El amigo Toni Arrizabalaga, del Museu de Ciències Naturals de Granollers, me manda unas filmaciones de murciélagos, de la Masia Mariona de Mosqueroles, donde tiene su sede el Parc Natural del Montseny, y me cuenta una historia que me llega al alma. El empresario del corcho Rafael Patxot i Jubert (1872-1964) fue uno de aquellos catalanes perseguido primero por la FAI y después por Franco: se instaló en Ginebra y nunca regresó.
Desde allí trabajó para preservar su obra de mecenaje: La Masia Catalana, el Cançoner Popular Català y esa maravilla que es el Atlas Elemental dels Núvols. En el portal de la casa mandó cincelar: “Hostes vindran que de casa us treuran”.

La ventana de entrada de los murciélagos
Julià Guillamon
Y en su libro Adéu a Catalunya. Guaitant enrera. Fulls de la vida d’un octogenari (1952) escribió que la Masia Mariona, que construyó para intentar curar la enfermedad pulmonar de una de sus hijas, la dejaba a los pájaros. Pues no digo que no, y según vayan las cosas no descarto dejar el piso a los pájaros.
Sería fantástico que las golondrinas de cola blanca entraran por las ventanas medio ajustadas y rondaran por entre mis libros y mis discos, y que las hembras de murciélago, sujetas al techo, dieran de manar a las crías, de cabeza para abajo, como en los vídeos que me manda Toni. Yo regresaré del otro mundo a hurtadillas para ver la cara que ponen los vecinos de abajo con quien discuto a menudo a causa de las heces de los herrerillos.

El reloj de sol de la Masia Mariona orientado al norte
Julià Guillamon
Con Toni, visitamos la Masia Mariona y pasamos una mañana magnífica. Cuando la casa estaba tapiada, entraba por un agujero. Así descubrió la colonia de murciélagos y un espacio en el que anidaba una lechuza. Cuando los descendientes de Patxot cedieron la casa a la Diputació de Barcelona, visitó al abogado de la familia, señor Bueno, y le mostró el fragmento de las memorias, que utilizaron como testamento. Bueno era un buen tipo y el nieto, Rafael Carreras Patxot, director del CERN de Ginebra, una eminencia sensible, y pusieron como condición para la cesión de la casa que se mantuvieran los espacios para los murciélagos y la lechuza.

Mosquerolas desde el torreón de la Masía Mariona.
Julià Guillamon
Toni trabajó con los albañiles para que levantaran y derribaran tabiques sin asustar los murciélagos, que iban pasando de un lado a otro de la casa a medida que avanzaba la obra.
Sería fantástico que las golondrinas de sola blanca rondaran por entre mis libros y mis discos
Recuerda una anécdota extraordinaria de Carreras Patxot. Puso un reloj de sol en la cara norte. Normalmente, los relojes de sol del país están encarados a mediodía, donde la insolación es mayor. Pero durante unos pocos días al año el sol ilumina la cara norte y el reloj funciona con toda precisión. Ese reloj simboliza que no hay que perder nunca la esperanza.

La Masia Mariona, sede del Parc Natural del Montseny
Julià Guillamon
Gracias a esta idea, que revela una buena fe y una visión poética extraordinarias, se salvaron los murciélagos que en la actualidad forman una colonia de cincuenta y un individuos. En el próximo artículo contaré algunas cosas divertidas sobre ellos.