“¿En serio dijo eso?… ¡Qué bueno!”, disfruta el comentario mientras extiende la mano para saludar a Revista GENTE. “… ¡¿De verdad, dijo eso Hernán?!”, redobla la pregunta refiriéndose al comentario que Hernán Casciari nos había acercado media hora antes y le acabamos de compartir a nuestro entrevistado, Alan Ricardo Sabbagh (44):
-Casciari nos comentó lo siguiente -le detallamos-: «Me vi por primera vez en miniserie como Alan cuando lo meten al auto que avanza sobre las calles de Montevideo rodeado por hinchas, producto de un partido de fútbol que se jugaba allí. Él se está muriendo y sabe que se está muriendo. Ahí su gesto actoral es perfecto. Esos minutos yo los podría suscribir: pasaron así, fueron así. Verlo en el asiento del copiloto, tratando de respirar no en automático, como respiramos todos, sino en manual, sabiendo que se estaba muriendo… ¡Era yo!’”, nos comentó. ¿Qué tal?, ¿qué le parece?
-Hermoso escucharlo. Me alegro tanto… Es que El mejor infarto de mi vida es una historia espectacular que atraviesa un montón de estados. Pese a que hay gente que ya conoce este relato, es todo un desafío. A mí cuando lo leí me emocionó, me tocó una tecla adentro. Ahí inmediatamente levanté el teléfono, llamé a los directores y les dije: “Esta historia es tremenda. Por favor, armémosla lo más verdadera posible”. Lo que sucede a partir del infarto, cómo se cruzan las historias de los personajes y sus consecuencias son realmente increíbles. Te lo cuentan y pareciera que el guionista, al escribirlo, se fue al demonio. El desafío era ése: contemos esto bien de verdad.
–¿Qué ocurrió cuándo se cruzaron por primera vez con Hernán (Casciari)?
-Fue en la mitad del rodaje, en una jornada de marketing. Siempre lo noté muy contento de que yo encarnara el personaje basado en su historia. Puro entusiasmo, qué sé yo: Hernán ese es una cosa divina para escuchar y la forma que tiene de contar sus anécdotas le llega mucho a la gente. El mejor infarto… arranca como comedia y a raíz de un hecho fortuito, malo, que le sucede a Ariel (mi personaje), le cambia la vida a él y a un montón de personas de su alrededor. Habla de reinventarse, de las relaciones humanas, del amor, de cómo con un pequeño cambio de uno hacia otra persona podés hacer que otras cuestiones cambien hacia voz, generando una especie de cadena de favores. Todo eso ya me emocionó del guion. Nunca tuve dudas de involucrarme.
-Involucrado ya, rodó la serie, pasó la postproducción, se sentó a verla… ¿Qué le pasó ahí frente a la pantalla?
-Lo mismo que a nos pasa a muchos actores: en todo momento estoy tratando de no mirar, como que no quiero saber (sonríe). Le agarro y estrujo la mano a mi mujer, no quiero saber nada. Ese análisis es difícil, pero después, al descubrir lo que no se ve antes, la dirección, el montaje, la musicalización, admito que me sentí muy contento. Tiene un tono de una cosa bella, de dulzura, de comedia negra ácida, pero también con los eventos dramáticos necesarios. Además, en lo personal, fue una espectacular compartir escenas con ese elenco. A casi todos los admiro como actores. La conjunción, de verdad, me dejó una sensación muy linda de orgullo.
“MI DESAFÍO ANTE CADA NUEVO PERSONAJE ES LOGRAR QUE NO SE VEA ‘EL TRUCO’”
Cuando llega el tiempo del lugar común -pero inevitable frente a representantes artísticos de sus quilates- de consultarle lo que significa la actuación para Sabbagh, Alan se toma dos segundos “en buscar la respuesta menos compleja…” Lo hace, y pronto avanza: Tiene que ver con tratar de abarcar esos estados que uno no quizá no habitó. Y yo me fijo mucho en la verdad. Siempre estoy encima de que sea verdadero lo que hago. Cierta vez un productor me aconsejó: ‘Vos tenés que hacer que no se vea el truco’. Bueno, yo lo intento”, subraya quien continúa encontrando inspiración, “por sólo darte dos nombres”, en Robert De Niro (“lo admiro desde chico y sigo cada cosa en la que se involucra”) y nuestro Ricardo Darin (“un faro para todos nosotros”).
-Habló de que “no se vea el truco”. ¿Cómo se logra? ¿Usted cultiva un método de actuación para preparar cada personaje?
