La soberbia es uno de los pecados capitales, junto con la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Pero, más allá de su significado para los cristianos, es un sentimiento, una actitud bastante común y considerada dañina.
En el sitio Psiquiatria.com, la psicóloga y Master en terapia de conducta Laura Puig, explica que “es un sentimiento de atribución de superioridad de uno mismo respecto al resto de las personas del entorno”. Agrega que “este sentimiento se ve reflejado en la expresión, más bien ostentosa, que estas personas hacen con respecto a sus atributos, sus habilidades y sus éxitos”.
Los soberbios sienten un gran orgullo hacia sí mismos y, al mismo tiempo, menosprecian al resto, en una actitud prepotente y despreciativa. El resultado: son rechazados o evitados por otras personas.
Algunas investigaciones científicas explican la existencia de este sentimiento como parte del funcionamiento del propio cerebro.

En su artículo, Puig agrega que los soberbios necesitan mucho reconocimiento y, por ello, demandan muestras de admiración de manera casi constante. Esto ocurre porque, en el fondo, una persona soberbia es insegura y duda de su propia excelencia. Necesita que los demás lo reafirmen.
Desde el punto de vista psiquiátrico, los soberbios “muestran una actitud altiva y egocéntrica, y exhiben sus atributos y los éxitos logrados. Por otra parte, se ocupan de minimizar los éxitos ajenos”. Están convencidos de que, casi siempre, tienen la razón y muestran, a menudo, una actitud dictatorial.
Los neurólogos se preguntan desde hace años si esta actitud tiene alguna relación con el funcionamiento del cerebro. La investigadora Makiko Yamada publicó su estudio La ilusión de superioridad surge de redes cerebrales en estado de reposo moduladas por la dopamina en la revista científica PNAS.
En la introducción Yamada dice que “la mayoría de las personas se evalúan a sí mismas como superiores al promedio, en un sesgo cognitivo que se conoce como ilusión de superioridad”. Luego, admite que “esta ilusión nos ayuda a tener esperanza en el futuro y está profundamente arraigada en el proceso de evolución”.
En su estudio, Yamada examinó los estados predeterminados de los sistemas neuronales y moleculares que generan esta ilusión mediante resonancia magnética funcional y tomografía por emisión de positrones (PET).
Según ella, la conectividad funcional entre la corteza frontal y el cuerpo estriado determina los niveles individuales de la ilusión de superioridad. “Nuestros hallazgos ayudan a dilucidar cómo este aspecto clave de la mente está determinado biológicamente e identifican posibles dianas moleculares y neuronales para el tratamiento del realismo depresivo”.

La arrogancia extrema, en tanto, podría deberse a una merma importante de la sustancia gris en la ínsula anterior izquierda, una zona de la corteza cerebral que desempeña un papel clave en la autoconciencia y las habilidades sociales.
A esta conclusión llegaron científicos de la Universidad Libre de Berlín que estudiaron a 17 personas sanas y a otras tantas diagnosticadas de narcisistas. Escáner en mano, hallaron que el número de cuerpos neuronales en la sede cerebral de la empatía eran inferiores a lo normal en los vanidosos patológicos.
También tenían menos neuronas en la corteza insular cingulada, que toma decisiones, y en la corteza prefrontal, relacionada con la capacidad de reflexionar sobre las experiencias emocionales propias y ajenas.