“Tuvo la clara y aterradora impresión de que se estaba mirando a sí mismo.” —Paul Auster, Fantasmas, Trilogía de Nueva York
La montaña devuelve escenas que parecen literatura, pero son reales. En Kirguistán buscan todavía a Natalia Nagovitsyna, de 47 años, atrapada en el Pico Victoria con una pierna rota.
Su hijo insiste: “No la abandonen”. Luca Sinigaglia, italiano de 49 años, murió el 15 de agosto intentando alcanzarla, vencido por un edema cerebral y la altura. El rescate imposible se siguió en todo el mundo como una vigilia colectiva.
Su historia ya estaba marcada por otra tragedia: en 2021 su esposo, Sergey, murió de un derrame cerebral durante una ascensión al Khan Tengri. Natalia se negó a abandonar la montaña sin él y años más tarde volvió para colocarle una placa en su memoria.
En Fantasmas, el ecritor Paul Auster muestra a un personaje que, al leer el diario, se topa con una escena brutal: un hijo se inclina sobre el cuerpo congelado de su padre y, al mirarlo, cree verse a sí mismo.
Pero hoy esa visión literaria resuena en las noticias: un hijo que pide por su madre atrapada en las alturas heladas, una familia que entierra a un padre devuelto, una comunidad borrada por un glaciar.
Pakistán: un padre devuelto por el glaciar tras 28 años
El 31 de julio de 2025, un pastor halló en el glaciar Lady Meadows el cuerpo intacto de Naseeruddin, desaparecido en 1997. Conservaba la ropa, los rasgos y un documento de identidad en el bolsillo. Era padre de dos hijos. Su sobrino lo resumió con crudeza: “Al fin tenemos alivio tras la recuperación de su cuerpo.”

Durante años su familia no supo qué había sido de él. Se pensó en una grieta, en un accidente a caballo, en un crimen. Nada. El glaciar lo guardó casi tres décadas y lo devolvió entero, como si hubiera quedado detenido en el tiempo.
Suiza: un pueblo borrado bajo el hielo en segundos
En mayo de 2025, el Birch Glacier colapsó y sepultó Blatten, en Suiza. Un pueblo entero borrado en cuestión de segundos: casas, calles, la iglesia hundida que se convirtió en símbolo de una catástrofe que parecía de otra era. No fue un cuerpo recuperado, sino comunidad que desapareció de golpe, tragada por la montaña.
El recuerdo todavía es reciente en Europa: la imagen aérea del campanario asomando entre la nieve circuló como advertencia. Si en Pakistán un glaciar devolvió a un padre, en Suiza otro se llevó la memoria completa de un valle.
La montaña como espejo
El escritor Jack London lo narró en una gema de la narrativa, el cuento “Encender una hoguera”: un hombre intenta encender una hoguera y falla; el frío asesina la misma simpleza e inclemencias con la que cae la nieve.
Sean Penn lo filmó en Into the Wild: un joven busca la libertad americana y encuentra la muerte solo, en una combi abandonada frente al bosque helado de Alaska. Prescindir de los mapas lo condujo a un destino fatal, aislado y sin recursos.
Desde el Pico Victoria en Kirguistán, donde buscan a Natalia Nagovitsyna atrapada, hasta las tragedias que se suceden bajo el hielo, las montañas parecen devolver escenas sacadas de una novela o de una película: una mezcla de ficción helada y cruda realidad.

Como escribió Paul Auster en Fantasmas, un joven montañista encuentra el cuerpo congelado de su propio padre y, al mirarlo, tiene la aterradora impresión de verse a sí mismo. Esa imagen de ficción, hoy, funciona como espejo: frente a un cuerpo en el hielo, se refleja algo que la mirada no estaba preparada para soportar.
Mientras un hijo todavía espera noticias de su madre en el Pico Victoria, la montaña sigue guardando lo que se da por perdido.