-Mi método es, en general, leer y grabar en audio las escenas más complejas para luego escucharlas y tratar de acordarme el texto. Ahí empiezo a pensar las ideas para componerlo. Pero en general, no sé: cuando llego al set y me siento con los directores y los actores a pasar la letra y demás, empiezo a vibrar con la escena. Es como un poco mágico. Intento que se note lo menos posible de Alan Sabbagh, pero bueno, es difícil, porque uno es uno. Acá, para El mejor infarto…, además debía poner mucho a nivel externo. Era distinto de otros proyectos. Se habla del aspecto físico de mi personaje, lo que significaba un lindo desafío. Tuve que poner todo, no se podía esconder mucho.
-¿Cuál fue el “mejor infarto” en su vida, ese momento en el que ciertas circunstancias inimaginadas lo terminaron llevando a la postre por el mejor camino?
-Indudablemente en la vida los hijos son los que te cambian el foco de todo para siempre, pero a nivel profesional, hubo un momento en el que no estaba trabajando cuanto necesitaba y uno quizá puede empezar a plantearse el futuro. Y ahí no dudé, aposté y me propuse: «Esto de alguna manera tiene que cambiar. Me voy a dedicar a la actuación. Ya se va a venir esa oportunidad“. Me acuerdo que lo planteé convencido de que iba a ocurrir. Y de a poco fue ocurriendo, nomás.
“LOS ACTORES QUEREMOS QUE NOS VEAN, PERO A LA VEZ NO QUEREMOS QUE NOS VEAN…”
“Como pasa en la miniserie con Ariel, que tiene a su madre de fan, mamá Fredy es la mía”, admite Alan, al tiempo que aclara, “como lo es de cada uno de sus cinco hijos. El tema es que yo le salí actor, así que siempre anda llamándome por teléfono para felicitarme. Ahora, entusiasmada como loca por la difusión que viene teniendo El mejor infarto…, ¡adora que las amigas le hablen de la serie!”, disfruta. Y después, claro, también mi mujer y mis tres hijos. Durante los últimos años hice cosas sin tanta exposición y ahora que ven esto y recién empiezan a entender -son muy chicos, de cinco, ocho y diez años-, se ponen locos al abrir la plataforma Disney y verme ahí arriba. Es muy lindo compartirlo con ellos”.
-Tal cual señala, si bien lleva varios años trabajando en teatro under, cine y televisión, el streaming desde una plataforma como Disney+ representa una mayor exposición. ¿Cómo se lleva con la fama y sus cuestiones?
-No le doy mucha entidad, aunque resulte un poco contradictorio, porque, claro, los actores queremos que nos vean, pero a la vez no queremos que nos vean. Queremos que vean lo que hicimos, porque de eso se trata, pero no tanto más. Sin embargo al resto, como te cuento, no le doy mucha bola. Tampoco soy de ir demasiado a reuniones sociales ni eventos, no es algo que me interese tanto. Obvio que con la gente siempre mantengo una linda onda, y eso es lo más hermoso; igual me lo tomo con tranquilidad, con la mayor naturalidad posible.
-Fanático de la familia, la actuación y el bajo perfil, ¿cuál es esa otra pasión desconocida (todos la tenemos) de la que va a tener que dar cuenta cuando los medios empiecen a consultarlo a partir del suceso de El mejor infarto de mi vida?
-Seguro, la cocina. Me gusta mucho. De no haber sido actor hubiese sido cocinero o me hubiera dedicado a la gastronomía. Cuando invito platos, admito que gusta lo que preparo. Leo y me informo mucho en la materia. Si viajo, preparo un mapita de dónde ir a comer… Me encanta, aunque no deja de ser un hobby. Y a propósito de pasiones y de “el mejor infarto de mi vida”, sobre lo que me preguntaste: recién nombré de Darin y… ¿sabés que la primera vez que cobré actuando fue por participar en la película Luna de Avellaneda (2004)?
-¡Es decir que usted debutó en su adorada profesión compartiendo set con Ricardo Darin, bajo la dirección de Juan José Campanella! Como debutar en fútbol al lado de Messi y Maradona…
–Tal cual (asiente con su cabeza). Por eso también me marcó tanto Ricardo. Le tengo mucho cariño a aquel trabajo, aquel equipo y a Juan, por supuesto. Una experiencia tremenda.
–¿Y qué hizo con aquel primer sueldo?
–No fue mucho (carcajada), ni recuerdo dónde terminó. Pero nunca antes había cobrado como actor. Incluso si me hubiesen dicho que pagara para participar, hubiera pagado. A ese debut sin dudas también podría incluirlo entre los mejores infartos de mi vida.
Fotos: Alejandro Carra y Disney
Retoque y montaje de fotos: Darío Alvarellos
Filmación: Disney
Edición video: Rocío Bustos
Agradecemos a Luz Scarponi