La reciente viralización de un video en el que un joven es contratado en una pizzería de la cadena Kentucky y luego renuncia debido a las malas condiciones de trabajo y el salario, es un ejemplo paradigmático de la precarización laboral que afecta a la juventud argentina. Este caso no es aislado, sino que se enmarca en un contexto más amplio de deterioro laboral que golpea a millones de trabajadores en el país. Empresas que se aprovechan de la voluntad de laburar.
El trabajo de los jóvenes en Argentina viene de años de deterioro. Según el INDEC, casi 6 de cada 10 personas de hasta 29 años trabaja fuera de la formalidad. Estamos hablando de un total de casi 8,8 millones de trabajadores en todo el país. En el video se ve a un pibe tirando currículum en la famosa cadena de pizzerías Kentucky. El amigo que filma muestra la felicidad del chico al conseguir laburo ese mismo día y lo graba mostrando la ropa de trabajo. En los comentarios, la gente al principio le tira buena onda, lo felicita, pero también le advierten: malas condiciones laborales, pésimo salario.
En los comentarios, varios usuarios cuentan sus experiencias:
— “Yo laburé ahí, y les juro que es el peor laburo que se puede tener. Me hacían hacer cafetería, pizzería, bacha, limpieza… no pagaban horas extras ni nada, y nunca cumplían con las fechas de cobro.”
— “Justo con los más explotadores.”
— “Yo laburé ahí, y el trato es el peor…”
— Y alguno, con humor, le tiraba: “En Kentucky va a aprender a valorar lo que le decían los padres. La verdadera verdugueada le van a dar.”
No son casualidades. La oferta laboral para la juventud es la precarización: laburar muchas horas por día, con un solo franco, y un salario que no alcanza ni para llegar a mitad de mes. Poco después, el pibe subió otro video: “Renunciando a Kentucky. Muchos lo predijeron”, decía, en referencia a esos mismos comentarios.
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La gran mentira: “Falta cultura de trabajo”
Muchos repiten como loro que “no hay cultura del trabajo”, que la gente se acostumbró a no laburar. Esa idea, encima, es difundida por los que no laburan y se llenan los bolsillos a costa de los que sí lo hacen. Es totalmente falsa. La mayoría quiere vivir bien, tener un buen laburo, progresar. Pero estas empresas se aprovechan del contexto de crisis e incertidumbre. Mientras ganan millones y abren más sucursales, no respetan ni los derechos laborales más básicos.
Esta rotación constante de empleados no es casual: está calculada. Forma parte de una estrategia para maximizar ganancias, mientras se naturaliza la precarización y la violencia laboral.
¿Y los sindicatos? Deberían estar ahí para defender a los trabajadores. Pero muchas veces no aparecen, o directamente arreglan con los empresarios, traicionando a sus propios afiliados. Por eso también crece el descreimiento hacia las conducciones sindicales, como la CGT y la CTA. En el caso puntual de Kentucky, el gremio es el Sindicato de Pasteleros, conducido por la lista “Verde”, que permite que este tipo de laburos precarizados funcionen sin decir nada.
No es un problema individual
Que este pibe renuncie (como les pasa a tantos) no es porque no tenga “cultura de trabajo”. Es un instinto de dignidad. Una negativa a adaptarse a un sistema que esclaviza. No está bien aceptar un sueldo miserable, malos tratos, condiciones inhumanas. Y no hay que desmoralizarse. Se puede recuperar los sindicatos y transformarlos en una herramienta real para defendernos. Porque los derechos no se mendigan: se conquistan.