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sábado, noviembre 1, 2025

Ramos Generales Patio Parrillero: vamos subiendo la cuesta, que Gardey se vistió de fiesta

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El verano pasado, cumpliendo con la rutina de paseo en Gardey, el portón que conducía al patio de Ramos Generales, se encontraba abierto de par en par.

Al aproximarme tímidamente, me encontré con un enorme jardín, sillones de fundas blancas y algunas mesitas. Me presenté allí la primera vez por la tarde, para degustar una porción de pastafrola de membrillo y un cafecito.

En todo momento, una larga y exhausta parrilla me mostraba su gran sacrificio durante todo el mediodía para cumplir con, vaya uno a saber, cuántos comensales hambrientos. Recuerdo aquella porción de pastafrola sobrante, la fresca brisa, los grupos de jóvenes vecinos que pasaban por la vereda envueltos en toallas, provenientes de la pileta municipal, y no recuerdo el rostro del señor camarero, pero sí su amabilidad.

La idea de regresar a Ramos Generales me acompañó durante varios días, hasta el domingo pasado cuando envié el primer mensaje al establecimiento y la respuesta fue casi automática «sí, abrimos con normalidad», leí animada.

Al llegar y abrir la puerta del coche, el murmullo continuo de los comensales vivificaba la vereda. El interior, contrastaba con el sosiego del exterior, familias enteras compartían alegres su domingo, y un conjunto de jóvenes trabajadores se mostraba amable y enérgico detrás de una extensa barra. Decidimos sentarnos junto al ventanal, de cara a los vecinos que deambulaban por la mitad de la calle, curiosos a causa del parloteo y el aroma a asado.

Inmediatamente, una de las camareras nos acercó el menú de bebidas y nos habló sobre la fórmula que están llevando adelante desde hace algunas semanas. La propuesta del lugar es vivir la experiencia completa: escabeches, embutidos y quesos de Gardey, empanadas fritas, pastas, achuras, papas fritas, ensaladas, asado completo, lechón, cordero, postre y una bebida, café o té. Mientras esperábamos deseosos la parrillada, el ambiente nos atrapaba gradualmente.

Los delicados dedos de una niña que apenas caminaba, señalaban la proyección de una imagen de fogosos leños sobre la pared; a su vez, un muchacho tomó decisivo el micrófono y luego de presentarse, comenzó a cantar tango a viva voz. Los camareros recorrían ágilmente cada rincón del salón, lanzando al aire, «¿vienen bien? ¿necesitan algo?».

Un camarero de guantes negros acercaba jocoso la parrillada completa a una de las mesas, y parecía a lo lejos no fallar, se veía esplendorosa.

Mientras me detenía en la imagen de uno de los comensales que sigilosamente se excedía con el sodio, la picadita que contenía quesos, embutidos, escabeche de pollo y buñuelos de verdura, arribó para abrirnos el apetito. Los sabores se presentaban suaves, sin dejar fuertes rastros en el paladar.

Siguieron las empanaditas de carne y de pollo, fritas, sabrosas y gratamente jugosas. Resultó imposible no dejar rastros de sus jugos sobre los platos. Una perfecta fritura envolvía aquellos dedicados rellenos que seguramente dan qué hablar en el pueblo.

¡La parrillita llegó a la mesa! Junto con dos ensaladitas, una de rúcula, queso y tomates Cherry, y otra ensalada de tomate y lechuga, la figura de Ramos Generales portaba un gran semblante. Sin esperar, serví la guarnición, pinché un trozo de asado y descubrí que en boca era verdaderamente «una manteca». Seguramente, la alianza entre la carne asada y aquellas papas fritas pintorescamente sazonadas era perfecta, pero decidí acompañar la carne con las ensaladitas que brindaban frescura a la experiencia.

Mientras la carne y las achuras se disipaban de la mesa, la imagen de aquellos inquietos críos que formaban el equipo ideal para dar pequeños golpes sobre la vitrina de postres, algunos zapatos que se movían al ritmo de las melodías, padres y madres que fraternizaban con sus prójimos, y las charlas sobre política argentina sobre mi hombro, me arrastraron a escenas familiares de antaño.

El único postre que elegimos ésta vez, fue una sobria copa de dos bochas de helado de dulce de leche, aun viéndonos cercados por esos amarillentos flanes caseros bañados en brillante caramelo. Decidimos, finalizar satisfechos nuestra experiencia, a pesar del amable recordatorio de una de las camareras sobre el café incluido en la propuesta.

En tanto que las botellas de vino se acababan y las migas de pan reposaban sobre las mesas, reflexioné sobre el por qué esas afluencias de personas se encuentran allí cada semana. Ramos Generales habla abiertamente sobre sus intenciones, empapar de gozo a los vecinos con un buen asado de por medio.

Redacción

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