En el pináculo de la fama, su cabello platinado, ultra peinado y brilloso como pocos, y su cara angelical eran sin dudas un modelo a seguir para las chicas de los 80’s que se peinaban con jopos y usaban toneladas de Angel Face. Toda una IT girl de aquel entonces, Guadalupe Martínez Uría (51) servía primerísimos primeros planos como nadie e hipnotizaba con belleza, oficio y perseverancia.
Guadalupe irrumpió en la escena televisiva argentina en los años 80, debutando a los 11 años en la serie juvenil Pelito. Su carisma y talento la llevaron a participar en éxitos como Clave de Sol y ¡Grande, Pá!, donde interpretó a Griselda, la inseparable amiga de Josefina, la mayor de las “chancles”, interpretada por Nancy Anka.

En 1995, se unió al universo de Cris Morena en Chiquititas, encarnando a Dolores Agüero, la villana que complicaba el romance entre los personajes de Gabriel Corrado y Romina Yan. También fue parte de los elencos de Perla Negra y El precio del poder, entre otras exitosísimas novelas.
A pesar de una carrera en ascenso, Guadalupe decidió alejarse de las cámaras en 1995 tras casarse con Diego Bidner, priorizando su vida familiar. Juntos, formaron una familia con tres hijos: Kala, Ona y Máximo. Un retiro voluntario que marcó el fin de su presencia en la pantalla, enfocándose en la crianza y bienestar de sus hijos.

Hoy, tras años de llevar una vida privada y de regreso ante los flashes para esta nota con GENTE, su romance con las cámaras parece intacto. Sencilla y encantadora, la actriz que brilló cuando en la tele se podían hacer 60 puntos de rating retomó su vínculo con el mundo artístico cuando decidió respaldar como manager y productora a su hija, Kala Bidner (20), quien sigue sus pasos en el ámbito musical.
–Mirando hacia atrás, ¿qué lugar ocupa hoy en tu vida aquella etapa de actriz juvenil en éxitos como Pelito, Clave de Sol y ¡Grande, Pá!?
–Fue una etapa maravillosa y definitivamente marcó mi vida. A veces la gente cree que cuando dejás de estar en la televisión, esa parte de tu historia se borra, pero en realidad siempre sigue ahí, en los recuerdos, en la gente que te sigue saludando con cariño.
Para mí, fue un momento de mucho aprendizaje, de experiencias inolvidables y de amistades que aún conservo. Es una etapa que estuvo en pausa durante unos años pero que necesita volver de algún modo. Hoy acompaño a Kala en su camino y disfruto de este otro rol, pero también estoy encarando un nuevo proyecto relacionado a toda esa historia.

De hecho, a la producción de GENTE Guada llega con un filmaker con quien están documentando casi todo lo que hace desde hace unos meses. En un brainstorming que va cambiando de dirección con el correr del tiempo, juntos están ensayando ideas para contar de un modo distinto ese fenómeno cultural en el que las estrellas de las tiras juveniles imponían desde la moda a las frases que repetían los chicos en el colegio.
Parte de la industria en una era mucho más artesanal que la de ahora, sin redes sociales ni managers especializados en la construcción de imagen personal o estrategias de marketing, durante su gran pico de fama Martínez Uría casi que no podía salir a la calle y por supuesto que en lugar de selfies no paraba de firmar autógrafos.

–Después de años fuera del ojo público, volvés a estar presente en la industria, pero desde otro rol. ¿Qué te hizo decir “sí” a representar a Kala?
–Lo primero fue que vi en ella un talento único y una pasión que no se puede forzar. Como madre, siempre supe que tenía algo especial, pero cuando empezó a tomárselo en serio y vi su compromiso, entendí que era su camino.
También me di cuenta de que, con mi experiencia, podía ayudarla a evitar ciertos errores que yo misma cometí. Fue un “sí” natural, porque no hay nada que me haga más feliz que verla cumplir sus sueños y saber que puedo estar ahí para apoyarla.

–En tu época, la televisión juvenil era un fenómeno masivo. Si Kala hubiera nacido en esos años, ¿la hubieras alentado a actuar o le hubieras recomendado otro camino?
–Creo que si Kala hubiera crecido en los 80 o 90, probablemente hubiera terminado actuando, porque en ese momento la música no tenía el mismo espacio para los jóvenes como lo tiene hoy. La televisión era el gran medio de proyección.
Pero conociéndola, sé que tarde o temprano la música habría sido su destino. Aun así, si hubiera querido actuar, por supuesto la hubiera apoyado, como lo hago ahora con su música.

–Hoy, con la experiencia que tenés, ¿hay algo que te hubiera gustado saber cuando empezaste en la industria? ¿Qué consejo le darías a la Guadalupe de 16 años?
–Le diría que disfrute más y se preocupe menos. Que no se tome tan en serio los comentarios ajenos y que confíe más en su instinto. Que está bien equivocarse y que tema hacer el ridículo.
Cuando uno es adolescente siente que todo lo hace parecer cringe y a esta altura uno se da cuenta de que, si sacás esos prejuicios, sos más feliz.

–Desde tu mirada, ¿qué tiene tu hija Kala como artista que la hace única y especial?
–Tiene algo que no se aprende: carisma y autenticidad. Su voz tiene una sensibilidad que transmite mucho y, además, es una artista completa, que no solo compone y canta sus canciones (acaba de lanzar su segundo EP, titulado Trofeo) sino que interpreta cada canción con el alma. También tiene una gran capacidad para conectar con la gente, y eso no es fácil de encontrar.
–Cuando tenés que presentarte ante algún desconocido, ¿qué preferís contar de vos?
–Depende de la situación, pero generalmente no empiezo hablando de mi pasado en la televisión. Prefiero contar quién soy hoy, lo que hago ahora. Claro que si sale el tema, lo hablo con orgullo, pero me gusta pensar que somos más que nuestros logros del pasado, siempre hay nuevas etapas por descubrir.
Fotos: Diego García
Retoque fotográfico: Gustavo Ramírez
Video: Ramiro Palais