En una calle del centro de Barcelona, muy cerca de una farola de la que cuelga una de las promesas del Pla Endreça, reposa como una reliquia sagrada una bolsa de algas secas. Concretamente, pertenecen a la variedad wakame, uno de los hits de la cocina asiática, la Undaria Pinnatifida. No es cualquier bolsa, no. Lleva allí, inmutable, desafiando el paso del tiempo y la eficiencia municipal… ¡cinco días! En esa pequeña eternidad –tratándose como se trata de un desperdicio orgánico callejero–, el único cambio que ha experimentado la bolsa ha sido en el color de su contenido. El verde oscuro de la undaria original ha mutado a un negruzco muy feo de aspecto pastoso.
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