Las palabras “UBI”, “privadita” y “after” se convirtieron en parte del lenguaje cotidiano de muchos jóvenes que buscan divertirse fuera del control adulto. A través de las redes sociales, estas expresiones funcionan como claves para organizar o acceder a fiestas clandestinas que operan al margen de toda regulación.
Las “UBI” (abreviatura de “ubicación”) se comparten en mensajes privados y a último momento, para mantener el secreto del lugar donde se realiza la fiesta. Las “privaditas”, en cambio, son encuentros en espacios reducidos, sin habilitación, donde muchas veces se cobra entrada. Por su parte, los “after” son las continuaciones de otras celebraciones que pueden extenderse hasta la madrugada o incluso la mañana siguiente.
El atractivo de estas reuniones radica en el misterio y la exclusividad: solo los integrantes del círculo conocen la dirección exacta, lo que dificulta la supervisión de adultos y autoridades. Sin embargo, esta práctica expone a los adolescentes a entornos con consumo de alcohol y posibles riesgos asociados al descontrol.