Esa mañana, Ramiro se encontraba en la casa de los padres de Leonella. Se cambió y se dirigió al barrio «la 268» de Patagones, ya que era hincha del club del barrio. Allí se reunió en la plaza con los chicos de la hinchada, y todos juntos subieron a dos colectivos para asistir al partido de la Copa de Campeones que se disputaba en Viedma. Como el encuentro se jugaba en las canchas del Banco, ubicadas en el kilómetro 10 camino al balneario El Cóndor, se dirigieron hacia allí en los dos colectivos. A las 11:30 ya estaban pasando el control de seguridad privada e ingresando con toda la hinchada. El partido se llevó a cabo sin inconvenientes. Ese día “la 268” ganó, y Ramiro festejó en la cancha junto a los demás hinchas del barrio. Luego, salieron caminando.
Los chicos subieron al colectivo, pero Ramiro decidió no hacerlo. Les dijo a sus amigos que se volvería en un auto particular. La hipótesis de la familia es que quizás esperaba a alguien en particular para regresar pero aunque no esté claro eso, lo que sí se sabe según relató la gente de seguridad, es que Ramiro estuvo aproximadamente diez minutos esperando fuera del predio. Al no conseguir con quién volver, comenzó a caminar por la ruta. Al llegar al kilómetro 9, ingresó a un barrio privado que hay en esa zona.
Un llamado al 911 y una persecución injustificada
La hipótesis de su familia es que, al no tener celular en ese momento, Ramiro buscaba la forma de comunicarse con ellos. Uno de los vecinos del barrio privado llamó a la policía, ya que según ellos habían sido víctimas de robos previamente, y al ver a Ramiro, un joven desconocido y por su vestimenta decide llamar al 911. Como dice Leonella, Ramiro fue juzgado por ir con ropa de cancha, zapatillas deportivas, una visera, anteojos de sol, en un día en el que hacía 40 grados de calor.
Lo que se sabe es que un policía llegó rápidamente, posiblemente desde la garita ubicada cerca de la ruta. Según testimonios de los vecinos del barrio, el policía persiguió a Ramiro a los tiros dentro del predio. Se escucharon disparos, y en ese momento, al recibir la voz de alto, Ramiro se tiró al piso y permitió que lo reprimieran y esposaran. Luego fue subido a un patrullero. Los testigos afirman que esto ocurrió sin que Ramiro opusiera mayor resistencia. Eran aproximadamente las 16:15.
¿Qué pasó en esos 20 minutos?
A partir de ahí es lo que debe explicar la justicia. Leonella, Guillermina y su familia, exigen que la justicia les pueda explicar qué es lo que pasó con Ramiro desde que a él lo cargan en el patrullero en el km 9 hasta que termina sin vida en la puerta de la comisaría n°30 del barrio Guido. Según el fiscal, la ambulancia del SAME que acudió al lugar certificó que Ramiro ya estaba sin vida a las 16:36. Es decir, en tan solo veinte minutos, Ramiro fue brutalmente golpeado y asesinado. Así fue como su cuerpo le fue entregado a su familia.
En ese momento, la familia aún no tenía esa información. Lo único que sabían era que Ramiro no había regresado del partido, por lo que comenzaron a buscarlo. Pensaron que, al estar sin celular, podía haber vuelto caminando. En distintos vehículos de la familia y con la ayuda de amigos, comenzaron la búsqueda por la ruta, en casas de amigos, de su novia, e incluso contemplaron la posibilidad de que se hubiese desvanecido por el calor en el monte.
El primer reconocimiento
Cerca de las seis de la tarde, el cuñado de Leonella, pareja de su hermana, se dirigió a la comisaría 30 del barrio Guido. Allí observó un gran movimiento de vecinos, gritos, tumultos y un vallado de la Policía Federal. Vio una persona sin vida en el playón de la comisaría, cubierta con una sábana. Al preguntar quién era, le dijeron que se trataba de alguien proveniente de Bahía Blanca. El cuñado respondió que estaba buscando a su cuñado Ramiro, y en ese momento lo hicieron ingresar a la comisaría, donde comenzaron a interrogarlo para obtener información sobre Ramiro. Estuvo allí entre 15 y 20 minutos antes de ser liberado.
Fuera de la comisaría, el cuñado de Leonella empezó a conversar con vecinos del barrio Guido, quienes le dijeron que el joven fallecido era flaquito, alto y llevaba una camiseta de Villa Mitre. Ese fue el primer indicio que lo puso en estado de alerta, ya que los colores de ese club coinciden con los de “La 268”.
Leonella llegó a la comisaría a las 19:45, justo cuando sacaban el cuerpo en una bolsa. Le llamó la atención que lo hiciera una empresa funeraria, Casa Rey. Se acercó a pedir información, explicando que llevaba cuatro horas buscando a su hermano desaparecido. No le dieron respuestas. Entonces, junto a su familia, siguieron en dos autos la camioneta hasta la morgue del hospital.
Primer intento de encubrimiento y violencia institucional
Al llegar al hospital, fueron tratados como los “peores delincuentes”, dice Leonella. Habían enviado seis patrulleros de la Comisaría Primera y vallado el lugar. Leonella, que solo quería saber si el cuerpo era el de su hermano, fue completamente ignorada. En ese momento recordó que trabajaba en el Poder Judicial,y como nadie le daba información, decidió pedir ayuda. Llamó a sus conocidos y uno de ellos contactó al fiscal, quien accedió a atenderla.
Gracias a su condición de empleada judicial, Leonella fue recibida por el fiscal en su oficina. Le mostró una foto del cuerpo de Ramiro, desde la cintura hacia abajo, sin mostrarle el rostro ni el estado en el que se encontraba. Ella lo reconoció por su contextura y la ropa que había usado para ir a la cancha.
Luego, se dirigió a su casa para comunicarle la noticia a sus familiares en persona. Su mamá ya había estado en la comisaría y le habían dicho puras mentiras: le dijeron que Ramiro había sido detenido por robar en un kiosco, que se golpeaba la cabeza contra la pared, e incluso intentaron consolarla con palmadas en la espalda. A la familia de su novia también le dieron una versión similar. Más tarde quedaría completamente comprobado que no fue así, solo se trataba de encubrir lo que los policías habían hecho.
La primera noche de lucha
Esa noche, la familia y los amigos se reunieron frente a la casa. Comenzaron a recibir testimonios de vecinos del barrio Guido a través de las redes sociales: contaban que Ramiro había sido golpeado dentro de la comisaría, que se escuchaban sus gritos pidiendo que dejaran de pegarle, que lo patearon en la puerta de la comisaría, en la cabeza y en el pecho.
Decidieron acercarse esa misma noche al playón frente a la comisaría para ver si algún vecino se animaba a hablar. Pero ya los estaban esperando. La policía salió a reprimirlos, les arrojaron toscazos desde la comisaría. A uno de los amigos de Ramiro lo detuvieron. La familia se subió nuevamente a los autos y, al dar la vuelta a la manzana, fueron perseguidos por móviles policiales, teniendo que esconderse ellos de quienes en realidad deberían estar dando respuestas. Esa noche también fue detenida la pareja de la hermana de Leonella, quien con el amigo de Ramiro, estuvieron detenidos hasta el día siguiente.
Así comenzó el camino de Leonella, Guillermina, su familia y sus amigxs, en su búsqueda de justicia por Ramiro. Desde La Izquierda Diario, apoyamos a la familia de Ramiro Dina en su lucha hasta lograr la verdad y justicia.