ROMA.- El papa León XIV es reconocido como el más latinoamericano de todos los cardenales estadounidenses, y por eso fue elegido por el papa Francisco para su relación con la región. De hecho, este jueves dedicó parte de su primer discurso a hablar en español. Como señal de la confianza de Francisco, el cardenal Robert Prevost fue designado a principios de 2023 para dirigir el Dicasterio para los Obispos, el poderoso departamento del Vaticano que supervisa los nombramientos episcopales en la mitad del mundo católico. Ese mismo año, el papa lo nombró cardenal obispo, uno de los rangos más altos del Colegio Cardenalicio.
Sin embargo, el cardenal Prevost, hoy papa León XIV, fue siempre una figura discreta, rara vez visto en los medios. Incluso como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, mantuvo un perfil bajo. Habló poco sobre temas como la migración y era relativamente desconocido fuera de Perú.
La Pontificia Comisión para América Latina es un órgano de la Curia Romana fundado el 21 de abril de 1958 por el papa Pío XII, se ha encargado de asistir y examinar los asuntos relacionados con la Iglesia Católica en América Latina. La Comisión opera bajo los auspicios del Dicasterio para los Obispos y durante la mayor parte de su historia el prefecto de ese organismo fue presidente de la Comisión.
Prevost era presidente de la Comisión desde 2023 y contaba con dos secretarios, ambos laicos: Rodrigo Guerra López y Emilce Cuda, nombrados en julio de 2021 y febrero de 2022, respectivamente. Cuando fue nombrado, Guerra era el único laico con rango de secretario en la Curia; el único laico con rango superior era Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para las Comunicaciones. Cuda se convirtió en una de las pocas mujeres en altos cargos en la Curia.
Aunque nació en Chicago, de padre francés y madre italiana, el cardenal Prevost tiene profundas raíces en Latinoamérica. Poco después de licenciarse en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma, llegó en 1984, con tan solo 29 años, a la remota región andina de Chulucanas, en el norte de Perú.
Tras un breve regreso a Chicago en 1988, se trasladó a Trujillo, la tercera ciudad más grande de Perú, para supervisar la formación religiosa. Una década después, asumió el cargo de provincial de los Agustinos en el Medio Oeste estadounidense. En 2001, fue elegido prior general de la orden en Roma, cargo que ocupó hasta 2013.
En 2014, con la jerarquía católica peruana sumida en un escándalo, Francisco lo nombró obispo de Chiclayo, también en el norte del país, optando por un obispo externo para ayudar a restaurar su credibilidad.
Casi una década después, en lo que muchos consideraron una decisión sorpresiva, el Papa lo llamó de regreso a Roma para suceder al cardenal Marc Ouellet como prefecto del Dicasterio para los Obispos.
El cardenal Prevost ha presenciado de primera mano la iglesia multicultural que Francisco defendió, pero tiene una visión clara de los desafíos. “Mantener la unidad en la diversidad es un verdadero desafío“, declaró en una entrevista publicada por los Agustinos. “Sobre todo cuando la polarización se ha convertido en la norma de una sociedad que, en lugar de buscar la unidad como principio fundamental, oscila entre extremos”.
Advirtió que no se debe confundir unidad con uniformidad ni aceptar la diversidad como una situación desprovista de normas y orden.
Durante su tiempo en el Vaticano, Prevost evitó las batallas ideológicas que estallaron durante los últimos años del pontificado de Francisco. Desempeñó un papel discreto pero conciliador con los obispos alemanes respecto a la divisiva Vía Sinodal, una iniciativa que ha encontrado una fuerte resistencia en la Curia Romana.
Elogiado por su capacidad de escuchar y sintetizar, Prevost siempre fue visto cada como un puente entre los bandos polarizados dentro de la iglesia.
Agencias AP y AFP