VIVE Global: Descubre el Mundo en Directo

16.4 C
La Plata
sábado, septiembre 27, 2025

Richard Coleman, el artista que superó la grieta Soda-Redondos y sobrevivió al alcohol, habla de sus renovadoras canciones nuevas

Más Noticias

Llueve afuera y adentro de la casa de Richard Coleman. Goteras. Su mujer, Alejandra Bredeston, también manager y diseñadora de tapa del nuevo álbum, explica la genealogía del desborde, que tiene visos crónicos. ¿Algún plomero responsable y puntual leyendo? Coleman, en tanto, filtra café.

Más de cuatro décadas de carrera ilustre, liderando bandas importantes e influyentes (Fricción, Los 7 Delfines) y elegido sucesivamente por Charly García, Gustavo Cerati y Skay Beilinson por el valor de su mano derecha, presencia escénica y capacidad de amalgamar la miscelánea humana en esas bandas, no quitan glamour al cuadro.

En su guarida. Richard Coleman, fuerza natural del rock argentino. Foto Martín BonettoEn su guarida. Richard Coleman, fuerza natural del rock argentino. Foto Martín Bonetto

En una sala contigua, un estudio/playroom, el músico muestra los avances gráficos para que su nuevo disco, El (in)correcto uso de la metáfora, tenga su versión en vinilo, un camino lógico de acuerdo a su duración (38 minutos) y la voluntad de Coleman de hacer un disco concreto, corto, conciso.

Tiene razones para estar orgulloso: el álbum es un destilado (una reducción, se diría desde el mundo gastronómico) de lo que el músico puede dar: dualidad temática (sombra e iluminación), líricas no lineales, pericia en la composición, musculatura y agilidad rítmica, complejidad y nunca complicación, sonoridad antes que virtuosismo. Y sentido del humor.

“La muñequita de tapa es la misma de Dark (1997), aquel álbum de Los 7 Delfines. Ya entonces, aquel disco, jugaba sobre el cliché de mi personaje público. ¡Si igual iban a decir que era dark! Entonces, en la contratapa salía riéndome. Este disco nuevo también tiene varias cosas autorreferenciales, y el que lo encuentra lo encuentra”,

Dice, también, que al de ahora lo pensó como para ser escuchado “en dos sentadas”. Y explica: “Es el primer disco que hago y está tan relacionado con el contexto socio-político-económico.filosófico-cultural. Está compuesto muy rápido, mientras nos íbamos encontrando con nuevos discursos, violentos, inesperados. Y lo que sucedió es que lo de la metáfora lo encontré después, cuando tenía todo el disco escrito. Y en las letras no encontraba una frase. Y en el momento en que me apareció lo de la metáfora estaba pensando sobre el arte de tapa con Alejandra y me viene a la mente esta canción de Serú Girán, Canción de Alicia en el país.

Junto a Zeta Bosio en el inicio de la gira Gracias Totales, en 2020 en Bogotá. Foto: AP Junto a Zeta Bosio en el inicio de la gira Gracias Totales, en 2020 en Bogotá. Foto: AP

-¿Por algo personal?

-Porque es la primera canción del rock nacional donde abiertamente se descula la metáfora, por lo menos en mi generación. Cuando salió, todos los adolescentes pensamos que se refería a Alicia en el País de las Maravillas, no pensamos en otra cosa. No hicimos la sublectura. Al tiempo se fue develando de que se hablaba de lo que no se podía hablar. Y que le estaba haciendo una gambeta a la censura.

En mi recuerdo, en mi educación musical, esa es la primera metáfora del rock. Esa canción. Ese concepto. Y también pensé el disco en mi trayectoria, porque este álbum es una consecuencia de mi trayectoria, y en origen lo que me signó fue ese rock nacional. Es un pequeño homenaje. Te puedo hablar de Brian Eno o de David Bowie, porque son las influencias intelectuales y estéticas más fuertes, pero mi contexto, mi adolescencia era ver a Spinetta y a Serú, y todas sus mutaciones

-Y no se puede escapar de eso.

-No. No se puede. En realidad, lo que podés hacer es no citarlo todo el tiempo y vivirlo con nostalgia, pero son las raíces. Me dije: “Está bien que piense en ese concepto, en esa adolescencia y en esa canción, a la que en realidad no recuerdo bien la letra”. Entre el surrealismo de Spinetta y lo pillo de Charly para describir las cosas con palabras de todos los días, porque el disco es muy coloquial.

Y lo de “incorrecto” es algo que vengo usando hace un tiempo con mis clases de pedales. Con mostrar que no es una bajada de línea, no estoy diciendo cómo se usa o no. Decir “el correcto” es creérmela. Y si digo lo contrario es lo mismo.

