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miércoles, octubre 15, 2025

Qué es de la vida de Johnny Tedesco: tiene 81 años, fue pionero del rock nacional y sigue tocando: “Me sorprende la incansable necesidad de componer canciones que tengo”

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Fue uno de los más carismáticos de El Club del Clan y una figura clave del nacimiento del rock en español. A los 81, Johnny Tedesco sigue componiendo, tocando en vivo y emocionándose con la música y la familia. Su historia es la de un chico de Saavedra que conquistó la televisión y los escenarios.

Pasó su adolescencia entre chicos que se reunían a cantar, a probar pasos de baile y a compartir tardes de descubrimiento en las plazas. Fui ahí donde forjó la chispa que marcaría su destino. “En cada una de las esquinas viví con asombro un mundo diferente al de mi casa. Y pude conocer, por suerte, muchos de esos mundos”, recuerda en una charla con Revista GENTE donde recorre su bitácora de vida. Por ese entonces no había micrófonos ni luces, pero sí algo más poderoso: la intuición de que la música podía ser su camino.

Su infancia estuvo atravesada por un clima familiar en el que el arte era parte de la vida. En la casa de los Tedesco abundaban los instrumentos musicales, las danzas y las representaciones improvisadas. “Eran muy divertidos y espontáneos. Organizaban reuniones cuasi teatrales. Cada uno representaba personajes de ficción del cine mundial. Eran realmente muy divertidos”, cuenta. Crecer en ese entorno fue como vivir en un teatro permanente.

Ese chico de barrio que nació con el nombre de Alberto Felipe Soria Tedesco observaba todo con ojos atentos y todavía no imaginaba que décadas después sería uno de los nombres clave de la historia musical argentina.

Infancia y raíces artísticas: El Club del Clan

Portada de Johnny Tedesco en su juventud.

Si hay una figura que marcó profundamente sus primeros pasos fue su tío Hugo de Bruna. Gran bailarín y coreógrafo, encendió en Johnny el fuego artístico desde chico. “Aprendí a bailar música. Mi inspiración iba desde los Chalchaleros hasta el tap dance de Fred Astaire y Gene Kelly”, recuerda. En un hogar donde la música atravesaba generaciones, ese aprendizaje era parte de la vida diaria más que una clase formal.

Su padre también tuvo un rol decisivo. Aunque amante del tango, fue quien reconoció primero su talento cuando Johnny, guitarra en mano, se animó a cantar temas de Elvis Presley. “La verdad es que me sorprendió viniendo de él, que cantaba muy bien el tango”, confiesa. Ese momento íntimo, familiar, fue el punto de partida de un camino que pronto se volvería público.

Mientras muchos de sus contemporáneos eran alentados a estudiar para convertirse en médicos, abogados o ingenieros, Johnny encontró su rumbo en la música. Lejos de reproches, su familia acompañó esa decisión con respeto y afecto. “Siempre respetaron mi vocación artística y mi convicción”, dice hoy con gratitud.

La vocación no fue una elección estratégica, «sino algo inevitable; la consecuencia de crecer en una familia muy relacionada a lo artístico”, afirma. Desde muy joven se subió a escenarios, empezó a girar y a vivir de la música, en un país que todavía estaba descubriendo cómo sonar en su propio idioma.

Ese arranque precoz tuvo su costo. “Comencé bien de chico. Ya en ese momento la popularidad era mucha”, admite. Mientras otros adolescentes compartían bailes de colegio o escapadas inocentes, Johnny vivía entre sets de televisión y presentaciones. Su adolescencia se mezcló con la vorágine de la fama.

Lejos de esos años donde la popularidad no lo dejaba transitar las calles, ahora Tedesco se refugia en su familia.

Hoy, si pudiera hablar con aquel chico, se repetiría lo que aún se dice: “No dejés de sorprenderte y de cumplir tus sueños haciendo lo que más te gusta y te hace feliz”. Es una frase que no suena a consejo vacío, sino a mantra vivido.

El gran salto llegó con El Club del Clan, el programa televisivo que cambió para siempre la escena musical argentina en los 60. Johnny, con su jopo impecable y su aire rockero, se convirtió en uno de los ídolos juveniles de la época. “Cuando las cámaras se apagaban era muy divertido. Festejábamos estar en TV haciendo juntos un programa muy exitoso. ¡Éramos tan chicos!”, recuerda entre risas.

El ciclo no sólo lanzó carreras individuales: también consolidó un fenómeno colectivo. El rock en castellano, que hasta entonces era incipiente, encontró allí un vehículo masivo para llegar a todos los hogares. Johnny fue parte de esa avanzada que demostró que no hacía falta traducir la emoción: podía cantarse en el propio idioma.

