A más de dos semanas del hallazgo de los cuerpos de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15) en una casa de Florencio Varela, la Justicia sumó un relato clave. Celeste Magalí González Guerrero, una de las detenidas por el caso, rompió el silencio y describió lo que, según su testimonio, fueron los últimos segundos con vida de Brenda, la primera de las víctimas en ser asesinada.
González Guerrero vivía en la vivienda donde ocurrió el triple crimen y mantenía una relación con Miguel Villanueva Silva, también imputado en la causa. Luego de separarse, accedió a declarar y brindó detalles que lo comprometen directamente.

“A eso de las 04.00 vuelvo a mi domicilio, me abre la puerta Miguel y veo que tenía uno de sus dedos sangrando”, comenzó relatando ante el fiscal. Luego contó lo que él le dijo sobre esa noche:
“Me explica que cuando abrió la puerta, una de las chicas quiso salir corriendo como para escaparse y ante eso él agarró un destornillador que estaba a mano y un vidrio y mató a la chica que se quería escapar”.
Según la declaración de Celeste, esa joven era Brenda del Castillo, y habría sido la primera en morir. “Me dijo que la mató con el destornillador clavándoselo en el cuello y, como seguía viva, fue al fondo a buscar un fierro y se lo aplastó en la cara”, agregó.

En su declaración, González Guerrero contó que cuando regresó a la casa encontró el piso cubierto de barro. “No vi nada, solo entré hasta la puerta. Vi todo sucio el piso, lleno de barro”, dijo. Luego, su pareja la convenció de salir: “Miguel me dice ‘vamos a comprar’ y nos fuimos hasta un kiosco 24 hs. sobre la Av. Hudson, cerca de la estación de trenes”.
Allí —según su versión— compraron “como cinco botellas de lavandina, tres juegos de guantes, agua oxigenada para el dedo de Miguel y artículos de limpieza”.
Celeste relató además cómo había comenzado todo horas antes. Según su testimonio, las tres jóvenes llegaron a la casa en una camioneta Tracker blanca, acompañadas por “Pequeño J”, Sotacuro y otros dos hombres que aún permanecen prófugos. “Las chicas bajaron sonrientes. Se las veía como engañadas, que venían a una fiesta”, afirmó. Poco después, ella se fue del lugar y regresó a las cuatro de la madrugada, cuando notó la herida en la mano de Villanueva.