Richard Coleman volvió a publicar un disco, a ocho años del anterior, y lo presenta en vivo. Foto Martín Bonetto Richard Coleman volvió a publicar un disco, a ocho años del anterior, y lo presenta en vivo. Foto Martín Bonetto

-Llevabas ocho años sin editar material propio.

-Sí, porque F-a-c-i-l es de 2017. Y no se dio. Pensaba sacar un disco en 2020, pero pasaron cosas (risas). Por entonces tenía una idea de disco oscuro. La semillita era esa.

Lo mío es un recorrido estético. Lo que siempre espero de la gente que escucha mis canciones es que use mis palabras para completar una necesidad expresiva propia. Yo no cuento historias, simplemente te doy una combinación donde vos completás los puntos. Eso hace que la canción sea más universal. Y me siento cómodo haciendo eso, me gusta.

-Ahora parece que hay algo medio heroico en el acto de continuar grabando discos. Muchas bandas decidieron no hacerlo más porque no lo sienten o porque su público no se los reclama.

-¿Viste que siempre los músicos decimos que el último disco es el mejor?. Así debería ser. Si no, ¿para qué lo hacés? Acá tengo un compromiso emocional con este disco. Le gusta a mi esposa también; eso es genial. ¡Es un montón! (risas) Que ya le guste a ella, es un logro. Salimos caminando es consecuencia de haber vivido los ’80, los ’90 y los 2000. El tema dice: «La ambición está de moda/ la destreza ya pasó/ lo querías todo ahora/ la ansiedad se adelantó/ tu deseo está en peligro y el motor te pide auxilio”.

Y se va en fade porque no termina (risas). Ahora en Niceto el sábado 27 lo vamos a tocar entero. Fluye muy lindo.Y es muy importante renovar el repertorio y le quiero dar eso a la banda (El Trans-Siberian Express). Encontrar la intensidad, como desafío, es magnífico.

Phil Manzanera, Cerati y Skay

La pausa son cinco minutos y el café no se enfría. Hablamos de El buque, una extraordinaria coda para el disco, con un final épico donde canta Lidia Borda, una sirena rompiendo copas y amarras. Coleman cuenta que su hermano, Luis, fue el profesor de guitarra clave en su vida. El más relajado y zen.

Richard Coleman en un rincón de su casa, entre sus equipos más preciados. Foto Martín Bonetto Richard Coleman en un rincón de su casa, entre sus equipos más preciados. Foto Martín Bonetto

De ahí salta a Phil Manzanera, el guitarrista de Roxy Music, invitado en al menos tres temas del disco. “Con Phil somos de dos generaciones diferentes, la distancia y el tiempo existen. Cuando pude hablar con él por primera vez, hace unos años, su interés radicaba en cómo lo había descubierto en un disco de Eno. Y le quise decir que cuando lo escuché me di cuenta que no tenía que ser un virtuoso y tocar rápido. Él se queda y me dice: ‘Claro, Richard, la clave está en el sonido’. Ahi está. Es uno de los violeros que me hicieron no aflojar con el instrumento. Porque en mi adolescencia había que tocar como Al Di Meola… o nada”.

-Hay una curiosidad insoslayable y es que vos capitaneabas musicalmente la banda de “Gracias Totales” y estabas tocando con Skay Beilinson. Una forma de bajarle un cambio a la falsa grieta Soda-Redondos.

-Exacto. ¡Mi vida tiene unos giros! (risas). Llegué a ensayar el mismo día con los dos. Cuando me llamó Skay, nos juntamos a hablar, a ver la idea que él tenía de lo que yo podía aportarle a su proyecto. Y en la conversación salió el tema. Le dije: “Lo que me encanta de que llames es como romper esa falsa grieta”.

Y Skay me dice: “Por supuesto, Richard, si a mí me encantaba lo que hacía Gustavo”. Y le dije: “Mirá, cuando con Gustavo nos empezábamos a juntar, vos eras el único guitarrista moderno que había”. Porque verlo tocar la rítmica así, con ese aplomo, hasta la vestimenta, en el año ‘81… Skay era lo más moderno que había.

-¿Iban a ver a los Redondos con Cerati?

-No recuerdo eso. Con Gustavo nos conocimos en el ’82; en la segunda mitad del ’82 toqué con ellos. Después les dije que siguieran solos. Antes de que salieran firmemente a tocar. Y en el primer disco yo estaba ahí, usaban mis equipos, juntábamos los pedales. Éramos tres gatos, Ulises (Butrón), Gustavo y yo.

Teníamos entre todos los mismos pedales que tengo en un solo estante de esa repisa (señala un mueble lleno). Entre los tres teníamos diez pedales. Gustavo grabó con mi equipo, yo estaba grabando con Daniel Melero en Los Encargados. Nos visitábamos. No había forma de entrar en un estudio de grabación si no había un amigo tuyo grabando.

