El pasado 6 de junio, de manera virtual se presentó el documento “Vivir la esperanza que no defrauda, los gritos socioambientales para una Iglesia jubilar”, una iniciativa pensada por la Red de cultura popular, símbolos y periferias del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), adscrita al Centro de programas y redes de acción pastoral (Ceprap).
Fue una jornada, en la que intervinieron teólogos, académicos, representantes de redes eclesiales y el secretario general del Celam, con reflexiones que permitieron abrir nuevos horizontes para una Iglesia comprometida con los clamores del pueblo y la creación.
Una esperanza activa y compasiva
El espacio inició con la intervención del padre José Carlos Caamaño, teólogo argentino, quien mencionó que este documento nace como una respuesta eclesial a los tiempos de policrisis que vivimos, un concepto que recoge la interconexión de múltiples crisis sociales, económicas, políticas y ecológicas. Frente al temor que provoca este escenario, la Iglesia está llamada a sostener una esperanza firme, arraigada en la presencia viva de Dios. El documento señala como punto de partida la misericordia, proponiendo la parábola del hijo pródigo como imagen de una Iglesia de brazos abiertos, que no exige contraprestaciones para acoger. Esta actitud jubilar contrasta con lógicas de justicia retributiva que dominan el mundo actual.
Caamaño también enfatizó que el texto hace eco del llamado del Papa Francisco a colocar las periferias en el centro. Las periferias no solo son geográficas o económicas, sino existenciales: personas marcadas por el abandono, la exclusión y la deuda moral. En esta línea, el documento invita a una Iglesia que sea espacio de afectividad generosa, libre de manipulación, y comprometida con relaciones que dignifican. Para ello, la esperanza no es ingenua ni pasiva, sino testimonio activo de que Dios no falla, y que la comunidad cristiana debe reflejar esa fidelidad mediante gestos concretos de misericordia y justicia.
La fe del pueblo como discernimiento sinodal
Federico Aguirre, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y miembro de la red coordinadora del documento, destacó la importancia de la fe del pueblo como eje teológico. Recuperando la frase “La América es la casa”, Aguirre situó esta espiritualidad como un punto de partida para comprender cómo Dios se manifiesta hoy en medio de fiestas, peregrinaciones y prácticas populares, muchas veces invisibilizadas o despreciadas por la teología académica o los sectores más ilustrados de la Iglesia. Sin embargo, el documento plantea que este universo simbólico y afectivo es un auténtico lugar de discernimiento, profundamente sinodal y comunitario.
Aguirre señaló que esta religiosidad popular es libre de clericalismos y de intelectualismos paralizantes. Su fuerza está en la reciprocidad, en la colaboración y en una ética relacional que se expresa incluso en actos como las «mandas», erróneamente juzgadas como superstición. En realidad, representan una fe confiada en que Dios escucha y responde. Esta espiritualidad no es solo compatible con la doctrina católica, sino que ofrece modelos concretos de corresponsabilidad y esperanza. Es, como afirmó citando un encuentro ecuménico de 1973 en Chile, una invitación a “convertirse a la fe del pueblo”, reconociendo en ella raíces indígenas, sabiduría ancestral y fuerza transformadora.
La Iglesia frente al clamor de los desplazados
Guardado retomó enseñanzas del Papa Francisco para afirmar que la esperanza cristiana es combativa: combate las fuerzas de la muerte y se concreta en gestos de acogida, protección e integración. Citó también la reciente carta pastoral “Lo vio, se acercó y lo cuidó”, elaborada por obispos de América del Norte, Centroamérica y el Caribe, como un complemento clave del documento del Celam. Así, en este Año Jubilar, el reto no es solo espiritual sino político y pastoral: hacer de la Iglesia un verdadero refugio para quienes huyen del hambre, la violencia y la injusticia estructural.
Acciones concretas desde la Red Justicia y Paz en la Patria Grande
Las representantes de la Red Eclesial Justicia y Paz de la Patria Grande —Marta Riola, Manuela Urbina y Carmen Gloria Donoso— compartieron las acciones que se vienen impulsando desde distintos territorios de América Latina y el Caribe para visibilizar las injusticias estructurales que afectan a los pueblos.
Marta Riola relató experiencias concretas de resistencia y defensa del territorio en contextos marcados por el avance del extractivismo, resaltando el protagonismo de las comunidades locales y la articulación con otras redes eclesiales y sociales. Compartió la experiencia de la campaña “Remar contra corriente por el agua, la vida y la soberanía”, que movilizó a más de 190 organizaciones, entre otras acciones
Por su parte, Manuela Urbina amplió la mirada desde Bolivia y Chile. En Bolivia, destacó el trabajo con comunidades locales en temas de economía solidaria, cuidado de la casa común y promoción de huertos familiares; en Chile, habló sobre los espacios de diálogo que se abrieron en un contexto de alta polarización política. Finalmente, Carmen Gloria Donoso compartió la experiencia de construcción de paz en México, con más de mil talleres y foros que generaron reflexión, compromiso ciudadano y redes locales. Destacó la firma de compromisos por la paz con actores políticos y el próximo Encuentro Nacional por la Paz. También mencionó acciones en Perú vinculadas a la campaña “Transformar la deuda en esperanza” y el Jubileo de la pastoral social.
Una Iglesia jubilar con rostro de pueblo
Monseñor Lizardo Estrada, obispo auxiliar de Cusco y secretario general del Celam, cerró el acto subrayando que el documento no es un diagnóstico técnico ni una utopía desconectada, sino una invitación pastoral y espiritual. Afirmó que se trata de “poner la vida donde está el grito”, y que este esfuerzo expresa el modo sinodal en el que el Celam desea caminar junto a las comunidades.
Estrada celebró el trabajo de las redes eclesiales y animó a las Iglesias locales a hacer suyo el documento, como una herramienta para animar procesos de escucha, conversión y esperanza en clave jubilar.
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