Desde la recuperación de saberes ancestrales hasta la reinvención de lo cotidiano en clave contemporánea, en los cuatro locales que los llevamos a visitar, el diseño artesanal no es una categoría, es un modo de mirar, de habitar y de transmitir.
Desde hace más de cinco décadas, Artesanías Neuquinas, un proyecto pionero en la Patagonia, rescata saberes ancestrales y se ha consolidado como un puente entre comunidades originarias y quienes buscan objetos con historia, autenticidad y belleza.
La iniciativa, perteneciente al Gobierno de la Provincia del Neuquén, nació en 1974 con el propósito de recuperar, desarrollar y promover la actividad artesanal tradicional, garantizando una fuente de ingresos digna y sostenible para artesanos y artesanas. Desde entonces, ha abierto -y sostenido- locales en Neuquén capital, Buenos Aires y San Martín de los Andes.
Ubicado desde los años 90 en la plaza San Martín, sobre la calle Juan Manuel de Rosas 790, este local se transformó en un punto de encuentro obligado para turistas y vecinos. Allí conviven tejidos mapuches, cerámicas esmaltadas con flora patagónica y maderas nobles talladas a mano. Entre los sellos de la región, se encuentran el telar vertical mapuche, el hilado con huso y rueca, y la platería en alpaca con iconografía ancestral. Para asegurar la procedencia de cada pieza, se la acompaña con un Certificado de Autenticidad, con información del artesano, su comunidad y la técnica utilizada.
El trabajo con comunidades mapuche es central. A través de talleres de Transmisión y Recuperación de Saberes, se enseñan técnicas de hilado, tejido en telar vertical y platería en alpaca. Este proceso se da en espacios comunitarios, respetando tiempos culturales, y a la vez acompañando diseños que dialogan con la estética contemporánea. Así, un poncho puede ser abrigo, obra de arte y acento decorativo. Juan Manuel de Rosas 790. artesaniasneuquinas.com
Para honrar las manos y el tiempo detrás de cada pieza, es clave un mantenimiento respetuoso: la madera se debe curar con aceite o manteca antes del primer uso y limpiar con paño seco. Los tejidos se limpian a seco y, para la cerámica, nada de cambios bruscos de temperatura o lavavajillas.
Desde hace más de cuatro décadas, La Oveja Negra se ha ganado un lugar especial en el corazón de todos los que pasan por San Martín de los Andes. A finales de 1982, Cecilia Evia alquiló una parte del desayunador del histórico Hotel Lakar para dar inicio a este proyecto que se convirtió en un referente de la artesanía, los sweaters y los productos locales, siempre con un sello propio: exclusivo, auténtico y ligado a la identidad de la región.
“Siempre tuve el nombre en la cabeza. Para mí, representa lo diferente, lo que se destaca, lo que rompe esquemas”, cuenta Cecilia, quien llegó a esta ciudad cordillerana en 1980 buscando tranquilidad y contacto con la naturaleza. Desde entonces, tuvo en mente abrir un espacio que combinara su amor por los tejidos y las artesanías con su visión de un lugar distinto.
“No tuve nunca la idea de generalizar, porque me gusta que sea un producto de San Martín de los Andes. La exclusividad es lo que nos define”, asegura Cecilia.
Desde los inicios buscó trabajar con artesanos locales de San Martín, Bariloche y El Bolsón, consolidando un estilo propio que combinaba tradición y diseño. Con los años, la búsqueda se extendió a toda la Argentina, incluyendo tejidos y objetos artesanales de Norte a Sur. Además, incorporó producción propia, diseñada y realizada a través de talleres que le permitieran ofrecer productos originales y exclusivos.
En 1996, la historia se amplió con la incorporación de Verónica Blousson, quien aportó una sección de aromas y sabores. Así, el local se convirtió en un espacio integral: los clientes podían comprar desde un suéter artesanal hasta velas, perfumes o dulces, combinando artesanía, decoración y pequeños placeres gourmet.
Hoy, 42 años después de su apertura, La Oveja Negra sigue reflejando la visión de su fundadora: un lugar donde la diferencia es celebrada, lo local es protagonista y cada detalle tiene su historia. Av. San Martin 1025. Whatsapp: +54 9 294 441-5298
A veces, los grandes proyectos nacen de una mezcla de intuición, raíces familiares y mucho trabajo artesanal. Así fue como surgió Bártulos, un espacio de diseño y producción de muebles, blanquería y objetos de decoración, que desde hace más de veinte años combina creatividad, calidez y un fuerte arraigo en la Patagonia.
