar “The Man in the Rockefeller Suit”? ¿Y vas a venir a Buenos Aires?

-No tengo la intención de filmar en los Estados Unidos. Voy a terminar ahora un documental que ya rodé sobre Sócrates, uno de los creadores de la Democracia Corinthiana, un brillante futbolista que fue una figura fundamental en la lucha por las elecciones directas en Brasil, en los años ‘80. Es nuevamente el punto de encuentro entre un drama humano y la historia de un país en trance. Y, sí, encantado de comer un asado.

Redacción

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