Richard Coleman en el Tributo a Soda Stereo del ciclo Movistar Fri Music. Foto: Martin BonettoRichard Coleman en el Tributo a Soda Stereo del ciclo Movistar Fri Music. Foto: Martin Bonetto

-Luego, Fricción.

-Lo de Fricción lo armamos con Gustavo, nosotros dos. Me llamó él, para mi sorpresa, porque nosotros nos veíamos amistosamente, socialmente, pero para el ’83 hacía rato que no tocábamos juntos, él estaba muy enfocado con ponerle fichas a Soda. Y me llama y me dice, literal: “Che, ¿todavía tenés esos temas? ¿No tenés ganas de que los toquemos? Quiero probar algunas cosas”. El nombre era mío.

Nos juntamos en mi cuarto de adolescente tardío, con las dos violas, una Tascam, cuadernito, lista de nombres posibles, letras, ideas, libros, música y entre los dos fuimos gestando un espacio lúdico nunca pensamos que fuera una banda para laburar. Mi responsabilidad #1 era académica, iba a la facultad, entonces entre el primer y segundo disco de Soda aparece lo de Fricción. En el ’84 nos fuimos reuniendo para ver qué salía y que no, batería electrónica, llamamos a Samalea y Christian Basso. Y Gustavo graba Nada Personal (1985) después de Fricción. Pero el experimento le funcionó, algunas cosas las aplicó en Soda, que era la idea. A él le sirvió y a mi también. ¡Acá estamos!

-En la misma época, además, frecuentabas a Charly García.

-Yo estaba muy cerca de Charly antes de ser parte de Las Ligas. Era muy amigo de mi novia, que hacía coros y la invitaba a cantar. Y yo estaba grabando Vida Cruel con Andrés Calamaro y él produciendo el disco de Celeste y el de Fabi.

Richard Coleman junto a Fito Páez a mediados de los años '80.Richard Coleman junto a Fito Páez a mediados de los años ’80.

-Todo muy “Argentina, 1985”.

-El año epifánico. En que me planteo ser profesional y tengo esa charla en mi casa. Yo no quería grabar con Fricción. Como soy yo: El no ya lo tenés (risas). Vino un chabón después de un show y quería firmarnos y le dije: «No hay banda, estamos jugando. Qué puedo firmar?». Terminé por el aro, me hicieron una propuesta interesante, un sello independiente. Yo tenía 22 años. Inocencia de juventud. Le vendés el alma al diablo porque te dicen que es un proyecto independiente

-¿Llegaste a integrar los ensayos del proyecto García-Spinetta?

-Para el proyecto de ellos no tuve sesiones, pero sí los tuve juntos en un momento epifánico. Yo estaba grabando con Andrés (Calamaro) en Panda a la tarde. Y en el horario nocturno Charly estaba grabando Detectives de Fabi Cantilo, y Charly me dice si no me quería quedar para algunos tracks del disco. Buen, dale, me quedo. Me quedo ese día. Y el tema del día era El monstruo de la laguna de Pescado Rabioso. Resumiendo, en un momento levanto la cabeza y había llegado Spinetta y los tenía a Charly y Spinetta atrás del vidrio. Y me dije: “Uy, esto es un momento importante de mi vida”. Me aplaudieron, hice una cosa extemporánea. Fue muy emocionante. Y cuando estuve en Las Ligas aprendí Rezo por vos.

Exilio y «rehab»

-Hay un exilio en tu vida, del país, luego de Los 7 Delfines. ¿Con qué tuvo que ver?

-A fines de los ’90 estaba en rojo. Con el vúmetro en rojo. Muy cansado. A fines de los ‘80 me tomé un año sabático, que fue cuando separé Fricción y me alejé un año de la música en vivo. Fue una búsqueda espiritual. No sabía para qué carajo hacía música y lo de rockstar me había pasado por arriba. Estaba muy drogado. Muy tomado por ese problema. Y una serie de situaciones, estaba muy defraudado. Terminar Fricción fue muy doloroso. No tenía futuro. Quería reencontrarme con la guitarra desenchufado, mis libros.

Y a fin de los ’90 me pasó que estaba harto del culto de Los 7 Delfines, de que siempre vinieran los mismos a verme. Esta vez pensaba que mi carrera ya estaba hecha. Y tenía que decidir si parar con eso o ir a buscar otra cosa. me mudé a Los Angeles estuve casi cinco años allá. Volví en 2004.

Richard Coleman junto a Rosario Ortega en un homenaje a Charly García. Foto: Fernando de la OrdenRichard Coleman junto a Rosario Ortega en un homenaje a Charly García. Foto: Fernando de la Orden

-Ya habías dejado el alcohol.