La historia comenzó con una promesa personal. “Yo venía a esquiar con mis amigas de la Facultad, me enamoré de los paisajes y dije: cuando termine de estudiar, me vengo a vivir acá”, recuerda su creadora, Verónica Blousson, licenciada en Ciencias de la Educación y socia también en La Oveja Negra. Nacida en el campo, cerca de Chascomús, el destino quiso que, tras recibirse en la UCA, Verónica encontrara en la nieve y las montañas neuquinas un lugar para echar raíces, formar una familia y desplegar un proyecto que con los años se convertiría en un referente local.
Los primeros pasos fueron junto a su amiga Cecilia, fundadora de La Oveja Negra, pero el camino propio tomó forma en 2002, cuando, embarazada de mellizas, Verónica abrió Bártulos, sobre la avenida San Martín. “Lo que proponemos es que una casa pueda armarse entera con nuestras piezas, desde las cortinas hasta el vaso de vidrio. Todo hecho a medida, con materiales nobles y mucha atención al detalle”.
El proceso de creación es completamente colaborativo: ella piensa cada objeto, trabaja junto a artesanos locales, prueba, corrige y vuelve a empezar hasta que el resultado es perfecto. “No son productos seriados. Cada mesa, silla o lámpara pasa por muchas manos y muchas horas de dedicación. Por eso, aunque tenemos un estilo propio, lo que más nos gusta es que la casa refleje a la persona que la habita, no a Bártulos”.
Una de las claves del proyecto es la adaptabilidad. Si bien trabajan maderas como lenga o petiribí, también ofrecen alternativas más accesibles, como pino pintado, sin resignar diseño ni calidad. “Siempre digo que todo se puede ajustar: lo importante es que cada cliente pueda realizar su casa con nuestras piezas, más allá del presupuesto”.
El espíritu de Bártulos también se transmite en familia. Hace algunos años, Maca, una de sus hijas, se sumó al proyecto. “Yo soy de la generación de Instagram”, cuenta, entre risas. “Al principio mamá me decía que sus clientes llegaban por otros caminos, pero yo insistí en que teníamos que estar en redes. Empecé a sacar fotos, a armar la página web como catálogo y hoy nos llegan muchísimos clientes gracias a eso”.
La combinación entre la experiencia de una madre que disfruta la “trastienda” —la creación, los detalles, el trabajo con artesanos— y la mirada fresca de una hija que potencia la comunicación digital, le dio a Bártulos un nuevo aire y proyección. Av. San Martín 456. bartulos.com.ar
Este proyecto nació en 2019 en un pequeño container en Saldungaray, un pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Previo paso por Sierra de la Ventana, encontró su lugar definitivo en 2022, en una casona de los años 20 sobre una esquina emblemática de San Martín de los Andes. Allí, donde alguna vez hubo un almacén de ramos generales, hoy echa raíces Alma Nómade.
“Una tarde de té, charlando con mi mamá y mi suegra en Villa Ventana, me escuché decir: tengo el alma inquieta, tengo el alma aómade. Supe de inmediato que ese sería el nombre de mi espacio”, recuerda Sol de Larena, que comenzó su carrera como arquitecta en el ámbito público y cuyo camino profesional estuvo siempre atravesado por el movimiento. Además de la propuesta en el local, Sol desarrolla proyectos de interiorismo tanto para hogares particulares como para espacios comerciales, siempre con la premisa de integrar diseño, naturaleza y artesanía.
El concepto detrás de Alma Nómade es claro: objetos con personalidad, que transmitan calma, belleza y raíz.
Algunos nombres que destacan en su selección son Geremías Cesarin, con esculturas en madera, y Patricio Rodríguez, con obras fotográficas, y la artesana Patricia Laudadio. Con varios artesanos desarrolla proyectos conjuntos: ella diseña y ellos materializan las piezas.
“Quizás aún es temprano para hablar de un impacto fuerte en lo cultural o económico de San Martín, pero siento que aporto una opción distinta, con un perfil propio, que suma a la diversidad de la ciudad”, reflexiona Sol. Tte. Gral Roca 1108.