Ganadería regenerativa en Patagonia
La ganadería patagónica carga con una estructura de producción fragmentada y dependiente, que limita su desarrollo y su ingreso pleno al mercado internacional. Así lo planteó el especialista Fernando Eluchans en una entrevista con el programa radial #MODO17 de #LA17, en la que trazó un diagnóstico crítico del sistema vigente y propuso abrir un debate técnico y político sobre la barrera sanitaria que impide el ciclo completo de cría, recría y engorde en el sur del país.
Eluchans sostiene que el actual esquema productivo, en el que el norte cría y el sur engorda, fue diseñado bajo una lógica defensiva —la de preservar el estatus sanitario libre de fiebre aftosa sin vacunación—, pero hoy actúa como un freno estructural. “Es un sistema que funciona con alambre”, resumió. La Patagonia, explicó, depende año a año del envío de terneros desde otras regiones para alimentar sus procesos de engorde, lo que impide construir una base ganadera sólida, con genética propia e identidad de origen.
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Esa dependencia no solo limita el desarrollo de los rodeos, sino que también clausura la posibilidad de exportar carne patagónica con denominación de origen. “Si no podés criar, no tenés volumen propio. Y sin volumen, no hay estrategia exportadora posible”, alertó. En mercados como Japón, Corea del Sur o la Unión Europea, donde se valoran atributos como la trazabilidad, el bajo uso de antibióticos y el clima frío, la carne del sur argentino podría tener una fuerte inserción. Sin embargo, su producción está contenida por una lógica que “responde más a una estructura de control que de crecimiento”.
Eluchans no niega la importancia del estatus sanitario patagónico, pero propone revisar los mecanismos con los que se lo protege. “Hoy hay trazabilidad, control satelital, vacunación eficaz. Muchos mercados ni siquiera hacen distinción entre carne con vacunación y sin vacunación”, detalló. Por eso llama a “abrir el debate”, con técnicos, productores y autoridades, para rediseñar un modelo que permita más autonomía productiva al sur, sin poner en riesgo su sanidad.
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Otra traba significativa que identificó es el sistema de tipificación de la carne, que sigue utilizando criterios que no se ajustan a las características del ganado patagónico. “Es un sistema antiguo, que no mide la calidad real según el consumo. En la Patagonia hay animales más magros, con menos grasa, pero con una calidad excelente”, afirmó. Repensar la forma en que se evalúa la carne sería, en su visión, otro paso necesario para que la región construya una marca propia con valor agregado.
El aspecto económico también juega un rol determinante. “Producir en el sur es mucho más caro: la alimentación es más costosa, el clima afecta el índice de conversión, los fletes encarecen todo. Y a eso se suma la falta de financiamiento adaptado a estos ciclos más largos”, explicó Eluchans, quien remarcó que las políticas actuales están pensadas para una lógica centralista y pampeana, sin contemplar las especificidades del sur.
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Pese a las dificultades, el especialista aseguró que el potencial es enorme. Una ganadería patagónica con ciclo completo, con cría, recría y terminación, permitiría desarrollar genética propia, lograr volumen exportable, fomentar empleo y convertir a la región en un jugador relevante en los mercados premium. Para eso, propuso revisar la barrera sanitaria, habilitar corredores comerciales para facilitar el movimiento de animales, generar créditos blandos para la terminación local y diseñar una estrategia nacional de exportación que incluya al sur.
“Si seguimos con esta lógica, la Patagonia va a seguir siendo un apéndice del norte, sin identidad ni competitividad. Pero si nos sentamos a revisar el modelo, la ganadería del sur puede tener valor propio en el mundo”, concluyó.