Su carrera lo llevó más allá de la música: al cine. “Fue cuando me propusieron ser actor. Hice películas en las que disfruté al lado de enormes actores. Lo viví como un verdadero desafío que tenía que afrontar en un medio que desconocía. Pero valió la pena, fui un afortunado. Una experiencia maravillosa”, cuenta con una sonrisa nostálgica.

Su familia, sus pérdidas y su legado afectivo

Johnny junto a Alan Vega Soria, su hijo músico que estuvo de gira con Rebelde Way.

Detrás de la figura pública, siempre estuvo el hombre familiero. “La de disfrutar de mi maravillosa familia. El hogar, las reuniones, los domingos… es todo un verdadero disfrute”, dice con ternura. Su casa ha sido siempre un refugio, un espacio donde la música se mezcla con charlas largas y risas compartidas.

Nada lo marcó más que el nacimiento de sus hijos… y la pérdida de su primer hijo. “Eso fue lo más fuerte que me tocó vivir”, confiesa, sobre la partida de Adrián, quien murió en el ’96 en un accidente. No se guardó nada: “Los quiero y los extraño mucho”. Las palabras brotan con serenidad, como quien ha aprendido a convivir con la ausencia sin negarla.

También hubo momentos en los que el trabajo lo alejó de los suyos. “No me perdono el tiempo de estar ausente por razones laborales sin poder abrazar a mis hijos y seres queridos”, dice mirando hacia atrás. Hoy, cada reunión familiar es sagrada.

“Amo las juntadas con mis hijos y familia, y últimamente la infaltable visita de mi nietita Catalina, que nos enternece a todos”, cuenta emocionado sobre la hija de uno de sus hierederos. Además de Alan, Tedesco tiene un gran vínculo con Antonella, su hija mujer que es diseñadora de moda.

Su carrera estuvo llena de escenarios compartidos con figuras emblemáticas de la música latinoamericana. Recuerda con especial cariño una gira por Ecuador junto a Armando Manzanero, Leo Dan y Juan Ramón. “Todos se pusieron de acuerdo en que yo cerrara el espectáculo. Me negué rotundamente y agradecí la generosidad de estos tremendos artistas. Para resolverlo, Armando Manzanero ideó la solución: lanzar una moneda al azar. Y resultó que Leo Dan cerró el show. Fue un momento maravilloso”, relata divertido.

Nunca pensó en abandonar. “Jamás pasó por mi mente. Si me he tomado algún tiempo sabático”, aclara. A lo largo de su vida, la música fue más constante que cualquier otra cosa: incluso en los períodos de silencio, estuvo presente como una pulsión interna.

A los 81, sigue sorprendiéndose de sí mismo. “Me sorprende la incansable necesidad de componer canciones”, dice. El amor del público, la gratitud y la fidelidad son el motor que lo impulsa a seguir. “Creo que un artista, cuando llega al corazón de la gente, es en forma definitiva, y eso se agradece eternamente”.

Presente, nieta y show en El Roxy

Johnny sigue dando shows y mostrando su legado.

Hoy, su día a día no difiere mucho del de cualquier abuelo feliz. Disfruta de la familia, compone, ensaya y planea nuevas presentaciones. “Un día normal fuera del escenario no es diferente al resto de las personas, porque -como te dije- tengo una familia de la que disfruto mucho cada uno de los momentos”, dice. La cotidianeidad también puede ser un escenario.

Pero cuando se encienden las luces, el espíritu vuelve a ser el mismo. “El verdadero vértigo lo tengo en la previa. En el escenario me olvido de todo y soy feliz”, asegura. Ese instante, frente al público, sigue siendo su combustible más puro.

El 31 de octubre a las 22 Johnny Tedesco subirá al escenario de El Roxy (Álvarez Thomas y Federico Lacroze) para repasar los clásicos de siempre y compartir con su gente un nuevo capítulo de esta historia que no termina. “Seguramente faltan bastantes partes, porque aún quedan muchas cosas por hacer”, dice con convicción.

Cuando habla de legado, no menciona discos ni rankings. “El legado que me gustaría dejar es el esfuerzo, la convicción, la rebeldía y sobre el querer ser”, afirma.

Johnny Tedesco fue uno de los pioneros del rock en castellano, un ícono televisivo y cinematográfico, y un artista que supo atravesar décadas sin perder su esencia. El chico de Saavedra que cantaba en las esquinas sigue ahí, con la guitarra lista, sorprendiéndose del camino recorrido. Aunque, claro, como él mismo dice, su historia aún se está contando.

Redacción

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