
Hay artistas en el mundo del rock que, por su trayectoria y edad, están más allá del bien y del mal. Músicos de la talla de Mick Jagger, Eric Clapton o John Fogerty, todos ellos octogenarios, continúan subiéndose a los escenarios impulsados no por la necesidad de fama o dinero, sino por la música misma, el alimento que mantiene vivas sus almas. Otro ejemplo notable es Robby Krieger, el guitarrista de la emblemática banda The Doors, quien incluso mantiene una conexión activa con sus seguidores a través de las redes sociales.
Desde los oscuros y electrizantes pasillos del Whisky a Go Go en Los Ángeles hasta los escenarios más emblemáticos del mundo, la guitarra de Robby Krieger ha sido la base sónica de una de las bandas más influyentes y enigmáticas de la historia del rock: The Doors. Su trayectoria, marcada por una innovadora fusión de blues, jazz, flamenco y psicodelia, lo consagró como un guitarrista único y fundamental en el podio de la música. Es que fue el hombre que, junto al tecladista Ray Manzarek, hizo las armonías perfectas para que sobre ellas pudiera explayarse con su poesía Jim Morrison, el recordado “Rey Lagarto”.
Nacido el 8 de enero de 1946 en Los Ángeles, Krieger inicialmente se sintió atraído por el blues, influenciado por leyendas como Muddy Waters y Howlin’ Wolf. Sin embargo, su paleta musical se expandió rápidamente, incorporando elementos del jazz, el flamenco y las texturas experimentales que definieron la contracultura de los años 60.
Su encuentro fortuito con el tecladista Manzarek en una clase de meditación trascendental en 1965 fue el catalizador de una alquimia musical pocas veces lograda. Junto al carismático Morrison -que al principio cantaba de espaldas al público por timidez- y el sólido baterista John Densmore, formaron The Doors, una banda que desafió las convenciones del rock con letras introspectivas, atmósferas oscuras y una improvisación instrumental hipnótica. Y que, por los descontroles que se generaban en sus conciertos, fue proscripta por parte de la industria musical, al punto que no fue invitada a participar del histórico festival de Woodstock de 1969, cuando se encontraba en la cúspide de su fama.
La distintiva forma de tocar de Krieger fue un componente esencial del sonido de The Doors. A diferencia de muchos guitarristas de la época, a menudo prefería un enfoque melódico y rítmico, utilizando a menudo la técnica del “fingerpicking” que le permitía tejer con sus dedos complejas líneas de guitarra que complementaban la voz de Morrison y los teclados de Manzarek. Su solo en el icónico “Light My Fire”, con su aire jazzístico y su crescendo apasionado, se convirtió en un referente para generaciones de guitarristas.
Krieger fue también un compositor prolífico dentro de The Doors, co-escribiendo o componiendo en solitario algunos de sus mayores éxitos, incluyendo “Love Me Two Times”, “Touch Me” y “Love Her Madly”. Su capacidad para crear melodías pegadizas y riffs memorables (como el de “Love Me Two Times”) demostró su versatilidad como músico, más allá de ser un buen instrumentista.

El show debe continuar
A pesar de la prematura muerte de Jim Morrison en 1971, el legado de The Doors perduró, y la contribución de Krieger como parte de su arquitectura sonora fue innegable. Tras la disolución de la banda original, Krieger continuó explorando su musicalidad en diversos proyectos solistas y colaborando con otros artistas, demostrando una inquietud artística que lo mantuvo activo en la escena musical.
En los años siguientes, lanzó álbumes en solitario que exploraban sus variadas influencias, mostrando una evolución constante como guitarrista y compositor. También participó en la reunión de su vieja banda bajo el nombre de The Doors of the 21st Century (luego Riders on the Storm) junto a Ray Manzarek y John Densmore, manteniendo vivo el espíritu del grupo para nuevas generaciones de fanáticos. En este revival, el rol de Morrison fue ocupado por el cantante de The Cult, Ian Astbury.
Krieger siempre mantuvo la convicción de que Morrison tenía la intención de regresar a Estados Unidos y continuar creando música con The Doors. Su muerte, ocurrida en París cuando la banda estaba separada, fue un golpe inesperado para sus compañeros que, al parecer, no habían acordado una disolución definitiva.
El guitarrista de los Doors siempre admiró la profunda conexión que el cantante lograba establecer con el público a través de sus palabras, incluso al compartir sus propias vulnerabilidades. En la notabe película The Doors, de 1991, puede verse como Morrison “convida” durante un show a Krieger con una pastilla, haciendo suponer que fue él quien lo introdujo en los excesos típicos de aquellos años, en los que se pupularizó el refrán “sexo, drogas y rock and roll”.
No dormirse en los laureles
Hoy, el guitarrista continúa activo en la música, empuñando su vieja Gibson SG, ofreciendo conciertos y manteniendo viva la llama de The Doors, banda que tomó su nombre del libro Las puertas de la percepción, publicado en 1954 por inglés Aldous Huxley. Pero además, se lo puede ver en Instagram tocando en pequeños boliches y dándoles la oportunidad a jóvenes músicos de acompañarlo.
También es posible encontrarlo en YouTube enseñando a tocar algunos de sus más famosos riffs de guitarra.
En 2021 publicó su memoria titulada Set the Night on Fire: Living, Dying, and Playing Guitar With the Doors, ofreciendo un relato íntimo de sus experiencias y su perspectiva sobre el grupo que lo hizo rico y famoso.
En 2024, demostró su inquietud artística con el lanzamiento de un álbum junto a su banda, Robby Krieger and the Soul Savages. Este proyecto se adentra en las texturas del R&B y el soul, mostrando una faceta diferente de su versatilidad musical.
Además, para mayo y junio de este año tiene programadas actuaciones en aquel lugar emblemático para su historia, el Whisky A Go Go en West Hollywood, California.
La trayectoria de Robby Krieger no es solo la historia de un guitarrista, sino la crónica sonora de una era y de una banda que definió una generación.