Durante el reinado de Felipe II, una de las figuras más fascinantes y trágicas de la corte española fue Ana de Mendoza, una mujer de elevada alcurnia que llegó a ser princesa de Éboli y duquesa de Pastrana, entre otros títulos. Desde muy joven se convirtió en un referente de belleza e influencia. El característico y enigmático parche negro que cubría uno de sus ojos alimentó su leyenda de dama intrigante y peligrosa.
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