-Ahí en Estados Unidos tuve un incidente callejero, por manejar “bajo la influencia”, que me hizo terminar en la cárcel en Los Angeles. Una cosa que se comprobó que no era tan grave, no atropellé a nadie, si bien estaba borracho pero me envolvieron en un fraude legal, en una situación mafiosa bastante habitual allá.

Eso me llevó a rehabilitarme: me metí en un quilombo tremendo. Tomaba desde la mañana. Yo no dormía, volcaba. Hice bien el trabajo de Alcohólicos Anónimos. Me mandó el juez a hacer eso. Y cuando tuve que volver al estrado le agradecí y dije que no lo hubiera podido hacer si no fuera la ley quien me hubiera obligado a hacerlo desde ese punto de vista. Porque fue así. Era opcional, pero ya que estoy lo hago. Hice unas reuniones. Con bastante escepticismo, porque no me llegaba el discurso, no le encontraba la vuelta. Y después llega mi cumpleaños del 2002: esa noche había una botella de vino que tenía sin terminar, algo que jamás sucedía. Se abría y se terminaba. Muy de alcohólico.

-¿Lo decís en tiempo presente?

-Sí, eso lo asumís. Eso sos. Una vez que terminás, lo asumís. Lo llevás con vos. Por eso tomo con mucho respeto y mucho cuidado. Pero ese es otro cuento. En ese momento tenía la botella a la que le faltaba un tercio, la miro, y después de una reflexión acerca de los excesos y del camino de los excesos del poeta William Blake digo: “Un exceso que todavía no he cometido es dejar de beber. Voy a cometer otro exceso”. Y la cerré. Y empecé a ir todos los días. Hice una vuelta de energía: voy a cambiar el foco. Y funcionó.

Lo que siempre trato de decir es que no soy un ejemplo y acaso soy la excepción. Pero no es así. No le puedo decir a nadie: “Quedate tranquilo que salís”. Fueron largas noches de levantarme sudado y asustado. Me costó mucho reconocerme como alcohólico y a la sobriedad no la reconozco como una virtud, sino como un estatus.

Richard Coleman. El sábado 27 presenta Richard Coleman. El sábado 27 presenta «El (in)correcto uso de la metáfora» en Niceto. Foto: Martín Bonetto

-Volviste al país para reencontrarte con Gustavo Cerati.

-Los últimos años que tuvimos con Gustavo fueron realmente maravillosos; por suerte pudimos tenerlos. Eso para mí es un regalo de la vida: después de haber estado tan cerca al principio cuando la vida era un proyecto maravilloso y teníamos veinte años y hablábamos de nuestros deseos, la música y el arte, las personas que queríamos ser y los personajes que podíamos ser. Reencontrarnos luego de siglos míos de oscuridad para Ahi Vamos (2006) y me da un abrazo y me dice: “Qué lindo que es verte así. Yo te había perdido. Te reencuentro como amigo”.

Gustavo siempre fue un caballero, nunca le ibas a ver una patinada. Tuvimos conversaciones. Luego, sucedido lo que sucedió, a todos nos pasó los que tuvimos cerca. “¿Cómo no te diste cuenta?”. Uno estaba para lo que tenía que estar. No podías invadir. Lo que le pasó a él le podría haber pasado a cualquiera. Hubo excesos. ¡Pero la presión que tenía ese hombre, el estrés que tenía…! Y mala praxis: mucha mala praxis. Él no se lo merecía.

-¿Cómo te sentís hoy respecto a toda el agua que pasó bajo el puente?

-Soy un hombre muy afortunado y no cambiaría nada de mi recorrido. Pasé por altos y bajos. Intensidades y levedades. Y siento que tengo algo nuevo para ofrecer. El disco nuevo es un guiño y un abrazo a la gente de mi generación que necesita, por ahí sin darse cuenta, salir de la nostalgia.

Redacción

Fuente: Leer artículo original

Desde Vive multimedio digital de comunicación y webs de ciudades claves de Argentina y el mundo; difundimos y potenciamos autores y otros medios indistintos de comunicación. Asimismo generamos nuestras propias creaciones e investigaciones periodísticas para el servicio de los lectores.

Sugerimos leer la fuente y ampliar con el link de arriba para acceder al origen de la nota.

 

- Advertisement -spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img

Te Puede Interesar...

Mundos íntimos. Visité el Garrahan y, de casualidad, lo recorrí con Patch Adams, el primer médico clown. ¿Los chicos? Felices.

Y entonces apareció un Batman en la pantalla. Era el Día de la Niñez, 20 de agosto de 2023,...
- Advertisement -spot_img

Más artículos como éste...

- Advertisement -spot_img