Esther Rebollo
Buenos Aires, 1 jun (EFE).- José Luis Vidaller nació en Valencia y llegó a Argentina con once años junto a sus padres y hermana desde Francia, primera parada de la huida familiar cuando Franco se adueñó de España. Hoy, con 88 años, es el presidente de la Asociación Niños de la Guerra Civil en Argentina, que ha recibido esta semana un reconocimiento del Gobierno español.
En una entrevista con EFE, Vidaller afirma que cuando se creó la asociación «la política la llevaba cada uno adentro, pero no se manifestaba. Se prohibió hacer comentarios políticos porque lógicamente había gente llegada de la guerra de todas las tendencias. Unos eran anarquistas, otros socialistas, republicanos, comunistas. Si empezábamos a meternos en temas políticos, íbamos a durar un mes nada más”.
El pasado jueves la ministra española de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, entregó a la asociación el Diploma de Reconocimiento de Méritos a la Emigración en un emotivo acto celebrado en la Embajada de España en Buenos Aires.
La asociación fue creada en 2009, después de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) aprobara una prestación económica a los ciudadanos de origen español desplazados al extranjero durante su infancia como consecuencia de la Guerra Civil (1936-1939).
A Vidaller le pilló aquella decisión en edad de jubilación, tras ejercer más de 40 años como médico en Argentina, y desde entonces ha sido clave para encontrar a otros ‘niños de la guerra’ y ayudarles a tramitar sus prestaciones: llegó a haber 550 beneficiarios en Argentina, según datos aportados a EFE por esta asociación.
Cuenta que es la segunda vez que les hacen un reconocimiento. El primero fue en tiempos de Rodríguez Zapatero, cuando viajó a Buenos Aires el entonces ministro de Trabajo, Jesús Caldera: «Nos reunieron aquí, en la Cancillería, éramos muchos, alrededor de 300, ahora no llegamos a 50 porque lógicamente a esta edad se va desapareciendo por razones biológicas”, explica secándose la lágrima.
Entonces, según detalla, le encomendaron la misión de “buscar la mayor cantidad de niños”, y así hizo. Los que quedan con vida rondan, según el propio Vidaller, los 90 años.
“Andrés Hernández y Armando Velasco, junto conmigo y otros tres más, empezamos a buscar, a hacer propaganda, tuvimos la suerte de poder poner carteles en la consejería laboral donde van todos los pensionados, los niños de la guerra, y empezó a acercarse gente que yo no veía hace 50 años, que nuestros padres habían sido compañeros de campo de concentración en Francia”, detalla.
Y añade: “Llegamos a tener una importancia dentro de la colectividad por el gran número que éramos, hacíamos fiestas, reuniones, excursiones. En fin, éramos verdaderamente una entidad pujante. Cuando empezamos yo pienso que el común denominador era que íbamos a vivir 100 años. Pero no fue así y al pasar los años se fueron yendo muchos compañeros”.
Las alianzas con Franco les impidieron volver
Al recordar esos reencuentros, este niño de la guerra, ya anciano, reconoce que con la edad brotan aún más los recuerdos, y relata con esa emoción su historia: “En Francia estuvimos diez años y, al terminar la Segunda Guerra Mundial, todos teníamos la esperanza de volver a España, pero no se dio por circunstancias diplomáticas y por la habilidad de mucha gente, inclusive Franco”.
Afirma que “los aliados que habían estado en contra de Franco durante toda la Guerra Civil, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, dijeron ‘necesitamos a España como un baluarte en contra del comunismo’, así que nosotros, que éramos considerados rojos, no pudimos ir. Entonces decidimos emigrar hacia América y así vinimos a la Argentina, donde teníamos parientes”.
“Otros fueron a México, otros a Venezuela, otros a Cuba, a la República Dominicana y a Chile, y aquí nos desarrollamos. Aquí terminé de crecer, aquí estudié, aquí me recibí de médico, aquí trabajé más de 40 años”, detalla junto a su esposa, una argentina de origen italiano.
Y la nostalgia la explica así: “Yo leí una vez un epitafio, que está en el cementerio de Colliure, en Francia, donde está enterrado nuestro máximo poeta, Antonio Machado, y dice: ‘el tiempo pasa, los recuerdos persisten’».
«Lo peor de todo es que, con la llegada de la edad adulta y después con la ancianidad, esos recuerdos, esa memoria, se pone más de manifiesto y recordamos cosas que habíamos olvidado, volvemos a nuestra edad inicial, volvemos a los 2 años, a los 3 años, cuando empezamos a conocer el mundo y aparecen un montón de episodios que ya habíamos olvidado”, afirma.
Y prosigue: “Cuando llegamos a la Argentina, yo decía que éramos un eslabón perdido, pero no es verdad. No somos un eslabón perdido, somos un eslabón que representa todo aquello”.
José Luis Vidaller ha escrito un libro titulado ‘Recuerdos de un viaje importante’, editado por su hija y que pronto verá la luz. En esas páginas está registrada una historia de más de 80 años, la de los niños de la Guerra Civil en Argentina, todos los detalles de una generación de hombres y mujeres que nunca regresaron a su España natal.
“A Argentina se lo debemos todo”, dice Vidaller al despedirse, erguido y lúcido, en un salón de la Embajada de España en Buenos Aires. El embajador Joaquín María de Arístegui le acababa de decir, a él y a sus compañeros, que ésta era su casa. EFE
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