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sábado, agosto 2, 2025

Resurgimiento de la fiebre amarilla en América Latina: más de 200 casos y expansión a nuevas zonas

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La fiebre amarilla ha resurgido con fuerza en América Latina durante 2025, provocando una alerta epidemiológica por parte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hasta el 25 de mayo se han confirmado 235 casos humanos y 96 fallecimientos en cinco países de la región, lo que eleva la letalidad al 41%, una cifra preocupantemente alta. El brote ha superado sus límites geográficos tradicionales y amenaza con extenderse a zonas urbanas, donde el impacto podría ser devastador.

Los países más afectados son Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, que concentran casos confirmados y muertes por fiebre amarilla, incluyendo en áreas que no reportaban la enfermedad desde hace décadas. “La mayoría de los casos se han producido en personas no vacunadas, a pesar de que la vacuna es segura y eficaz de por vida con una sola dosis”, advierte la OPS/OMS.

Nuevos focos fuera de la Amazonía

Aunque históricamente asociada a la región amazónica, la fiebre amarilla ha traspasado esos límites y ha comenzado a circular en zonas montañosas, subtropicales y periurbanas. En Brasil, por ejemplo, el estado de São Paulo ha registrado más de 50 casos, mientras que en Colombia el brote se ha concentrado en el departamento de Tolima, especialmente en áreas del Parque Natural Regional Bosque de Galilea.

Perú ha reportado contagios en las Yungas, una ecorregión andina húmeda, mientras que Ecuador ha confirmado muertes en cantones cercanos a las fronteras con Colombia y Perú, lo que sugiere una posible transmisión transfronteriza. Bolivia, aunque con menos casos, también está afectada. Esta expansión territorial del virus incrementa el riesgo de brotes urbanos, donde la transmisión podría multiplicarse rápidamente por la alta densidad poblacional y la presencia del mosquito Aedes aegypti, vector del virus en entornos urbanos.

Una constante en todos los países afectados es la baja cobertura vacunal. La mayoría de las personas infectadas no habían recibido la vacuna, que es altamente eficaz y proporciona inmunidad de por vida. Según la OPS/OMS, alcanzar una cobertura homogénea de al menos el 95% en las zonas de riesgo es una prioridad urgente.

El repunte de casos también coincide con un aumento de actividades humanas en ecosistemas selváticos, como la agricultura extensiva, la minería y el turismo rural, que exponen a las personas al ciclo selvático del virus, en el que intervienen mosquitos y primates no humanos como reservorios.

De hecho, la muerte de monos ha sido una señal temprana clave en esta oleada de contagios. En Colombia, además del brote humano en Tolima (con 65 de los 74 casos nacionales), se han reportado epizootias en departamentos vecinos como Huila y Putumayo. Estos eventos deben ser monitoreados de cerca, ya que suelen anticipar brotes humanos.

Recomendaciones urgentes para contener el brote

La OPS/OMS ha emitido una serie de recomendaciones para frenar la propagación del virus. Entre las más importantes se incluyen:

  • Vacunación masiva en zonas de riesgo, alcanzando coberturas superiores al 95 %.
  • Fortalecimiento de la vigilancia epidemiológica, con notificación inmediata de casos sospechosos y búsqueda activa en zonas afectadas y municipios aledaños.
  • Vigilancia intensificada de epizootias, con georreferenciación de muertes de primates para trazar corredores ecológicos del virus.
  • Colaboración intersectorial, especialmente con el sector agrícola y empresas con trabajadores expuestos a zonas selváticas.
  • Comunicación de riesgo eficaz dirigida tanto a la población como a los viajeros.

Además, se recomienda que los países mantengan inventarios estratégicos de vacunas para responder rápidamente a brotes. En casos críticos, se puede recurrir al uso de dosis fraccionadas, que si bien no son válidas para los requisitos internacionales de viaje, permiten ampliar la cobertura en situaciones de emergencia.

La fiebre amarilla presenta síntomas similares a los de otras enfermedades tropicales como el dengue, zika, leptospirosis o hepatitis virales, lo que complica el diagnóstico. En sus formas graves, puede causar ictericia, hemorragias y fallo hepático agudo, por lo que la detección temprana es vital.

El diagnóstico puede realizarse mediante métodos virológicos (como la RT-PCR) en los primeros días de la infección, o mediante técnicas serológicas como ELISA IgM en fases posteriores. Sin embargo, la presencia de múltiples flavivirus en circulación puede provocar reacciones cruzadas, lo que requiere interpretar cuidadosamente los resultados, especialmente en personas vacunadas recientemente.

La OPS recomienda utilizar pruebas de neutralización por reducción de placas (PRNT), que ofrecen mayor especificidad, y realizar diagnóstico diferencial con otras enfermedades febriles. También se deben tener en cuenta los efectos de la vacunación, ya que la respuesta inmunológica postvacunal puede interferir con los resultados serológicos durante semanas o incluso años.

Atención clínica y estratificación de casos

No existe tratamiento específico para la fiebre amarilla, por lo que el manejo clínico se basa en medidas de soporte vital y atención oportuna. La enfermedad sigue una evolución en tres fases: infección, remisión y fase toxémica, esta última con manifestaciones hemorrágicas graves.

Los casos leves deben ser atendidos en centros de salud de atención primaria; los moderados, en hospitales de media complejidad; y los graves, en unidades de cuidados intensivos, donde se manejen complicaciones hepáticas y renales.

La OPS subraya la necesidad de capacitar al personal sanitario para la identificación temprana de signos de gravedad, así como para el manejo clínico integral en todos los niveles del sistema de salud.

El resurgimiento de la fiebre amarilla constituye una amenaza significativa para la salud pública en América Latina. A pesar de ser una enfermedad prevenible, su letalidad y potencial de expansión obligan a una respuesta urgente, coordinada y basada en evidencia.

La OPS/OMS hace un llamamiento a los países de la región a intensificar la vacunación, mejorar la vigilancia de casos y epizootias, fortalecer el diagnóstico diferencial y garantizar una respuesta clínica adecuada. La experiencia acumulada en brotes anteriores debe ser aprovechada para evitar que esta emergencia sanitaria se convierta en una crisis regional.


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Redacción

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